Gente y más gente, con puestos improvisados en las veredas, con carritos, esquivando baldosas rotas, esquivándose, la zona es hoy un hervidero. La luz se corta mientras camino en busca de un batón de algodón para mamá y algo igualmente fresco para mí. Por suerte (¿por suerte?) cada local parece contar ahora con su propio generador eléctrico, casi todos marca Gamma u Honda. El cablerío que ingresa a los comercios se resguarda apenas bajo cartones pegados a la vereda con cinta de embalar. Alguna gente lo elude, otros -más distraídos- lo pisan o le pasan el carrito por encima. Giro la cabeza buscando entender de qué trata esto de los seis mil, seis mil quinientos... qué? escritos al costado de los aparatos y cruzo miradas con un hombre que vende carteras en la vereda, a pleno rayo del sol. Parece agradecer que alguien vea más allá de las ofertas del día, su paño se ubica entre dos generadores, a cual más ruidoso. No sólo son ruidosos, largan además un calor sofocante. Dos pasos más allá hay otro generador, y otro y otro más... hasta donde la vista alcanza. "¡Es inhumano!", le grito haciendo bocina por sobre el rugir de los motores. El hombre asiente, no sé siquiera si alcanzó a escucharme. Un camión de bomberos se suma al infierno.
El vendedor refleja mi mismo desgano, los dos nos acercamos arrastrando los pies. ¿Tiene polleras? ¿Vestidos frescos? Señala un perchero lleno de prendas largas y coloridas. No, busco para mi mamá. ¿Puede ser -me digo varios intentos después- que abusen tanto de las imágenes tropicales y parisinas? Arrastro mi humanidad hacia una calle paralela, allá (me prometieron) hay ropa de señora. Sí, vestidos traslúcidos o de telas sofocantes. No puede ser tan complicado, mi reino por algo frío. ¿Dónde hay un kiosco? Ahí, en la esquina. Es más un boliche de barrio, muy viejo y oscuro, que tienta desde sus pizarras con platos como Patitas de pescado o Lentejas rellenas. No me da la cabeza, será el calor. ¿Cómo puede rellenarse una lenteja? Las patitas, ¿no eran de rana? Ante la duda, me abstengo. En la cuadra siguiente cruzo a dos senegales con bebidas en sus manos. ¿Quién las vende? "Ella, rico, rico", contesta uno de los negros. "Una levité pomelo", suplico a la mujer con la heladerita a sus pies. Ella aclara que vende limonada. Casera, se entiende. Pego una ojeada a las botellas rescatadas, aún con restos de etiquetas... y sigo. Un tigre de fauces temibles, con ojos de plástico facetado, acecha desde una remera. Back to dark, dice la de al lado, en letra gótica.
Todas las religiones, habidas y por haber, aconsejan agradecer al Universo en orden de armonizar con él. Agradezco, entonces, toda esta oferta desplegada en las veredas: imanes de heladera, monstruos de plástico que CRECEN EN EL AGUA, zapatos de plataforma, tres remeras por noventa pesos, relojes pulsera fosforescentes, medias cortas y largas, collares chinos a cinco pesos SÓLO POR HOY. Agradezco a la ¡clienta! que en un local me dispara un "Ud debe ser un XXL...", sin saber siquiera qué ando buscando. Agradezco a los comerciantes que sólo venden al por mayor y no lo aclaran desde la puerta, a los que exhiben prendas que se les terminaron, a la empleada que informa que la ropa "no puede probarse", mientras mordisquea un helado petrificado. Eso sí, puedo yo comprarla y si no me va, volver y cambiar el talle. La lógica indica que no hay diferencia alguna entre probarme la prenda en el local o hacerlo en casa. Lo que pasa, cabecea la piba, es que su jefe está muy nervioso. "Tómeselo con calma...", le digo al hombre. "Eh! Pero imagínese, señora, sin luz..." "Sí, comprendo". Y agrego, con toda alevosía: "Ahí afuera hay un pobre mantero entre dos generadores, con un ruido imposible..." "Y bueno -contesta sin mirarme- es el precio que tiene que pagar por no haber elegido otra actividad".
El hilo se corta siempre por lo más delgado.
En la zona de Avellaneda y Nazca, los comerciantes venden la ropa a precios más que accesibles. Por estas fechas, no parecen recordar a quien de verdad los perjudica, especulando con el precio del alquiler o exigiendo una fortuna de llave. A la hora de indignarse apuntan hacia abajo, a los manteros, en su mayoría familiares de obreros explotados en talleres clandestinos.
Volviendo a casa, el colectivo se desvía. Hay un piquete a las puertas de Edesur, han cortado la avenida usando un volquete y varias bolsas de basura. Desde dos carros de infantería vigilan a los manifestantes. Así y todo, algunos se animan a lanzar lo que tienen a mano contra las persianas bajas.
lunes, 30 de diciembre de 2013
jueves, 26 de diciembre de 2013
Compartiendo
Libre
Ricardo Darín interpreta en El aura a un hombre que sufre epilepsia. Llama la atención lo que cuenta de sus ataques, los describe como segundos de libertad donde no existe ninguna alternativa, nada que elegir. Cualquiera pensaría lo contrario, que es más libre quien más opciones tiene. Tal vez dejarse llevar por la corriente del día sea otra forma de serlo, menos conocida.
