lunes, 21 de octubre de 2013

Viajar

El tren

Chocó un tren en Once. Otro tren. Se subió al andén. Las voces se repiten de puesto en puesto. De repente la plaza -un espacio abierto- produce claustrofobia. No tenemos una miserable radio, salvo la del auto de una compañera y ella no sabe cómo sintonizar AM. Un helicóptero sobrevuela el aire.
"El maquinista salió así, ensangrentado... -grafica uno, caminando tambaleante- ...y la gente quiso cagarlo a piñas". Se sonríe, incrédulo (como si no fuese suficiente chocar, encima te castigan).
¿Hay heridos, muertos? Che, ¿se sabe algo más de Once?

"Yo estuve en Once, vengo de ahí", dice una fotógrafa menuda (es nuestra Jackie Onassis, imposible encontrarle la mirada tras esos anteojos de sol). ¿Y?, preguntamos todos. La respuesta se hace esperar. "Hay muchas ambulancias, está todo cortado". Lo parió, la puta que lo parió. Es un sabotaje, le digo a Mónica. ¿Cómo un sabotaje? Y sí, ¿no te parece extraño, tan cerca de las elecciones? Pero no serían capaces de eso, o sí? De eso, y más.

Pero el Hombre piensa diferente. No es un sabotaje, ese es el discurso que conviene instalar. O que la culpa la tiene el laburante. Y lo cierto es que, más allá de si el maquinista se quedó dormido, estaba drogado o venía leyendo, la vida de los usuarios no puede depender de una persona que seguramente tendrá sus fallas, como todos. Los trenes deberían contar con el sistema de frenado automático, lo que pasa es que se dedicaron a maquillarlos y nada más.

http://www.youtube.com/watch?v=zAyutZhTbpo

El subte



Viajo en el subte, por algún motivo falta la voz de los parlantes que anuncia las estaciones. Tuerzo el cuello para mirar por la ventanilla, pero sólo veo parte del andén y ningún cartel. Son mis primeras veces, tampoco estoy segura de qué lado bajarme. Levanto la vista para preguntarle al muchacho enfrente mío, pero viene disfrutando una canción con los ojos cerrados (su cabeza se mueve a un lado y al otro). "En qué estación estamos, no alcanzo a ver...", le pregunto entonces a una gordita que carga un bolso enorme. "Primera Junta", dice ella y sonríe con simpatía, debo tener pinta de alemana perdida. Una gordita con onda, pienso observando las calzas blancas y negras y el bolso plateado. Cuatro estaciones antes de Alberti me levanto para acercarme a las puertas y poder bajar sin complicaciones. Un flaco se deja caer en el asiento vacío, ganándole de mano a la gordita (de reojo alcanzo a ver la expresión de su rostro, ese lugar le correspondía a ella). Aunque informo que bajo en la próxima, quedo en una extraña postura: en medio del vagón, de costado, comprimida, sin poder asirme de ningún pasamanos. No está para viajar de punta en blanco ni con puntillas, pienso. Mejor en ropa de trabajo. Ombú, por caso. Pegado a mí, un muchacho con auriculares. Tiene cuatro pelos blancos en su oreja, mi mirada viaja de esos pelos a un colgante con argollas minúsculas en oro blanco, amarillo y rojo. La chica que lo luce viaja con su novio, de espaldas a las puertas. No puedo evitar pensar en el Sarmiento, cómo se vivirá un choque en medio de una aglomeración. Cuando el subte se acerca a la parada, hay tensión creciente y empujones. "Permiso, permiso..."

Para darnos paso, la parejita debe salir al andén e ingresar nuevamente.

6 comentarios:

  1. En auto no está mucho mejor la situación le cuento. Veinte minutos para recorrer lo que hace unos años recorría en cinco. Seis vueltas manzana para terminar estacionando a cuatro cuadras. Conductores alterados -estamos todos nerviosos-, bocinazo en cuanto el semáforo pasa de rojo a amarillo, no vaya a ser que pierda un segundo.
    Subte en mi pago no existe. El tren me queda a quince cuadras y no hay colectivo que me lleve desde casa. En bici lo mas probable es que me la afanen antes de llegar a destino. Ja!
    Calabaza, calabaza, cada uno en su casa y listo. Trabajemos por internet, visitemonos, charlemos, enamoremonos, hagamos compras, paguemos cuentas, todo sin movernos de nuestros hogares. Aguante la internet!

