lunes, 30 de diciembre de 2013

Sensación térmica: 40°

Gente y más gente, con puestos improvisados en las veredas, con carritos, esquivando baldosas rotas, esquivándose, la zona es hoy un hervidero. La luz se corta mientras camino en busca de un batón de algodón para mamá y algo igualmente fresco para mí. Por suerte (¿por suerte?) cada local parece contar ahora con su propio generador eléctrico, casi todos marca Gamma u Honda. El cablerío que ingresa a los comercios se resguarda apenas bajo cartones pegados a la vereda con cinta de embalar. Alguna gente lo elude, otros -más distraídos- lo pisan o le pasan el carrito por encima. Giro la cabeza buscando entender de qué trata esto de los seis mil, seis mil quinientos... qué? escritos al costado de los aparatos y cruzo miradas con un hombre que vende carteras en la vereda, a pleno rayo del sol. Parece agradecer que alguien vea más allá de las ofertas del día, su paño se ubica entre dos generadores, a cual más ruidoso. No sólo son ruidosos, largan además un calor sofocante. Dos pasos más allá hay otro generador, y otro y otro más... hasta donde la vista alcanza. "¡Es inhumano!", le grito haciendo bocina por sobre el rugir de los motores. El hombre asiente, no sé siquiera si alcanzó a escucharme. Un camión de bomberos se suma al infierno.

El vendedor refleja mi mismo desgano, los dos nos acercamos arrastrando los pies. ¿Tiene polleras? ¿Vestidos frescos? Señala un perchero lleno de prendas largas y coloridas. No, busco para mi mamá. ¿Puede ser -me digo varios intentos después- que abusen tanto de las imágenes tropicales y parisinas? Arrastro mi humanidad hacia una calle paralela, allá (me prometieron) hay ropa de señora. Sí, vestidos traslúcidos o de telas sofocantes. No puede ser tan complicado, mi reino por algo frío. ¿Dónde hay un kiosco? Ahí, en la esquina. Es más un boliche de barrio, muy viejo y oscuro, que tienta desde sus pizarras con platos como Patitas de pescado o Lentejas rellenas. No me da la cabeza, será el calor. ¿Cómo puede rellenarse una lenteja? Las patitas, ¿no eran de rana? Ante la duda, me abstengo. En la cuadra siguiente cruzo a dos senegales con bebidas en sus manos. ¿Quién las vende? "Ella, rico, rico", contesta uno de los negros. "Una levité pomelo", suplico a la mujer con la heladerita a sus pies. Ella aclara que vende limonada. Casera, se entiende. Pego una ojeada a las botellas rescatadas, aún con restos de etiquetas... y sigo. Un tigre de fauces temibles, con ojos de plástico facetado, acecha desde una remera. Back to dark, dice la de al lado, en letra gótica.

Todas las religiones, habidas y por haber, aconsejan agradecer al Universo en orden de armonizar con él. Agradezco, entonces, toda esta oferta desplegada en las veredas: imanes de heladera, monstruos de plástico que CRECEN EN EL AGUA, zapatos de plataforma, tres remeras por noventa pesos, relojes pulsera fosforescentes, medias cortas y largas, collares chinos a cinco pesos SÓLO POR HOY. Agradezco a la ¡clienta! que en un local me dispara un "Ud debe ser un XXL...", sin saber siquiera qué ando buscando. Agradezco a los comerciantes que sólo venden al por mayor y no lo aclaran desde la puerta, a los que exhiben prendas que se les terminaron, a la empleada que informa que la ropa "no puede probarse", mientras mordisquea un helado petrificado. Eso sí, puedo yo comprarla y si no me va, volver y cambiar el talle. La lógica indica que no hay diferencia alguna entre probarme la prenda en el local o hacerlo en casa. Lo que pasa, cabecea la piba, es que su jefe está muy nervioso. "Tómeselo con calma...", le digo al hombre. "Eh! Pero imagínese, señora, sin luz..." "Sí, comprendo". Y agrego, con toda alevosía: "Ahí afuera hay un pobre mantero entre dos generadores, con un ruido imposible..." "Y bueno -contesta sin mirarme- es el precio que tiene que pagar por no haber elegido otra actividad".

El hilo se corta siempre por lo más delgado.
En la zona de Avellaneda y Nazca, los comerciantes venden la ropa a precios más que accesibles. Por estas fechas, no parecen recordar a quien de verdad los perjudica, especulando con el precio del alquiler o exigiendo una fortuna de llave. A la hora de indignarse apuntan hacia abajo, a los manteros, en su mayoría familiares de obreros explotados en talleres clandestinos.