Navidad
"Es un señor clásico, pero canchero -le explico al pibe que me atiende- anda mucho en bicicleta, tiene que ser algo fresco". Al lado mío, una jovencita pregunta a otro vendedor si no hay bermudas más económicos y ensaya después su propia descripción: "Tiene un cuerpo raro, todo le queda mal". Ahí estamos las dos, con el mismo amor.
Me regalo Mal comidos, de Soledad Barruti. La cola para pagar, en esta mañana del 24, es exitosamente larga. Mientras la fila avanza, leo la introducción del libro. Con una mezcla de satisfacción y escalofrío siento en los huesos su condición de imprescindible.
Pirotecnia
Se nota la influencia de la comunidad china, hay más arabescos en el aire que antes. Se nota, también, la competencia de siempre: quién hace más ruido, quién lanza más luces. A ver quién es el que la tiene más larga, dice la canción. Esta vez no compré el globo aerostático de otras fiestas. Un poco por olvido, otro poco porque supe de una palmera que se incendió por completo y no pudo recuperarse.
Alerta roja
Qué será de nosotros cuando el clima castigue con temperaturas bajo cero o un sol impiadoso (nos llegan mails alarmantes sobre el Polo Norte derritiéndose). Quiénes serán los sobrevivientes, cuáles los trabajos necesarios. Los generadores eléctricos que sugieren implementar en los edificios altos tienen el tamaño de un contenedor de puerto. Más contaminación, más gasto. En vez de resolver el problema de las empresas que no cumplen, buscan aumentarlo. Un panel solar puede hacer funcionar una bomba de agua, por ejemplo. Energía solar, energía eólica como alternativas.
Los shoppings son grandes consumidores de energía, sería de agradecer que atendieran de 8 a 20 hs, que usaran la luz diurna. Los carteles públicos, vidrieras, bingos y casinos gastan fortunas porque todos se iluminan con el sólo propósito de atraer a la gente. Ochenta autos avanzan en una cuadra. Avanzan es un decir, si van a paso de hombre... Esos ochenta conductores, que viajan solos, podrían optar por el transporte público. Si sólo circulase el colectivo, el tránsito sería fluído. No son cosas que no sepamos, la información nos llega diariamente. El sábado pasado vi, a las siete y monedas y desde el colectivo, a un hombre mayor a las puertas de un kiosco. Tenía puestos musculosa, bermudas, medias de vestir hasta las rodillas y chancletas. Su pierna izquierda se veía grotescamente engrosada, roja, posiblemente diabética. Y ahí estaba él, abriendo otro paquete de cigarrillos en la vereda misma.
Somos como ese fumador, no asociamos las alertas rojas con nuestra conducta.
Ricardo Darín interpreta en El aura a un hombre que sufre epilepsia. Llama la atención lo que cuenta de sus ataques, los describe como segundos de libertad donde no existe ninguna alternativa, nada que elegir. Cualquiera pensaría lo contrario, que es más libre quien más opciones tiene. Tal vez dejarse llevar por la corriente del día sea otra forma de serlo, menos conocida.
Navidad
"Es un señor clásico, pero canchero -le explico al pibe que me atiende- anda mucho en bicicleta, tiene que ser algo fresco". Al lado mío, una jovencita pregunta a otro vendedor si no hay bermudas más económicos y ensaya después su propia descripción: "Tiene un cuerpo raro, todo le queda mal". Ahí estamos las dos, con el mismo amor.
Me regalo Mal comidos, de Soledad Barruti. La cola para pagar, en esta mañana del 24, es exitosamente larga. Mientras la fila avanza, leo la introducción del libro. Con una mezcla de satisfacción y escalofrío siento en los huesos su condición de imprescindible.
Pirotecnia
Se nota la influencia de la comunidad china, hay más arabescos en el aire que antes. Se nota, también, la competencia de siempre: quién hace más ruido, quién lanza más luces. A ver quién es el que la tiene más larga, dice la canción. Esta vez no compré el globo aerostático de otras fiestas. Un poco por olvido, otro poco porque supe de una palmera que se incendió por completo y no pudo recuperarse.
Alerta roja
Qué será de nosotros cuando el clima castigue con temperaturas bajo cero o un sol impiadoso (nos llegan mails alarmantes sobre el Polo Norte derritiéndose). Quiénes serán los sobrevivientes, cuáles los trabajos necesarios. Los generadores eléctricos que sugieren implementar en los edificios altos tienen el tamaño de un contenedor de puerto. Más contaminación, más gasto. En vez de resolver el problema de las empresas que no cumplen, buscan aumentarlo. Un panel solar puede hacer funcionar una bomba de agua, por ejemplo. Energía solar, energía eólica como alternativas.
Los shoppings son grandes consumidores de energía, sería de agradecer que atendieran de 8 a 20 hs, que usaran la luz diurna. Los carteles públicos, vidrieras, bingos y casinos gastan fortunas porque todos se iluminan con el sólo propósito de atraer a la gente. Ochenta autos avanzan en una cuadra. Avanzan es un decir, si van a paso de hombre... Esos ochenta conductores, que viajan solos, podrían optar por el transporte público. Si sólo circulase el colectivo, el tránsito sería fluído. No son cosas que no sepamos, la información nos llega diariamente. El sábado pasado vi, a las siete y monedas y desde el colectivo, a un hombre mayor a las puertas de un kiosco. Tenía puestos musculosa, bermudas, medias de vestir hasta las rodillas y chancletas. Su pierna izquierda se veía grotescamente engrosada, roja, posiblemente diabética. Y ahí estaba él, abriendo otro paquete de cigarrillos en la vereda misma.