    ResponderEliminar
  2. Sí, hoy quedé en encontrarme con un compañero a las 11, llegó 12 y pico. Entre que se quedó atascado en el tránsito y no encontraba dónde estacionar y no se acordaba qué bar le había dicho... Muy despistado.

    Yo no mucho mejor, le dije en "El clavel" y ahora se llama "El patio de Flores", no iba a llegar nunca! (en un momento pensé, "¿por qué tengo el pelo tan apelmazado?, no se me seca nunca..." Ahí me di cuenta de que había olvidado quitar la crema enjuague).

    Me hizo acordar, a un compañero de feria le robaron la bici en Constitución. Un pibe ágil (por suerte), había ido con una amiga a visitar un shopping nuevo. Cuando salió, la bici ya no estaba. Alcanzó a ver al ladrón y empezó a correrlo, pero después lo perdió de vista. Se le ocurrió que podría haber ido a tomar el tren, así que corrió hasta la estación, le explicó a los guardias y pasó al andén.

    Su bici estaba ya muy instalada en el vagón correspondiente. Entró, la sacó, se subió encima y entró a pedalear como alma que lleva el diablo (mirando por sobre el hombro a ver si lo seguían). Cuando volvió a la feria se cansó de contarlo, lo recibimos como a un héroe.

    ResponderEliminar
  3. Jajajaja, la crema enjuague!!! Me hizo acordar de una que me mandé hace unos años. Quedé con una amiga para encontrarme en Alto Palermo. Y allá fuí, sólo que me equivoqué de shopping y fuí al Paseo Alcorta. Llego, le mando sms y le digo estoy en Mc. Donalds. Al ratito ella: no te veo. Yo: en la entrada! Ella: hay mucha gente. Bueno, le resumo, después de 10 sms y 15 minutos, la llamo (pensando que mina mas boluda) y después de otros 10 minutos de "estoy al lado de la caja 1" "detrás de la gorda" "no te veo!!!" etc., nos dimos cuenta que estábamos en shopping distintos.

    ResponderEliminar
  4. jajaja, me encantó.

    Lo mío es de familia, le cuento una de mi vieja... Allá lejos y hace tiempo, ingresó a su negocio una señora y se pusieron a conversar animadamente. Charla va, charla viene, al final mi vieja dijo: "Vos me vas a disculpar, pero no recuerdo de dónde te conozco..."
    "Soy tu consuegra", contestó la otra, con cara de tujes. Mamá no sabía cómo arreglarla ("ah, pero tenés el pelo diferente", "¿vos usabas anteojos?", etc), mi hermano se casaba en pocas semanas con la hija de esta pobre mujer.

    Tengo un par de amigos en Necochea, hasta el día de hoy no recuerdo quién es quién. Eugenio me escribió que no anda bien de salud (¿o fue Rodolfo?) Un día les confesé la verdad y se tomaron la molestia de explicarme cómo se llama cada uno... ¡pero volví a olvidarme!

    ResponderEliminar
  5. Jajajajaaaaa!!!! su vieja una ídola! Y lo de sus amigos se lo creo totalmente, es mas, Ud. sabe que por mas que se lo digan 100 veces jamás va a recordar quien es quien. Juro que me pasa lo mismo con una pareja de amigos de mi hermana. Alejandro y Carlos. Los veo en todos los cumpleaños hace 20 años. Pero siempre serán Alejandro y Carlos, los dos, vaya a saber cual es cual. Me lo paso cada cumpleaños prestando atención a ver si pesco el nombre de cada uno, y casi siempre lo logro, juro que lo voy recordar, invento reglas mnemotécnicas, pero nada.

    ResponderEliminar
  6. Ud me entiende cabalmente. Es así nomás. Juntaré coraje para pedirles que me envíen una foto especificando (nuevamente) quién es quién.

    Es jodido con las clientas, a veces las trato como si las viese por primera vez (para mí es así) y contestan cosas como "ya te llevé varios pares, tengo uno de cada color".
    Me excuso entonces diciendo que pasa mucha gente y es imposible retener las caras de todos, pero ¿cuántas veces puedo usar el mismo argumento con la misma persona?
    Cuando camino suelo cruzarme con un hombre que me saluda cordialmente. Si no fuese porque tiene un cachorro de dogo, un monstruo blanco que parece una vaca, lo desconocería totalmente. Qué sé yo quién es, se parece a otros treinta tipos en buzo y zapatillas.

    ResponderEliminar