martes, 20 de agosto de 2013

La vida, esa feliz incertidumbre

Definición

Leo Esos celos que tanto dañan, un texto de Alejandro Gorenstein para la revista Viva. Casi sobre el final, me atrae una definición: La vida es una feliz incertidumbre. Lo afirma Luis Buero, psicólogo social que dicta talleres para celosos en el Hospital Tornú. Más específicamente: "Cuando uno logra entender que la vida es una feliz incertidumbre, fluye mucho mejor".

Qué cosa, nunca se me hubiese ocurrido juntar "feliz" con "incertidumbre".

Preguntillas

Vimos Corazón de león. Linda, recomendable. Lástima que el personaje que compone Francella sea poco menos que millonario (arquitecto exitoso, un caserón de aquellos, viajes a Río, etc). ¿Qué pasaría si hubiesen contado la historia de un enano en un barrio obrero, con dificultades para llegar a fin de mes? ¿Se hubiese "entendido" tan fácil el amor que despierta en la Ivana de Julieta Díaz? ¿Hubiese resultado igualmente admirable sin los logros materiales, producto de su "voluntad de hierro"?

Para ser amados, ¿alcanza con sólo ser? ¿O se trata de una utopía de libro de autoayuda?

La bolsa azul

En la entrada al edificio. Una bolsa azul oscuro, larga, con las iniciales PFA estampadas en celeste. Uno de los polícías presentes descorre un poco el cierre. La mujer se agacha y observa, su cara no refleja ninguna emoción. El Hombre, testigo circunstancial, se obliga a decir "La acompaño en el sentimiento". Él también alcanza a reconocer al vecino del 5°.

Apenas una bolsa azul.

Apenas un murmullo hoy, en la  librería. La misma mujer, seguramente, hablando de espaldas con voz queda. Las empleadas escuchan, serias. En el aire sobrevuela la palabra "trámite".

Códigos

Le robaron al barrendero de la feria, le cuento al Hombre. La carterita, con la tarjeta de crédito, la de débito y el celular. Los borrachines de siempre. Gastaron quinientos pesos en vino y cerveza antes que bloquearan la tarjeta. El barrendero se siente traicionado. "Es que ahora no hay códigos". Ladrones eran los de antes.

Cepillo, por caso, un muchacho de los más audaces. La acción se desarrollaba en la década del '50, en el Bajo Flores, barrio de taitas y malevos. Cepillo afanaba un caballo en el remate de Gripo, cerca de la cancha de Sacachispas, allá por Lacarra al fondo. Le metía una cuerdita en la boca, lo montaba en pelo y salía a mostrarse. Cuando se aburría enfilaba para Avenida del Trabajo, entre Mariano Acosta y Pergamino. Ahí, en el pulmón de manzana, quedaba el Mercado del barrio. Sobre la avenida se desplegaban locales comerciales: mercerías, sederías, tiendas de ropa y tejidos que se exhibían colgados sobre la vereda. Tal parece que a Cepillo los colores lo volvían loco, avanzaba al galope, se subía a la vereda, pasaba por una tienda cualquiera y arrebataba algo al paso. "Los turcos lo perseguían por la calle agarrándose las boinas, pero qué iban a alcanzarlo..." El espectáculo no tenía parangón. Después Cepillo repartía en la villa lo que robaba a los ricos.

Un día, un cana cualquiera cortó su galope disparándole en la espalda.

7 comentarios:

  1. "¿Para ser amados, alcanza con sólo ser?" Claro. ¿Acaso hay un solo tipo de amor?

    Saludos, Maia.

    ResponderEliminar
  2. Claro como el agua clara. ¿Cómo hace, Rob?

    ResponderEliminar
  3. O la versión robkaiana de "siempre hay un roto para un descosido".

    ResponderEliminar
  4. Mire la luna. No sé por sus pagos, acá y a esta hora parece una moneda de oro.

    ResponderEliminar
  5. Está muy bien entregarse a la vida y sus sorpresas, pero convengamos que algunas incertidumbres nos hacen infelicísimos.

    Uy, me sorprendió tu comentario. Vi la cola (bué, el tráiler, sí) de la peli de Francella y me pareció horrible todo: la historia llena de lugares comunes y mensajes políticamente correctos, Francella jibarizado... Si querían hacer una película en contra de los prejuicios, el protagonista debería haber sido un enano de verdad,no Francella convertido en una especie de Nelson pero ricachón.

    Ay, apenas un trámite...

    "Es que ahora no hay códigos" es una frase de la que abusan todos todo el tiempo, sobre todo aquellos que no tuvieron, tienen ni tendrán códigos, ni siquiera un poquito así de vergüenza (no aplica al barrendero).

    ResponderEliminar
  6. Betina, así y todo la película nos hizo llorar, a nosotros y a unos cuantos.

    En cuanto a lo de los códigos, dice el Hombre que ahí le pusieron un dedo acusador grandote, apuntando directo a su entrecejo.
    :-)

    ResponderEliminar