Somos como ese fumador, no asociamos las alertas rojas con nuestra conducta.
miércoles, 18 de diciembre de 2013
Sin luz
No se entiende palabra de lo que dice, la señora es china. Así y todo, no hace falta ser una lumbrera para comprender su reclamo, con voz furiosa agita un papel frente a la ventanilla enrejada de Edesur. Una Edesur con las persianas quemadas durante el piquete de anoche, cuando todo el barrio se quedó sin luz. Sin luz significa sin teléfono, sin televisor, sin Internet, sin ascensor, sin ventilador... sin agua. Intentando no abrir la heladera. Qué hace ese boludo avanzando con tanta imprudencia, pienso observando a un automovilista desde la ventana de la cocina. No, no es un imprudente, el semáforo está cortado.
Estamos en medio de una socialización forzada a la entrada misma del edificio, no se aguanta el calor puertas adentro. Alguien alumbra con una luz de emergencia, hay un par de gaseosas dando vueltas, una mamá joven ironiza sobre el hecho de que por fin la sacan a cenar afuera. La luz vuelve una hora más tarde (está cortada desde las cinco), pero igualmente subimos por la escalera, no es aconsejable el ascensor todavía.
"¡La puta madre, carajo!", de desahoga un vecino en la calle ante el segundo corte.
En esta nueva mañana, el barrio se siente triste. Dos empleados manipulan en la vereda los grupos electrógenos de carnicerías contiguas. En la vidriera de una panadería a oscuras, en cambio, las tortas se licúan ante nuestros ojos. Ingreso a una boutique, la encargada me pide disculpas por la falta de luz. No importa (respondo desde el probador), discúlpeme ud si le transpiro la ropa, me bañé hace sólo una hora, pero este calor es imposible. Las blusas elegidas -hermosas, finas, con detalles exclusivos- se me pegan a la espalda como una segunda piel, al quitármelas trabajo con mi respiración para no sufrir claustrofobia.
Una señora comenta, en la cola del correo, que ayer dejó sola a una abuela para la cual trabaja. "Yo no puedo subir once pisos por escalera. Sin luz, imagínese. Sin luz y sin agua, ni siquiera hubiese podido cocinarle, ni lavar los platos, ni nada. Y de ahí me voy a otro trabajo, si no puedo ducharme antes de salir, llego empapada". ¿Y la abuela quedó sola? Sí, hoy también, no tiene marido ni hijos que la atiendan.
miércoles, 11 de diciembre de 2013
Y se hacen llamar PRO
Había una vez un ombú, en una plaza de Buenos Aires.
Hasta que intervino el gobierno porteño. En todo estás vos, nosotros no contamos.
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Hasta que intervino el gobierno porteño. En todo estás vos, nosotros no contamos.
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martes, 10 de diciembre de 2013
Navidad, Navidad, blanca Navidad
Kitsch
No hay demasiado espíritu navideño, andamos de capa caída. Igualmente, fiel a la tradición que inicié hace un año, armé la corona para la puerta. La primera pecó de mezquina. Una cosa minúscula, producto de la timidez de quien no ejerce el catolicismo. La de hoy es otra cosa, rosas doradas y blancas con largas "briznas" que obligan a cabecear para esquivarlas. Con el arbolito no me fue mejor. Pese a haber elegido los adornos con esmero, en conjunto crean un efecto extraño.
Me consuelo pensando que, por definición, toda la parafernalia navideña es kitsch. Salvo que uno viva en una cabaña, junte ramas cargadas de piñas y las ubique de forma casual y artística sobre el hogar a leña. Me falta el centro de mesa, no quiero pensar lo que va a ser el centro de mesa.
Y van...
Nuestro nunca bien ponderado jefe de gobierno, Mauricio Macri, se ha mandado otra de las suyas. En la Reserva Ecológica, cada cien metros más o menos, se observan ahora carteles de hormigón, hierro y plástico. Unos pocos señalizan, el resto está preparado para recibir publicidad.
En la Reserva Ecológica, entiéndase bien. Una contaminación indignante. En toda zona de alto valor ecológico aconsejan no dejar señales como pañuelos, tiras o pedazos de papel que alteren el paisaje visual. Macri, querido... ¿quién te asesora? No puede este hombre disponer del espacio público como si fuese propio. Que alguien lo frene, por Dios.
Y no es Macri solo, Massa llenó el Tigre de carteles. A morir, en demasía, cada dos pasos se nos informa que estamos en el Municipio de Tigre. ¿Qué le pasa a esta gente?
Retazos de conversaciones
I
En un comercio de ropa, entre señora coqueta y vendedora.
-¿Y ésta qué precio tiene?
-Trescientos pesos.
-Uh.
-Si lo piensa bien, trescientos pesos hoy no es nada.
-Es cierto, la plata no vale nada.
La señora baja la voz.
-Mi marido murió hace seis meses, ahora cualquier ruidito que escucho de noche me da miedo.
-No, quítese esos miedos.
-Sí... Ando buscando algo para usar en las cenas del Centro de Jubilados.
