jueves, 12 de septiembre de 2013

Cuatro sorrentinos

Llueve. La panadería atrae como un imán, es amplia, limpia y luminosa. "Buen día", saludo festiva a un viejo (¿el dueño?) que lee su diario. Elijo un asiento mullido y me dejo caer, agradecida. Un oso polar corre peligro de muerte en el zoo de Mendoza, dice el televisor allá en lo alto. Una mujer en sus sesenta, dulce y rubia, se acerca a atenderme. ¿Qué se puede almorzar? Sorrentinos con salsa bolognesa o pollo al horno con calabaza rellena, es el Menú Ejecutivo del día, incluye postre o café. "Sorrentinos... y una Levité pomelo, por favor". Mientras espero hojeo revistas. El pelo de Susana es de nena albina, aclara un Romano indignado. Es un pelo suave. Y sano. Y fuerte.
Mirtha cree que Cristina ha llorado al conocer el resultado de las elecciones, y que después se puso corrector de ojeras. "Yo hubiese llorado a los gritos".
"Facundo me tiene los h..... al plato", confiesa Suar. Que Facu es más lindo, que Facu tiene mejores pectorales, dice Griselda.

La comida demora tanto que me da tiempo de masticar a conciencia dos pancitos con manteca y beber toda la Levité. Finalmente, los sorrentinos. Cuatro, cubiertos con la salsa. Me cacho, esto está durísimo. Los sospecho de supermercado, esas cosas congeladas que se envían cinco minutos al microondas. Me levanto y voy hacia la caja, la mujer está despachando pan. ¿Tienen microondas? Tienen. Sabedora de los tiempos en estos lugares, alcanzo yo misma el plato al mostrador, ¿serían tan amables de llevarlo dos minutos al microondas? Dos minutitos nomás, la pasta está algo cruda.

Andrea Rincón se reconcilió por cuarta vez con Ale Sergi. Karina Jelinek se enteró de la infidelidad de Fariña a través de una seguidora de Twitter. Fariña niega todo. La mejor vestida en la entrega de los Martín Fierro fue Ana María Picchio, estaba espléndida. ¡Dios, cuánto pueden demorar en terminar de cocinar cuatro sorrentinos! "Es que los hacen en el momento", justifica la mujer dulce y rubia, algo preocupada por mi gesto adusto. "Sí, pero esto los perjudica, uno sabe cuando ingresa pero no cuando sale..."

Sergio Company, otrora escenógrafo de Mirtha Legrand, tomó un curso con el doctor Kusnetzoff y se recibió de experto en orgasmos. No, no liga más por eso, lo hizo de curioso. No, no se tiñe las cejas, todos le preguntan lo mismo. Legrand suena francés y el art decó es alemán, no parece que el nuevo decorador termine de entenderlo. Cruzo y descruzo las piernas, definitivamente este asiento es caluroso. Veinte minutos después, me acerco al mostrador con intenciones belicosas, la mujer me mira como si recién ingresase al local. "Tenemos hambre", declaro. Me amparo en el plural para dar idea de que somos varios, dispuestos a todo. "Calma, calma, ya salen..." La mujer se encamina a lo que parece ser una cocina gigantesca y vuelve con la misma cantinela: "Lo que pasa es que los hacen en el momento..." Mi otro yo salta el mostrador y la toma del cuello. "Quiero mi comida ya, me oye? Ya, ahora. Hace una hora larga que me boludean con cuatro sorrentinos. ¿Acaso no saben cocinar? ¡Hasta un nene de pecho se da cuenta de que están crudos!" Nada de eso ocurre. Me fuerzo a sonreir y pregunto por el postre. "Se lo pido con tiempo, no sea cosa que demore media hora..." La expresión de la mujer fluctúa tanto como la mía. ¿Quiero leer el diario? No, gracias.