Volviendo a casa, el colectivo se desvía. Hay un piquete a las puertas de Edesur, han cortado la avenida usando un volquete y varias bolsas de basura. Desde dos carros de infantería vigilan a los manifestantes. Así y todo, algunos se animan a lanzar lo que tienen a mano contra las persianas bajas.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Compartiendo

Libre

Ricardo Darín interpreta en El aura a un hombre que sufre epilepsia. Llama la atención lo que cuenta de sus ataques, los describe como segundos de libertad donde no existe ninguna alternativa, nada que elegir. Cualquiera pensaría lo contrario, que es más libre quien más opciones tiene. Tal vez dejarse llevar por la corriente del día sea otra forma de serlo, menos conocida.

Navidad

"Es un señor clásico, pero canchero -le explico al pibe que me atiende- anda mucho en bicicleta, tiene que ser algo fresco". Al lado mío, una jovencita pregunta a otro vendedor si no hay bermudas más económicos y ensaya después su propia descripción: "Tiene un cuerpo raro, todo le queda mal". Ahí estamos las dos, con el mismo amor.

Me regalo Mal comidos, de Soledad Barruti. La cola para pagar, en esta mañana del 24, es exitosamente larga. Mientras la fila avanza, leo la introducción del libro. Con una mezcla de satisfacción y escalofrío siento en los huesos su condición de imprescindible.

Pirotecnia

Se nota la influencia de la comunidad china, hay más arabescos en el aire que antes. Se nota, también, la competencia de siempre: quién hace más ruido, quién lanza más luces. A ver quién es el que la tiene más larga, dice la canción. Esta vez no compré el globo aerostático de otras fiestas. Un poco por olvido, otro poco porque supe de una palmera que se incendió por completo y no pudo recuperarse.

Alerta roja

Qué será de nosotros cuando el clima castigue con temperaturas bajo cero o un sol impiadoso (nos llegan mails alarmantes sobre el Polo Norte derritiéndose). Quiénes serán los sobrevivientes, cuáles los trabajos necesarios. Los generadores eléctricos que sugieren implementar en los edificios altos tienen el tamaño de un contenedor de puerto. Más contaminación, más gasto. En vez de resolver el problema de las empresas que no cumplen, buscan aumentarlo. Un panel solar puede hacer funcionar una bomba de agua, por ejemplo. Energía solar, energía eólica como alternativas.

Los shoppings son grandes consumidores de energía, sería de agradecer que atendieran de 8 a 20 hs, que usaran la luz diurna. Los carteles públicos, vidrieras, bingos y casinos gastan fortunas porque  todos se iluminan con el sólo propósito de atraer a la gente. Ochenta autos avanzan en una cuadra. Avanzan es un decir, si van a paso de hombre... Esos ochenta conductores, que viajan solos, podrían optar por el transporte público. Si sólo circulase el colectivo, el tránsito sería fluído. No son cosas que no sepamos, la información nos llega diariamente. El sábado pasado vi, a las siete y monedas y desde el colectivo, a un hombre mayor a las puertas de un kiosco. Tenía puestos musculosa, bermudas, medias de vestir hasta las rodillas y chancletas. Su pierna izquierda se veía grotescamente engrosada, roja, posiblemente diabética. Y ahí estaba él, abriendo otro paquete de cigarrillos en la vereda misma.

Somos como ese fumador, no asociamos las alertas rojas con nuestra conducta.


miércoles, 18 de diciembre de 2013

Sin luz



No se entiende palabra de lo que dice, la señora es china. Así y todo, no hace falta ser una lumbrera para comprender su reclamo, con voz furiosa agita un papel frente a la ventanilla enrejada de Edesur. Una Edesur con las persianas quemadas durante el piquete de anoche, cuando todo el barrio se quedó sin luz. Sin luz significa sin teléfono, sin televisor, sin Internet, sin ascensor, sin ventilador... sin agua. Intentando no abrir la heladera. Qué hace ese boludo avanzando con tanta imprudencia, pienso observando a un automovilista desde la ventana de la cocina. No, no es un imprudente, el semáforo está cortado.

Estamos en medio de una socialización forzada a la entrada misma del edificio, no se aguanta el calor puertas adentro. Alguien alumbra con una luz de emergencia, hay un par de gaseosas dando vueltas, una mamá joven ironiza sobre el hecho de que por fin la sacan a cenar afuera. La luz vuelve una hora más tarde (está cortada desde las cinco), pero igualmente subimos por la escalera, no es aconsejable el ascensor todavía.

"¡La puta madre, carajo!", de desahoga un vecino en la calle ante el segundo corte.

En esta nueva mañana, el barrio se siente triste. Dos empleados manipulan en la vereda los grupos electrógenos de carnicerías contiguas. En la vidriera de una panadería a oscuras, en cambio, las tortas se licúan ante nuestros ojos. Ingreso a una boutique, la encargada me pide disculpas por la falta de luz. No importa (respondo desde el probador), discúlpeme ud si le transpiro la ropa, me bañé hace sólo una hora, pero este calor es imposible. Las blusas elegidas -hermosas, finas, con detalles exclusivos- se me pegan a la espalda como una segunda piel, al quitármelas trabajo con mi respiración para no sufrir claustrofobia.