II
En la calle, entre mujer obesa y nena de pelo enmarañado. La mujer suena furiosa. La nena camina a su lado intentando quitarse de la cabeza, con los dedos en pinza, lo que supongo un piojo.
-Si yo te digo que vengas, te venís, no quiero que vayas con esa gente. ¿Me escuchaste?
-¿Qué gente?
-Ese Carlos, es un hijo de puta. Yo voy a hablar con el pastor.
III
En plaza Dorrego, entre José y Rodolfo. José duerme en la calle. Se lava la cara en la canilla del muro, tiene los ojos rojos de alcohol o sueño.
-Qué lindo día, Rodolfo.
-Buen día José, hoy estás de buen ánimo.
-Claro, yo no les gané la carrera a treinta millones de espermatozoides para ser miserable.
martes, 3 de diciembre de 2013
"Esto no es un campamento: esto es un basta"
La MU de noviembre (año 7, número 71) trae el artículo más esclarecedor que yo haya leído sobre Monsanto. Es particularmente conmovedora la valentía de Sofía Gatica, enfrentando al representante de la multinacional que provocara la muerte de su hija a los tres días de nacer.
http://issuu.com/periodicomu/docs/mu_71/8
Pocos medios se ocuparon de informar sobre el último ataque al acampe en Malvinas Argentinas por parte de patotas de la UOCRA, que en acción conjunta con la policía cordobesa hirieran a madres, vecinos, jóvenes y militantes. "¿Cual es el punto máximo de acciones contra la vida? Patentar semillas. Eso es Monsanto: el punto máximo".
Ite yendo, Monsanto.
https://www.youtube.com/watch?v=tn7MmB0btGY
jueves, 28 de noviembre de 2013
¿Ciudad Verde? Tapada de hormigón...
Un amigo ha pasado un papel bajo nuestra puerta, la fotocopia de una nota publicada en La Prensa. Viene a cuento, a pesar de la lucha emprendida por los vecinos participativos de las comunas, Macri consiguió convertir en ley la privatización del espacio público para emprendimientos gastronómicos. Duele de sólo pensarlo, el lunes paseamos por la Costanera Sur y era todo una mugre. La nota de mi admirado Livingston dice así:
BARES EN LAS PLAZAS
¿Qué mejor lugar que una plaza para poner un bar? ¿Quién puede dudarlo? Contarán con baños públicos (¿o serán “sólo para clientes?”), camiones proveedores, cajones y depósitos de basura. Crecerán como crecen todos los edificios con espacio alrededor. Abundan los antecedentes. Los bosques de Palermo han sido invadidos permanentemente por los sucesivos gobiernos de la ciudad, violando disposiciones vigentes. En los últimos años las 720 hectáreas originales del parque se redujeron a 120 libradas al público. El último caso -denunciado por los Amigos del Lago de Palermo- es generar “un nuevo polo gastronómico” en el Paseo de la Infanta. Otro caso bastante reciente fue construir sucursales bancarias de hormigón armado, estilo Banco de Londres, en las plazas porteñas. El autor de la idea fue el intendente Suárez Lastra (1987-1989). Los edificios fueron construidos y acertadamente demolidos pocos años después. Extendiendo un poco estas propuestas, todo debería ser instalado en las plazas, hasta completar su desaparición… El espacio abierto no es percibido como una presencia (precisamente de vacío) sino como una carencia: “¿Que podríamos poner allí?” es la pregunta. Pero el espacio habitable necesita vacíos, plazas, verdes, juegos de niños. En nuestra ciudad hace falta más espacio “vacío” y no menos. A la salida del cine necesitamos dirigir la vista al cielo y respirar profundo.
Quizá sea por eso que los porteños necesitamos tanto de las “escapadas”: sólo se escapan los prisioneros.
Arq. Rodolfo Livingston
supernova@house.com.ar
Publicado el 12/11/2013
supernova@house.com.ar
PropAMBA en Radio Asamblea
Rodolfo Livingston, Mariano Bibolini, Bernardo Zabala
Radio Asamblea FM 94.1
Lunes a las 20:00 hs. todos los lunes, por internet http://www.radioasamblea.com/
Rodolfo Livingston, Mariano Bibolini, Bernardo Zabala
Radio Asamblea FM 94.1
Lunes a las 20:00 hs. todos los lunes, por internet http://www.radioasamblea.com/
martes, 26 de noviembre de 2013
Prejuicios y certezas
Le orinaba en la nuca para refrescarlo
Se ve que ando riendo fuerte, el muchacho me pregunta si está bueno. Sí, respondo. Trata de un esquimal que debe abandonar a su suegra en una zona helada, a la espera del Gran Hermano Oso. Pero le da prurito... aquella vez que se resfrió por salir desabrigado, ella le prodigó los mejores cuidados. Leo en voz alta: "Le pegaba brutales golpes en la espalda con un besugo para espantar la fiebre y luego le orinaba en la nuca para refrescarlo. También le había punzado la vejiga con una espina de salmón para permitir que escaparan los dioses del Mal y lo había alimentado con vísceras crudas de zorro y bosta de ciervo durante noches enteras".
