viernes, 28 de junio de 2013

Cristo en las manos



Como no podía ser de otra manera, al pibe lo llaman Santi. Y es hijo de Gustavo Canavosio, un arquitecto cordobés que creó El Evangelio de las Manos. Cuando me detengo frente a su puesto lleno de postales, láminas y libros, Santi dice con encantador acento: "Te aconsejo que empieces por estas imágenes..." Las más fáciles de distinguir, claro. La mente tarda un poquito en adaptarse al nuevo lenguaje, pero sin duda ahí están Jesús, y San José, y la Sagrada Familia. Me muestra también el Vía Crucis, impresionante. A un costado, John y Joko observan desde la cama, protestando contra la guerra de Vietnam. Todo entremezclado con el Evangelio, que una cosa no quita la otra. O tienen más que ver de lo que uno pensaría.

Una postal a tres pesos, cuatro por diez, ofrece Santi. Aprovecho la oferta y reparto tres iguales entre mis compañeras, la última me la quedo. Cristo Rey, se llama la imagen que tanto me gusta. Es inspirador ver que se puede tener a Cristo en las manos, las mismas con las que trabajamos.
Gustavo Canavosio tiene un don innegable. El don de ver lo que nadie ve, confiar en esa visión y hacer de ella un arte.

martes, 25 de junio de 2013

Relajarse




Creo en el Padre Mario. Hoy fui a González Catán, después de años, movida por la necesidad de aliviar un dolor físico que va y viene en ramalazos. Para quienes no conocen, la Obra del Padre Mario está enclavada en una de las zonas más pobres del conurbano bonaerense. Su cuerpo descansa en medio, en un mausoleo al que la gente accede a rezar. Es común llevar una petición escrita y dejarla en una de las tantas urnas, aunque hoy descubrí papelitos insertos en la base de su sepulcro. Sepulcro suena oscuro, no hay nada oscuro dentro del mausoleo. Sí tres fotos del Padre Mario, de igual tamaño, dispuestas sobre el mármol. Antes había una sola, que alguien se llevó. Fue indignante y a la vez entendible, el Padre Mario parecía salirse de esa foto. En las de ahora, pese a ser meras copias, también se lo siente presente.

Uno mira el retrato y el Padre Mario... ¿saluda? Uno pregunta y él responde, así como les digo.
Hoy dijo que me iba a dar una mano, que fuese tranquila, que de mi parte debía relajarme. Hasta hace un rato nomás, yo creía que andar relajado por la vida lo transformaba a uno en una persona fofa y débil, sin carácter. Una suerte de cosa amorfa que arrastraba los pies.
"¿Qué hay de fofo en un gato?", preguntaron los ojos -o tal vez la sonrisa- del Padre Mario. Nada, tuve que convenir. Dejando de lado algún ejemplar castrado y sobrealimentado, los gatos que vinieron a mi mente eran increíblemente tranquilos, pero al mismo tiempo alertas.
Qué cosa curiosa, todos estos años confundí tensión con fuerza.

En recepción me negaron el hijito de una planta parecida al lazo de amor, detrás del mausoleo. Los argumentos fueron válidos, "ya tuvimos problemas", etc. Fue un alma simple quien finalmente lo cortó para mí. Una manera como cualquier otra de tenerlo al Padre cerca, en casa.

lunes, 24 de junio de 2013

La luna grande

Un poco más de respeto, que soy de San Telmo

La luna está un 14% más grande, por no sé qué de la órbita. Será la luna, entonces.
"¡Eh, gato! Yo vengo a laburar acá, respetame..." Las voces crecen y crecen, hasta estallar en el  insulto: "¡¡¡Quién te creés que sos, pedazo de fisura!!!"
Busco a Caritas, regocijada.

-¡Pedazo de fisura! YA lo estoy adoptando.

"Eh, eh, eh EEEHHHH!!!!" Zás, cuando los compañeros empiezan así, es porque alguien agarró un fierro. La sonrisa se nos borra pronto, son tres contra uno tirado en el piso. Y el patrullero, y la ambulancia.

Más discusiones se encienden, aquí y allá. Como fueguitos, diría Galeano. Lo que más se reclama es el respeto. "¡Vos no tenés palabra, no te voy a permitir que me faltes el respeto!", grita una mujer a mitad de cuadra. Laura se acerca a nosotros, parece perpleja.

-A partir de ahora no soy más Laurita, me dijeron "araña galponera".
-Ja! Pedazo de fisura, araña galponera... hay que reconocer que somos originales a la hora de insultarnos.
-"Pedazo de fisura" es viejo...

Lo dice Gustavo, recién llegado al grupo.

-Nunca lo escuché.

Gustavo me mira con desdén apenas disimulado.

-Lo que pasa es que sos muy rubia.