Una señora comenta, en la cola del correo, que ayer dejó sola a una abuela para la cual trabaja. "Yo no puedo subir once pisos por escalera. Sin luz, imagínese. Sin luz y sin agua, ni siquiera hubiese podido cocinarle, ni lavar los platos, ni nada. Y de ahí me voy a otro trabajo, si no puedo ducharme antes de salir, llego empapada". ¿Y la abuela quedó sola? Sí, hoy también, no tiene marido ni hijos que la atiendan.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Y se hacen llamar PRO

Había una vez un ombú, en una plaza de Buenos Aires.


Hasta que intervino el gobierno porteño. En todo estás vos, nosotros no contamos.


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martes, 10 de diciembre de 2013

Navidad, Navidad, blanca Navidad



Kitsch

No hay demasiado espíritu navideño, andamos de capa caída. Igualmente, fiel a la tradición que inicié hace un año, armé la corona para la puerta. La primera pecó de mezquina. Una cosa minúscula, producto de la timidez de quien no ejerce el catolicismo. La de hoy es otra cosa, rosas doradas y blancas con largas "briznas" que obligan a cabecear para esquivarlas. Con el arbolito no me fue mejor. Pese a haber elegido los adornos con esmero, en conjunto crean un efecto extraño.

Me consuelo pensando que, por definición, toda la parafernalia navideña es kitsch. Salvo que uno viva en una cabaña, junte ramas cargadas de piñas y las ubique de forma casual y artística sobre el hogar a leña. Me falta el centro de mesa, no quiero pensar lo que va a ser el centro de mesa.

Y van...

Nuestro nunca bien ponderado jefe de gobierno, Mauricio Macri, se ha mandado otra de las suyas. En la Reserva Ecológica, cada cien metros más o menos, se observan ahora carteles de hormigón, hierro y plástico. Unos pocos señalizan, el resto está preparado para recibir publicidad.
En la Reserva Ecológica, entiéndase bien. Una contaminación indignante. En toda zona de alto valor ecológico aconsejan no dejar señales como pañuelos, tiras o pedazos de papel que alteren el paisaje visual. Macri, querido... ¿quién te asesora? No puede este hombre disponer del espacio público como si fuese propio. Que alguien lo frene, por Dios.

Y no es Macri solo, Massa llenó el Tigre de carteles. A morir, en demasía, cada dos pasos se nos informa que estamos en el Municipio de Tigre. ¿Qué le pasa a esta gente?

Retazos de conversaciones

I

En un comercio de ropa, entre señora coqueta y vendedora.

-¿Y ésta qué precio tiene?
-Trescientos pesos.
-Uh.
-Si lo piensa bien, trescientos pesos hoy no es nada.
-Es cierto, la plata no vale nada.

La señora baja la voz.

-Mi marido murió hace seis meses, ahora cualquier ruidito que escucho de noche me da miedo.
-No, quítese esos miedos.
-Sí... Ando buscando algo para usar en las cenas del Centro de Jubilados.

II

En la calle, entre mujer obesa y nena de pelo enmarañado. La mujer suena furiosa. La nena camina a su lado intentando quitarse de la cabeza, con los dedos en pinza, lo que supongo un piojo.

-Si yo te digo que vengas, te venís, no quiero que vayas con esa gente. ¿Me escuchaste?
-¿Qué gente?
-Ese Carlos, es un hijo de puta. Yo voy a hablar con el pastor.

III

En plaza Dorrego, entre José y Rodolfo. José duerme en la calle. Se lava la cara en la canilla del muro, tiene los ojos rojos de alcohol o sueño.

-Qué lindo día, Rodolfo.
-Buen día José, hoy estás de buen ánimo.
-Claro, yo no les gané la carrera a treinta millones de espermatozoides para ser miserable.


martes, 3 de diciembre de 2013

"Esto no es un campamento: esto es un basta"



La MU de noviembre (año 7, número 71) trae el artículo más esclarecedor que yo haya leído sobre Monsanto. Es particularmente conmovedora la valentía de Sofía Gatica, enfrentando al representante de la multinacional que provocara la muerte de su hija a los tres días de nacer.

http://issuu.com/periodicomu/docs/mu_71/8

Pocos medios se ocuparon de informar sobre el último ataque al acampe en Malvinas Argentinas por parte de patotas de la UOCRA, que en acción conjunta con la policía cordobesa hirieran a madres, vecinos, jóvenes y militantes. "¿Cual es el punto máximo de acciones contra la vida? Patentar semillas. Eso es Monsanto: el punto máximo".

Ite yendo, Monsanto.

https://www.youtube.com/watch?v=tn7MmB0btGY