El pibe también ríe, aunque dudo que haya prestado la misma atención inicial sobre el final del párrafo. Me tocan todos, pienso observándolo de reojo. Rastas, remera intervenida a tijeretazos, pantalones demasiado cortos, escandalosas medias a rayas y zapatillas. En la mochila carga una rueda pequeña, sin pedales ni nada, una simple rueda de metal. Le compra una piedra al artesano de enfrente y paga los diez pesos que vale, moneda sobre moneda. El artesano, puro corazón, le regala dos más y le explica cómo puede sacar tres dijes de cada una. "Cincuenta pesos, mínimo, cada dije". Qué contento está el pibe, tan contento que se sienta sobre el muro y se pone a conversar con el artesano como si se conociesen de toda la vida. Del otro lado ha armado una chica que vende pipas para marihuana (ahora mismo está tallando una) y yo en medio -muy sentada en mi silla, muy señora- leyendo el libro de Fontanarrosa. La chica tenía todo el muro para instalarse, pero no... tuvo que pegarse a mi paño con su amiga fellinesca que cuenta a gritos cómo la llevaron presa, jaajá jajá y entonces el cana jijí jujú. Me tocan todos. Eso me pasa por armar un feriado de lluvia, quién me manda a armar un feriado de lluvia, podría estar en casa mirando alguna película, en cambio estoy aquí rodeada de freaks, nerds, o como se diga. El artesano ofrece un trago de jugo de segunda marca, o tal vez tercera, que declino amablemente. El pibe se pone a jugar con un diábolo en medio de la calle. Hay que reconocerle maestría. Ya no es más un joven sucio y desaliñado, ante mis propios ojos y en cuestión de segundos se ha trasformado en un bailarín diestro, el diábolo en sus manos parece un yoyo gigante. Todo en él es armonía mientras gira en el aire: las largas rastas, la remera tajeada a los costados, las medias de gnomo navideño. Admirada, levanto el pulgar en señal de aprobación. Me dedica entonces la rutina que hace frente a los semáforos, con saludo final y todo.
-¿Hacés circo?
-No, aprendí en la calle.
-¿Y qué hacés con la rueda?
-Equilibrio.
-¿Así nomás, sin pedales ni nada?
-Así nomás.
Sentado otra vez al lado mío, me cuenta que en el verano trabaja en un restaurante de la costa, frente al casino. Que está de cocinero hace ocho años, que ya lo conocen todos, que se encarga de los pescados, las carnes y la pizzas, que es un restaurant importante pero él en el invierno se aburre. Mientras conversa se quita las zapatillas (que deja caer) y las medias (que vuelan encima) y acomoda los pies descalzos sobre el muro. Mi paño está a escasos centímetros de su desparpajo.
Muy anti-venta. Muy, muy anti-venta. Eso me pasa por armar un feriado de lluvia, etc, etc.
La vieja del cuento se salva del oso.
Afiladísima
En la película Sin límites, el protagonista consume una droga que le permite utilizar su cerebro al 100%. Toda la información que alguna vez leyó, vio o escuchó está presente para él, ordenada y disponible.
Inspirada por la trama, miro a mi alrededor en el colectivo. ¿Cuál será el próximo asiento libre? Ese. Con total certeza, me acerco al asiento en cuestión. A los pocos minutos, la mujer al lado de la ventanilla descorre el cierre de su cartera y saca un llavero con un conejo de paño. ¿Cómo supe? Algo en mi inconsciente debe haber registrado una señal mínima, tal vez cierta tensión en su cuello. Qué bien, estoy afiladísima.
Cuando toco timbre en mi parada, la mujer del llavero, aún sentada, cogotea la altura por la ventanilla. Moraleja: aunque tu cerebro funcione al máximo, siempre habrá alguien que amague levantarse quince cuadras antes.
Se ve que ando riendo fuerte, el muchacho me pregunta si está bueno. Sí, respondo. Trata de un esquimal que debe abandonar a su suegra en una zona helada, a la espera del Gran Hermano Oso. Pero le da prurito... aquella vez que se resfrió por salir desabrigado, ella le prodigó los mejores cuidados. Leo en voz alta: "Le pegaba brutales golpes en la espalda con un besugo para espantar la fiebre y luego le orinaba en la nuca para refrescarlo. También le había punzado la vejiga con una espina de salmón para permitir que escaparan los dioses del Mal y lo había alimentado con vísceras crudas de zorro y bosta de ciervo durante noches enteras".
El pibe también ríe, aunque dudo que haya prestado la misma atención inicial sobre el final del párrafo. Me tocan todos, pienso observándolo de reojo. Rastas, remera intervenida a tijeretazos, pantalones demasiado cortos, escandalosas medias a rayas y zapatillas. En la mochila carga una rueda pequeña, sin pedales ni nada, una simple rueda de metal. Le compra una piedra al artesano de enfrente y paga los diez pesos que vale, moneda sobre moneda. El artesano, puro corazón, le regala dos más y le explica cómo puede sacar tres dijes de cada una. "Cincuenta pesos, mínimo, cada dije". Qué contento está el pibe, tan contento que se sienta sobre el muro y se pone a conversar con el artesano como si se conociesen de toda la vida. Del otro lado ha armado una chica que vende pipas para marihuana (ahora mismo está tallando una) y yo en medio -muy sentada en mi silla, muy señora- leyendo el libro de Fontanarrosa. La chica tenía todo el muro para instalarse, pero no... tuvo que pegarse a mi paño con su amiga fellinesca que cuenta a gritos cómo la llevaron presa, jaajá jajá y entonces el cana jijí jujú. Me tocan todos. Eso me pasa por armar un feriado de lluvia, quién me manda a armar un feriado de lluvia, podría estar en casa mirando alguna película, en cambio estoy aquí rodeada de freaks, nerds, o como se diga. El artesano ofrece un trago de jugo de segunda marca, o tal vez tercera, que declino amablemente. El pibe se pone a jugar con un diábolo en medio de la calle. Hay que reconocerle maestría. Ya no es más un joven sucio y desaliñado, ante mis propios ojos y en cuestión de segundos se ha trasformado en un bailarín diestro, el diábolo en sus manos parece un yoyo gigante. Todo en él es armonía mientras gira en el aire: las largas rastas, la remera tajeada a los costados, las medias de gnomo navideño. Admirada, levanto el pulgar en señal de aprobación. Me dedica entonces la rutina que hace frente a los semáforos, con saludo final y todo.