Dani, el librero anarquista, pasa detrás mío murmurando: "Un poco más de respeto, que soy de San Telmo..." Intuyo que la frase se va a transformar en un clásico, que la vamos a usar a morir.
Araña galponera se dice de las culonas, argumenta alguno. Un cruce significativo de miradas da a entender que el mote, entonces, está errado.

Una amiga recién llegada me cuenta de una pelea con su ex, hace años. "¡¡¡PERO NO TE DAS CUENTA, cómo puede ser que no te des cuenta, pedazo de carne con ojos!!!" "Yo estaba sacada", confiesa. No conforme con eso, enseguida le espetó: "Si estuvieses en una tribu y te viesen llegar, dirían: Ahí viene Nube de Pedos." Mi amiga rememora. "Nos miramos con mi ex... y empezamos a reír hasta las lágrimas". La sonrisa que esbozo es un poco forzada.

-Nube de pedos es común.
-Sí, pero así lo llamaban en la tribu, entendés? NU-BE-DE-PE-DOS. Viste que ellos se ponen esos nombres, Toro Sentado, esas cosas... 

El marido de mi amiga se nos une.

-Le estaba contando de cuando dije "pedazo de carne con ojos".
-Ah, sí... lo que decía siempre tu vieja. También está "carne en tránsito".

Lo miro desconcertada.

-No entiendo.
-Carne en tránsito, como si fueses media res, en los camiones.

Su sentido práctico en el campo social

El Hombre lee en voz alta mientras intento darle forma a una bufanda.

Bourdieu critica la teoría lingüística derivada del inconsciente epistemológico del estructuralismo, que parte de la posición del observador externo, a partir de los cual se tratan a los discursos (un dos tres cuatro cinco seis) como textos a decodificar en un proceso en que los textos aparecen para ser descifrados, hallando su estructura subyacente y su lógica de composición interna. (uy, un plomo) Este enfoque olvida -según Bourdieu- radicalmente lo fundamental: que la práctica discursiva es una práctica que funciona en un contexto (dieciocho diecinueve veinte veintiuno veintidós veintitrés veinticuatro puntos) de posiciones sociales prefiguradas y que tiene igualmente su sentido en la búsqueda de efectos sociales.

-Mjú...

El fetichismo de la lengua y de la lingüística privilegia la visión de un intelectual que puede diseccionar, disecar, analizar y clasificar textos y partículas obviando o despreciando los poderes -a la vez históricos e inmediatos- que se ponen en juego en lo que parece un puro acto (me duele la cabeza) de enunciación verbal. Las habilidades lingüísticas, al igual que todas las competencias sociales, se adquieren en la práctica, a través de un proceso de aprendizaje y socialización en las normas discursivas del grupo en el que el sujeto es producido. (¿producido?) Los discursos reproducen los esquemas fundamentales de la división del mundo social, los sujetos adquieren las competencias sociales -incluídas las lingüísticas- que las construyen y las constituyen (tanto lío para terminar diciendo "pedazo de fisura") no como individuos abstractos -una especie de homo lingüisticus- sino como un grupo social. Del mismo modo la producción de enunciados se realiza en situaciones sociales y para adaptarse estratégicamente a esas situaciones sociales, el sentido de los discursos es el sentido de esas situaciones sociales

-¡Pedazo de fisura!

El Hombre asiente y continúa:

de esas situaciones sociales y de la manera de adecuarse a ellas; es un sentido práctico que de manera inconsciente o preconsciente -aunque no por ello reprimida o alienada- utiliza el mundo del lenguaje para construir el mundo de lo social, por lo tanto, el lenguaje no se entiende ni se construye en su fuerza real desde si mismo -en su lógica, en su gramática, en su estética-, sino desde su sentido práctico en el campo social.

Quito por enésima vez los puntos de la aguja.

-No me hable mientras pongo los puntos, esto es lo más difícil de hacer porque determinan el ancho de la bufanda. Al final, me la paso tejiendo y destejiendo...
-Está bien, tiene que ir y venir porque la bufanda se usa para atrás y para adelante.

Hago caso omiso. El Hombre se ceba un mate.

-¿Es para mí ?
-No.
-Ah, porque yo necesito una para mis ochenta años.

"Le traigo un balde con agua", es lo último que escucho antes de verlo salir. Está tentado y cloquea como una gallina.

-¿Para qué?
-Por si se le calientan las agujas.
 

lunes, 17 de junio de 2013

Bendito silencio

Sin sexo no hay pareja. Lo afirmó sin más ni más la sexóloga de apellido acorde. Sin sexo no hay pareja y -cómo es que decía, le costaba seguir el hilo- sin diálogo no hay sexo.

