jueves, 12 de enero de 2017

Hermano mapuche

Clarín no informa nada, claro. Ni ayer ni hoy. Sí hay lugar, en la primera plana, para una nota sobre los boliches en la costa. "¿Adónde va, con este calor?" me gritó ayer un vecino que esperaba el corte del semáforo. "A una manifestación por los mapuches", respondí al acercarme. "¿Y por qué no se queda tranquilita en su casa?" "No, no, es una causa que hay que apoyar..." El vecino palmeó mi brazo, como quien dice "Vaya , vaya..." Caminé hacia la parada del colectivo pensando que lo suyo puede ser un resabio inconsciente de la dictadura, con su mejor intención buscaba protegerme. "¿Sabe usted dónde está su hijo ahora?", amenazaban en un aviso de las épocas oscuras. Tranquilita en su casa significa no te metas en problemas, no participes, no resistas, no protestes.

Comunidad mapuche ocupa tierras de Benetton, titulan un video en youtube. Qué hijos de puta.

http://www.resumenlatinoamericano.org/2017/01/11/nacion-mapuche-nuevamente-reprimieron-en-chubut-hay-heridos-de-bala/

La Casa de Chubut, en la calle Sarmiento 1172, está vallada. Detrás de las vallas, un policía habla por handy. Lo imagino diciendo "Por ahora todo tranquilo, cambio y fuera", o lo que sea que diga un policía. Cruzando la calle somos unos pocos, casi parecemos estar esperando algún colectivo. De a poco va llegando más y más gente, todos en silencio. Produce alegría la llegada de la primer bandera roja. Y otra, y otra más. Estudiantes universitarios, una infaltable bandera del Che, un hombre con la remera de Madres de Ituzaingó, línea fundadora. Aplausos cerrados reciben a una Madre de Plaza de Mayo, que traspone el vallado. "¡¡¡Libertad, libertad, al mapuche por luchar!!!", gritamos y aplaudimos sin desmayo, hasta enrojecer nuestras palmas. "¡No estamos todos, faltan los presos!", es otro de los cantos. "¡Gobierno, tirano, el mapuche es mi hermano!", grita uno más allá, con todos sus pulmones. La consigna prende rápidamente, después aullamos como nos enseñaron hacían los pieles rojas. No es de muy buen gusto, pero alcanza para que la policía busque refugio dentro del edificio. "Helado, helado...", busca hacer su agosto un vendedor. Nadie se anima, pese a que todos los rostros transpiran copiosamente. Sólo una señora, algo alejada, saborea uno de fruta. Un cartonero se abre paso con su carro, a su lado camina una mujer esmirriada que nos observa con curiosidad. Un grupo de música autóctona comienza una canción, con sikus y bombos. El tema se estira hasta el infinito, circular, hasta que todos sabemos la letra, hasta que todos levantamos nuestros puños en el aire cuando dice "...se hace vida con el sol...". Una turista, o al menos lo parece, sigue el ritmo con el timbre de su bicicleta. Algunos desaforados golpean las vallas al grito de muerte al Estado. Un fotógrafo extranjero sonríe divertido ante esta mescolanza de música, gente danzando, estruendos metálicos e insultos de calibres varios.

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