-¿Hacés circo?
-No, aprendí en la calle.
-¿Y qué hacés con la rueda?
-Equilibrio.
-¿Así nomás, sin pedales ni nada?
-Así nomás.
Sentado otra vez al lado mío, me cuenta que en el verano trabaja en un restaurante de la costa, frente al casino. Que está de cocinero hace ocho años, que ya lo conocen todos, que se encarga de los pescados, las carnes y la pizzas, que es un restaurant importante pero él en el invierno se aburre. Mientras conversa se quita las zapatillas (que deja caer) y las medias (que vuelan encima) y acomoda los pies descalzos sobre el muro. Mi paño está a escasos centímetros de su desparpajo.
Muy anti-venta. Muy, muy anti-venta. Eso me pasa por armar un feriado de lluvia, etc, etc.
La vieja del cuento se salva del oso.
Afiladísima
En la película Sin límites, el protagonista consume una droga que le permite utilizar su cerebro al 100%. Toda la información que alguna vez leyó, vio o escuchó está presente para él, ordenada y disponible.
Inspirada por la trama, miro a mi alrededor en el colectivo. ¿Cuál será el próximo asiento libre? Ese. Con total certeza, me acerco al asiento en cuestión. A los pocos minutos, la mujer al lado de la ventanilla descorre el cierre de su cartera y saca un llavero con un conejo de paño. ¿Cómo supe? Algo en mi inconsciente debe haber registrado una señal mínima, tal vez cierta tensión en su cuello. Qué bien, estoy afiladísima.
Cuando toco timbre en mi parada, la mujer del llavero, aún sentada, cogotea la altura por la ventanilla. Moraleja: aunque tu cerebro funcione al máximo, siempre habrá alguien que amague levantarse quince cuadras antes.
jueves, 21 de noviembre de 2013
Buenas y santas, cómo dicen que les va
Los prejuicios (y van...)
Cerca de casa hay un almacén. Chiquito, escondido, sólo viene a mi mente cuando llueve mucho o el viento se embolsa en la entrada del edificio. Lo atiende una mujer menuda, delgada y vivaz.
Madre, como indican los dibujos infantiles que adornan una de las paredes. Por ellos le pregunto mientras me despacha, son de su nena. Tienen onda, más allá de parecerse a cualquier otro garabato infantil. Charla va, charla viene, se me ocurre preguntarle si no tendrá uno de esos potes de helado o algo que me sirva para mezclar componentes. Para hacer manualidades, le explico. Ah, ¿soy artesana? Eso intento. Ella también, estuvo siete años en la Feria de Mataderos. Pero después surgió esto del almacén, y bueno...
La mujer enseña sus palmas. Las yemas de los dedos siguen llenas de pequeños cortes, a un año largo del cambio de rubro. Antes de despedirnos alcanza un folleto, más que un folleto, un cuadernillo de aros de plata que me deja con la boca abierta. Paso una a una las páginas, llenas de diseños limpios, pensados con el corazón. Una artista. La miro con ojos nuevos, estoy frente a una persona de sensibilidad exquisita.
¿Y por qué no habría de serlo? ¿Porque en una multitud pasaría desapercibida, porque vende fiambre? Ay, Maia, Maia...
A dieta
Dani, el librero anarquista, pasa a mi lado portando un choripán. Ante mi mirada, explica que está haciendo la dieta de la manzana. No me animo a preguntar (es capaz de responder cualquier grosería), pero la curiosidad puede más y voy detrás suyo.
-Dale, decime... ¿cómo es la dieta de la manzana?
-Como de todo, menos manzana.
Cuán cierto
"Cualquier cosa que estés destinado a hacer, no importa de qué se trate, debes hacerla ahora. Las condiciones serán siempre imposibles".
Doris Lessing, escritora, Nobel de Literatura.
Si estoy acá es porque puedo
Ayer nos conmovimos con la noticia de la mujer que dio a luz en plena autopista, su auto atascado por el accidente fatal del peaje Dellepiane. Haciendo el zapping de todas las noches, alcancé a escuchar a una de las parteras, decía que Dios la había mandado al lugar. "Si estoy acá es porque puedo", pensó en medio del stress. Y después, "Dios, ayudame" (la beba venía de nalgas y la mamá, primeriza, estaba asustada y sufría). La partera sonrió al contarlo, lo suyo sonó a trueque: "Dios, yo vine... ¡ahora ayudame!"
Parafraseándola, podríamos decir que si estamos acá (en este trabajo, relación, ciudad), es porque podemos.
