lunes, 23 de septiembre de 2013

De la didáctica y su intento

Muchos problemas económicos

Antes de ver siquiera a la maestra, la escuchamos. Porque las maestras modernas usan megáfonos, una ayuda impensable en nuestros días (algo así como el micrófono de las profesoras de aeróbica).  La frase, eso sí, permanece como un clásico. "Chicos, vengan acá".

El grupo camina por Plaza Dorrego, en lo que se supone un paseo educativo. Las maestras suelen detenerse ante el viejo aljibe -cerrado a cal y canto por cuestiones de seguridad- y trazar una semblanza del Buenos Aires de antaño. Hoy, además, se escucha vociferar a la que nos ocupa: "Estas personas tienen muchos problemas económicos". Me doy vuelta asombrada. Sí, se refiere a nosotros, veinte alumnos en sus uniformes nos estudian sin disimulo. ¿Alucino, o alguno fotografía con su celular? Pucha que hay cosas para resaltar de los feriantes. Mujer, te tiro letra: trabajamos distintos materiales, vendemos nuestras propias creaciones, hallamos una salida a la exclusión del mercado laboral...

"¿Escuchó lo que dijo la maestra? ¡Mire lo que les enseñan a los pibes!", comparto indignada con un compañero. Lo que responde me devuelve la sonrisa. "Es que, también, uno ve las crostras (sic) de algunos pies y da para pensar eso". 

Dani, el librero anarquista, está sentado en su puesto refunfuñando contra los deseos de Feliz Primavera que florecen a su alrededor. "Dani, oí esto". Y le cuento de la maestra, del megáfono y de nuestra vida de desarrapados gritada al viento. "Eso no es nada", recuerda Dani. Y me cuenta a su vez de la feria de Lomas y de un grupo de evangelistas que se reunían a predicar a los paseantes, micrófono en mano. "Un día se armó un revuelo bárbaro, de repente veo que dos o tres artesanos se les van al humo. '¿Qué pasó?', dije yo. '¿No escuchaste lo que dijeron a la gente?', me preguntó uno. 'No, no les presto atención', contesté".

-¿Y que habían dicho?
-Que tomaran conciencia de su vida y buscaran la Fe, si no iban a terminar como nosotros, borrachos, drogados y tirados por el piso.
-Uh! Qué boludos, en el mismo lugar que les servía para predicar.
-Les pegaron un voleo... Nunca más aparecieron.

Las letras azules

No tienen didáctica, se queja Nora. Pronuncia así: di-dác-ti-ca. Es que le viene costando lo suyo aprender computación. Ha mandado montones de mails, pero los de sus amigos no ingresaron nunca. La profesora corrigió uno de tantos errores, pero no le explicó qué había hecho y la dejó más a oscuras que antes.

Al rato se vuelve a escuchar la voz de Nora, como una letanía. "Y yo buscaba las letras azules, ¿dónde están las letras azules? No tienen didáctica, no saben enseñar".

Alelado

"Librero no es cualquiera", dice Miguel, mi amigo/cliente de los domingos. Y comenta de la vez que entró a una conocida librería y presenció alelado como una maestra jardinera permitía que los chicos rompiesen un ejemplar de popup sobre la vida de Pulgarcito. Miguel simula partir una hoja en dos. "Los monstruitos lo rasgaban así. Un libro de seiscientos pesos". Como si no fuese suficiente atropello, la maestra los invitaba a sacar más de los estantes. ¿El vendedor? Nada, ahí mirando.

-Oíme, ¡están destruyendo el libro!
-Ah, sí, siempre pasa.

Miguel subió al primer piso a buscar a un conocido de la sucursal y le avisó textual: "Hay una maestra jardinera haciendo mierda un libro de Sabuda". El tipo bajó y pegó cuatro gritos. Nunca más permitieron el ingreso de grupos escolares.


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