Diez minutos después, giro en el asiento y hago un gesto teatral de abatimiento, la mujer parece recordar algo y se encamina nuevamente a la cocina, luego apresura -es un decir- sus pasos y cruza por delante del mostrador hacia el lado contrario. Aquí llega mi plato. Con cinco sorrentinos. Crudos y muy calientes. No me importa nada, los espolvoreo con queso rallado y los como así, quemándome el paladar. Me quiero ir. Quiero huir de esta trampa, de las facturas brillosas en exhibición, de la mirada desconcertada de la mujer dulce y rubia, del viejo que tal vez sea el dueño o tal vez no.
Cómo saberlo. ¡Despierte, señor, están arruinando su negocio!

"¿Ensalada de frutas?", ofrece la mujer, con una copa vacía en la mano (¿ahora se apura, ahora se apura?) Estoy ante el mostrador, pagando el importe del Menú Ejecutivo a una recién llegada. "No gracias, se me hizo tarde".



13 comentarios:

  1. Pero la Levité estaba en su punto justo, ¿no?

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    1. La Levité vino volando. Once pesos, la Levité. Para mí que demoran para que uno se tome dos.

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  2. Ayer me senté a tomar un café en un bar de San Isidro al que no recordaba por qué nunca voy. Ya me acordé. Durante 15 minutos le hice señas a la nuca de varias mozas que jamás me miraron. Y me fuí sin mi café. (y muy caliente). Esta mañana, en La Plata, tenía que esperar entre trámite y trámite, entré a un bar y le avisé: Estoy en las mesas de afuera (fumo, obvio), me traerías un cortado por favor. Sí claro, me djo. Demás está decir que luego de 15 minutos me retiré. Cuando cruzaba una Diagonal (qué complicadas por favor!) ví a la moza bandeja en mano que miraba desconcertada mi mesa. La saludé batiendo la manito desde la vereda de enfrente.
    Debo ser demasiado ansiosa, o mozos eran los de antes. A ver, mujer sola con carpetas y tacos, frente o cerca de Tribunales o Registros Provinciales, que se sienta en una mesa afuera (aunque haga 5 grados bajo cero): Obviamente no está de paseo!!!! Quiere un café YA para fumarse un cigarrillo y seguir trabajando. Hoy estoy intolerante. :)

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    1. Intemperante. Así decía un compañero de laburo que gustaba de hacer la Claringrilla. "Hoy estoy intemperante".

      McDonald´s será lo que será, pero esa parte la tiene clara.

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  3. 1. Verano. Noche. Bar de Palermo "Soho". Patio trasero, lindo, con plantas y lucecitas de árbol de Navidad. Pedimos una tabla de quesos para dos y una jarra de cerveza tirada. La tabla, según la lista, se componía de queso azul, gruyere, fontina y parmesano, y venía con canasta de crostines o algo así. Al rato largo viene mozo joven- que nos habla como si fuéramos sus amigos de toda la vida- y apoya sobre la mesa un plato hondo con 4 hojas de lechuga sobre las que descansaban 4 bolitas de roquefort, 4 fetas de queso de máquina y 2 o 3 trocitos de queso de rallar. O. y yo miramos el plato. Nos miramos. Miramos al mozo, pero ya estaba lejos. Teníamos mucha sed y mucha hambre. El mozo iba y venía y parecía no ver nuestra mano en alto.Picoteamos una fetita de queso, y después una bolita de roquefort y después nos comimos el resto. Muertos de hambre. La canastita con crostines no vino nunca. Al rato llamamos al mozo para que nos cobrara. "Todo bien, ¿no?", dijo. "No flaco. Ya que preguntás, todo mal. Mirá, vos no tenés la culpa, pero decile al dueño, tutor o encargado que así no se hacen clientes. ¿Vos viste la picada que nos trajiste?" ... "Ep...sí, tenés razón... lo que pasa es que el cocinero es nuevo y..." "Claro, claro. Bueno, si querés decile al dueño que así no se atiene a la gente, Todo bien, pero no volvemos ni en pedo. Chau, gracias. ".