Ahí estaba: "Sin sexo no hay pareja, y sin diálogo no hay sexo". Lindo para escribirlo y sujetarlo entre dos imanes, tal vez el de la medialuna y el del vaso de jugo. Sabroso y nutritivo.
Sin diálogo no hay pareja, sin pareja no hay sexo, las palabras se mezclaron vertiginosamente como si hubiesen caído en la taza de café con leche y las revolviese ahora con la cuchara. No hay, no hay, no hay, no hay, hay, sin, pareja, pareja, diálogo, sexo, sexo, sex.
Imaginó un largo acople parloteando sin parar, murmurando en la oreja del otro, jadeando poemas, intercambiando recetas de cocina, hablando del tiempo.

Ya era suficiente la radio encendida desde temprano, el bzbz que llegaba desde el living cuando aún estiraba las piernas en la cama; la radio eterna suponía vivir dentro de una colmena laboriosa.
¡Clac, clac!, acordaron sus pies, los delicados huesos.

miércoles, 12 de junio de 2013

Naif

El muchacho entró en aquel ascensor del centro porteño, una mañana cualquiera, y disparó el nombre del médico ortopedista como quien pregunta la hora. "¿Alguien sabe dónde puedo ubicar al doctor Ricardo F.?" Un disparate naif, más teniendo en cuenta que ni siquiera se hallaban en un centro de salud. En medio del silencio, se escuchó una voz.
"Yo, yo te puedo decir dónde ubicarlo". La que habló fue una señora de provincia, que jamás pisaba el centro.

Tantos años después, la misma señora me cuenta la anécdota, el doctor F. operó en su momento su mano derecha. "Un pibe jovencito. Lo mandé para acá, no sé si habrá venido..."

"Acá" es un instituto de rehabilitación, en la otra punta de la ciudad.

-No lo puedo creer... ¿y qué dijo la gente que iba con ustedes en el ascensor?
-Nada, se quedaron todos así.

"Así" es con los ojos redondos.

-¿Cuántas probabilidades hay de que pase eso?
-Ninguna.
-¿Ud cree en la magia?

La mujer no demora ni un segundo en responder.

-No.
-Debería.

lunes, 10 de junio de 2013

Convengamos

La constancia

Si yo hubiese entrenado sin desmayo desde aquel lejano día en que comencé, a estas horas sería una sílfide. Si hubiese tomado más que una sola clase de tambor, una respetable candombera.
Dice Luis Pescetti, en su espectáculo Letras peregrinas, que aún para ser los de siempre debemos movernos mucho.

No deja de ser un consuelo.

Una cuestión cultural

Mamá proviene de una familia alemana, protestante, de contracción al trabajo. De ahí que casi todas sus relaciones fueran laborales. En cambio papá era checo, de sangre zíngara, y mantuvo las mismas amistades durante décadas. Amigos porque sí, para disfrutarlos.

Mi hermano y yo tendemos a sospechar a priori de la gente, la misma con la cual danzaríamos alrededor de una fogata hasta caer redondos.

Las nietas

"Convengamos que yo no quería cambiar de escuela", dice Sonia. Once añitos, leyó toda Mafalda cuatro veces. Marcela -dulces dieciséis, boxeadora amateur- anuncia que duda entre seguir profesorado de educación física o toxicología. El Hombre pone cara de asco. "Nooo, tenés que analizar un vómito!" "Me encanta", responde Marcela con ojos soñadores. "Convengamos que....", la voz de Sonia se pierde en un murmullo. Como nadie la atiende, se pone a tocar un piano imaginario. Finalmente encuentra mi mirada y cuenta que ella quiere seguir Ciencias Naturales, le gusta el tema de lo homogéneo y lo heterogéneo. ¿Y por qué no quería cambiar de escuela? Porque en ésta sus compañeros son muy tranquilos, demasiado.

La discusión pasa por si el boxeo es un deporte o no. Marcela es fan de Million Dollar Baby, todos los días corre y salta a la soga. Usa casco protector (por eso tiene la cara sin marcas), pero no está dicho que no siga boxeo profesional algún día.
"¿Se acuerdan de la revista Humor? Tenía una sección fija llamada Fiambres en el ring", empiezo. Marcela me mira con severidad: "Tengo dieciséis años". Un aro con forma de clavo le atraviesa el pabellón de la oreja de lado a lado.

Sonia le da al piano imaginario. Marcela -musculosa verde- le clava los ojos y traba los trapecios como un ave que esponja su plumaje. La mirada de Sonia es de respeto, convengamos.

jueves, 6 de junio de 2013

miércoles, 5 de junio de 2013

Clave

-¿Ud. conoce el concepto de clave

Dudo unos instantes. El Hombre está sentado frente a la computadora, acabo de pedirle que ordene alrededor.

-¿En música? Sí.
-Es un signo que se coloca al principio del pentagrama y marca el tono de toda la partitura.
-...
-Su tono -el suyo- suele ser de demanda quejosa.

La analogía mueve algo dentro mío. Al decir de una compañera, nosotros somos los músicos que no tocamos ningún instrumento.
 
https://www.youtube.com/watch?v=N_ZIzwQjrBg