Cerca de casa hay un almacén. Chiquito, escondido, sólo viene a mi mente cuando llueve mucho o el viento se embolsa en la entrada del edificio. Lo atiende una mujer menuda, delgada y vivaz.
Madre, como indican los dibujos infantiles que adornan una de las paredes. Por ellos le pregunto mientras me despacha, son de su nena. Tienen onda, más allá de parecerse a cualquier otro garabato infantil. Charla va, charla viene, se me ocurre preguntarle si no tendrá uno de esos potes de helado o algo que me sirva para mezclar componentes. Para hacer manualidades, le explico. Ah, ¿soy artesana? Eso intento. Ella también, estuvo siete años en la Feria de Mataderos. Pero después surgió esto del almacén, y bueno...
La mujer enseña sus palmas. Las yemas de los dedos siguen llenas de pequeños cortes, a un año largo del cambio de rubro. Antes de despedirnos alcanza un folleto, más que un folleto, un cuadernillo de aros de plata que me deja con la boca abierta. Paso una a una las páginas, llenas de diseños limpios, pensados con el corazón. Una artista. La miro con ojos nuevos, estoy frente a una persona de sensibilidad exquisita.
¿Y por qué no habría de serlo? ¿Porque en una multitud pasaría desapercibida, porque vende fiambre? Ay, Maia, Maia...
A dieta
Dani, el librero anarquista, pasa a mi lado portando un choripán. Ante mi mirada, explica que está haciendo la dieta de la manzana. No me animo a preguntar (es capaz de responder cualquier grosería), pero la curiosidad puede más y voy detrás suyo.
-Dale, decime... ¿cómo es la dieta de la manzana?
-Como de todo, menos manzana.
Cuán cierto
"Cualquier cosa que estés destinado a hacer, no importa de qué se trate, debes hacerla ahora. Las condiciones serán siempre imposibles".
Doris Lessing, escritora, Nobel de Literatura.
Si estoy acá es porque puedo
Ayer nos conmovimos con la noticia de la mujer que dio a luz en plena autopista, su auto atascado por el accidente fatal del peaje Dellepiane. Haciendo el zapping de todas las noches, alcancé a escuchar a una de las parteras, decía que Dios la había mandado al lugar. "Si estoy acá es porque puedo", pensó en medio del stress. Y después, "Dios, ayudame" (la beba venía de nalgas y la mamá, primeriza, estaba asustada y sufría). La partera sonrió al contarlo, lo suyo sonó a trueque: "Dios, yo vine... ¡ahora ayudame!"
Parafraseándola, podríamos decir que si estamos acá (en este trabajo, relación, ciudad), es porque podemos.
viernes, 15 de noviembre de 2013
Imagínate vestida de odalisca
De vez en cuando salgo de mi zona de comodidad, nomás para ver qué pasa. Y así fue como le compré a nuestro viejo librero La diosa erótica, de Alessandra Rampolla. Cómo adueñarte de tu potencial sexual, sonaba cuando menos prometedor.
La carcajada me hizo atragantar la pepa que estaba masticando, el dibujo mostraba un vibrador en forma de patito de hule. "Su forma no fálica es ideal para aquellas personas que buscan discreción con sus juguetes eróticos". Y seguí riendo con esto y aquello (el texto abunda en diminutivos), sólo por eso valió la pena cada peso invertido.
La Rampolla propone una lista de películas eróticas... ¡donde no figura Match Point! Imperdonable olvido. Y un cancionero erótico, otra lista "arbitraria y subjetiva". Fui a escucharla... Mmm, maso.
Salvo Barry White. Como bien dice: ¡CUALQUIER COSA de Barry White!
En este tema, ¿no parece haber encontrado la horma de su zapato? ¿No luce hasta incómodo?
Ah, guachito (parece decir Lisa Stansfield), ¿andabas buscando guerra? Guerra tendrás.
https://www.youtube.com/watch?v=2ObEqe8YRuE
La carcajada me hizo atragantar la pepa que estaba masticando, el dibujo mostraba un vibrador en forma de patito de hule. "Su forma no fálica es ideal para aquellas personas que buscan discreción con sus juguetes eróticos". Y seguí riendo con esto y aquello (el texto abunda en diminutivos), sólo por eso valió la pena cada peso invertido.
La Rampolla propone una lista de películas eróticas... ¡donde no figura Match Point! Imperdonable olvido. Y un cancionero erótico, otra lista "arbitraria y subjetiva". Fui a escucharla... Mmm, maso.
Salvo Barry White. Como bien dice: ¡CUALQUIER COSA de Barry White!
En este tema, ¿no parece haber encontrado la horma de su zapato? ¿No luce hasta incómodo?
Ah, guachito (parece decir Lisa Stansfield), ¿andabas buscando guerra? Guerra tendrás.
https://www.youtube.com/watch?v=2ObEqe8YRuE
lunes, 11 de noviembre de 2013
miércoles, 6 de noviembre de 2013
Paz
I
Los sonidos del tráfico se perciben espaciados, un pájaro insistente saluda a la mañana.
El Hombre posa su mano sobre mi costado. El aire que inhalo la empuja hacia arriba, cuando exhalo, su mano y mi vientre bajan. Es un movimiento que me resulta familiar -rítmico, profundo- pero en esta duermevela aún no consigo ubicarlo. La respuesta llega enseguida... es el del mar, el mismo sube y baja de aguas adentro.