    Sí, Michael, solo queremos desayunar un poco, no es mucho pedir.

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    1. ¡Esas salidas terminan siendo tan caras! ¿Cómo era que se llamaba el novio de Juan Castro? Había puesto un restaurant finoli, muy top, donde servían porciones minúsculas a precios exorbitantes. ¡Y se llenaba! Iba Zulemita, por nombrar a alguien.
      Alguno comentó que se comía rico y no se engordaba. También...

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    2. Tal cual. Uno teme que va a ser así pero a veces decís, bueno, andamos por aquí, es una noche linda, el patio es lindo, dale, nos tomamos una cervecita y picamos algo. Lo que da bronca es que te cobren un fangote y te sirvan una porción lastimosa, te juro que daba vergüenza el plato con las lechugas y las microbolitas de queso, el mozo casi ni nos miraba cuando le reclamamos al final, pobre.
      Lo que de verdad no entiendo es cómo funcionan esos lugares. ¿Vuelve la gente a un lugar así? ¿Les gusta que les roben?... No entiendo.

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    3. Sentada en una pizzería cualquiera y leyendo la lista, hubo veces que me levanté y me fui. Si ellos no tienen vergüenza, ¿por qué habríamos de tenerla nosotros?

      En Havanna, Plaza Dorrego, pedí hace poco un cortado para llevar. Es decir, no me senté, no tuvieron que lavar nada. Veintitrés pesos (¡23 mangos!) ¿Cuánto vale un frasco de café? Siempre que nos pasan estas cosas decimos con una compañera:

      -Pero entonces, ¿a cuánto tenemos que vender la mercadería?
      -La gente nos tendría que sacar las cosas de las manos.

      Y después:

      -Nunca tuvimos esta conversación.
      -Nunca.

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  4. Madrid. El Museo del Jamón. Me siento en una mesa afuera, mirando la gente en la plaza. Viene el mozo antes de que termine de sentarme y le pido el sanguchito mas chiquitito que tengas, sólo por probar. Y una coca. Vuelve en menos de 2 minutos con una coca (con limón flotando dentro), y una figacita de manteca con salame. Riquìsima. Y del tamaño que yo quería. La como en 2 minutos y lo miro para pedirle la cuenta, pero ahí viene, con un sandwich hecho con la mitad de una baguette y lleeeeeno de chorizo de Pamplona. El que me trajo primero era para esperar a éste, que era el pequeñín que yo pedi. Y todo por 3 euros. Ambos (sanguchito y sanguchote) y la gaseosa. Y todo en menos de 5 minutos. Que viva España y Olé!

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    1. Uno de mis sobrinos, que ahora vive allá, en los primeros meses engordó como un chancho. Le costó lo suyo bajar todos esos kilos extras.

      El sábado, que estuvo tan feo, pasé todo el día escuchando las recetas de un compañero de feria frente mío. Terminé pidiéndole una, era una bomba de tiempo. Cebolla, morrón verde y rojos rehogados, dos latas de tomate y un poco de pomarola, una colita de cuadril cocinándose dentro, después un pote de crema bañando todo y por último al horno con una capa de queso rallado encima. "O si querés le podés poner aceite de oliva, mostaza y vinagre". Basta, me das hambre (como buen gordo, explica todo con gestos y uno puede verlo cocinando).

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  5. Ah, el sábado también vi una maravilla total en canal Gourmet. Un peruano cocinando al borde de un río. "Pescado a la amazónica", algo así.

    Con unas manos chiquitas, este maestro salteó el pescado cortado en trozos junto con repollo, cebolla colorada, ananá y qué se yo qué otra fruta de allá y le puso una pizca de esto y una pizca de aquello (todos condimentos del lugar) y ají picante, poquito. Todo sobre un fuego entremedio de las piedras, con un río de ensueño como fondo. Tiró el aceite en los bordes del wok (no al centro) y el exceso al fuego, para levantar las llamas. Qué ganas de estar ahí, qué lindo trabajo.

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