El mar, ¿respira?
II
Estoy sentada bajo una pérgola, a la sombra. Un hombre pasa y saluda festivo. "¿Disfrutando la tarde?" No suelo responder a desconocidos, pero éste tiene la mirada limpia. "Disfrutando la tarde, sí". Me cuenta que trabaja en el parque, que la glicina tiene ciento veinticinco años, que hace unos días la hubiese encontrado rebosante de flores. Me cuenta también, a título de nada, que tiene cita con un mecánico dental, que su señora le paga la mitad del tratamiento, que Pami no lo cubre. Observo entonces que le faltan unos cuantos dientes. "Estas cosas suelen ser muy caras...", me conduelo. El hombre conversa algo más y se aleja presuroso. Pocos minutos después vuelve en sentido contrario, se ha cambiado la remera por una camisa de manga corta y lleva un cepillo dental en la mano. "Hay que lavarse los dientes, si no...", dice al pasar.
Un inocente. Un inocente, la glicina sin flores, el sol sobre el pasto y el viento en las hojas de los árboles.
Los sonidos del tráfico se perciben espaciados, un pájaro insistente saluda a la mañana.
El Hombre posa su mano sobre mi costado. El aire que inhalo la empuja hacia arriba, cuando exhalo, su mano y mi vientre bajan. Es un movimiento que me resulta familiar -rítmico, profundo- pero en esta duermevela aún no consigo ubicarlo. La respuesta llega enseguida... es el del mar, el mismo sube y baja de aguas adentro.
El mar, ¿respira?
II
Estoy sentada bajo una pérgola, a la sombra. Un hombre pasa y saluda festivo. "¿Disfrutando la tarde?" No suelo responder a desconocidos, pero éste tiene la mirada limpia. "Disfrutando la tarde, sí". Me cuenta que trabaja en el parque, que la glicina tiene ciento veinticinco años, que hace unos días la hubiese encontrado rebosante de flores. Me cuenta también, a título de nada, que tiene cita con un mecánico dental, que su señora le paga la mitad del tratamiento, que Pami no lo cubre. Observo entonces que le faltan unos cuantos dientes. "Estas cosas suelen ser muy caras...", me conduelo. El hombre conversa algo más y se aleja presuroso. Pocos minutos después vuelve en sentido contrario, se ha cambiado la remera por una camisa de manga corta y lleva un cepillo dental en la mano. "Hay que lavarse los dientes, si no...", dice al pasar.
Un inocente. Un inocente, la glicina sin flores, el sol sobre el pasto y el viento en las hojas de los árboles.
lunes, 4 de noviembre de 2013
Tropiezos y torpezas
Será por el video de Mr. Bean haciendo desastres en una boda, el tema es que por estos días se me dio por recordar un hecho vergonzoso, uno de tantos vividos. Durante mi adolescencia, se casó una compañera de secundario. Hecho bastante insólito, éramos aún muy jóvenes. Pese a habernos juntado un par de veces en su casa, tenía con ella una relación de escasa intimidad. Yo me sentaba en el primer asiento (ya por entonces veía poco y nada) y ella al fondo, con dos amigas con las que compartía risitas, carcajadas y secretos. Conformaban un trío cerrado, una suerte de cofradía. Aún así, me dieron ganas de regalarle algo para su nueva vida de casada.
Por aquel entonces éramos pobres. No sólo éramos pobres, carecíamos además de roce social. Vivíamos de prestado en una bellísima casa quinta perteneciente a mi abuelo materno, a unas quince cuadras del mar, y esa era toda nuestra (inmensa) fortuna. Comprábamos grandes bolsas de arroz y harina integral y plantábamos chauchas, zapallo, zanahorias y rabanitos. En el jardín (enorme, salvaje) había además un manzano, algunos limoneros y un par de higueras. El agua era de molino, en invierno acarreábamos leña para las salamandras. El único lujo era una cocina de cuatro hornallas con gas de garrafa, que competía con la vieja cocina económica. No teníamos televisión ni radio, salvo la Spika de mi abuelo. Y quién iba a osar pedírsela, si el abuelo iba a todos lados con la radio en el bolsillo de su saco. Yo caminaba ida y vuelta el largo trayecto hasta el colegio y había aprendido a zurcir mis medias. No nos sobraba nada, mal podíamos entonces comprar un regalo de casamiento. Pero en casa había una bandeja de acero inoxidable -de tamaño respetable- con un hermoso grabado. Debe haberse notado a todas luces que era usada (sobre todo en el revés), sin embargo dudo de que yo reparase siquiera en ese detalle. Para mí era un objeto bello y de calidad, un buen presente. Y allá fui, a casa de nuestra compañera, con la bandeja primorosamente envuelta. Me atendió su madre, que me hizo pasar a la cocina y me explicó, muy incómoda ella, que yo no estaba invitada ni a la ceremonia ni a la fiesta... ¿me quedaba claro? No lo dijo así, por supuesto, la buena mujer transpiró lo suyo. Y yo entretanto busqué hacerle entender que eso no me importaba, que mi única intención había sido acercarle a la novia algo bonito y útil.
Hoy fui a comprar insumos. Me atendió, en uno de tantos locales, un muchacho de pocas luces que además está a cargo de la caja. Cada vez que lo veo, pienso lo mismo: ¿cómo es que le dieron este trabajo? ¿Cómo es que dura en este trabajo? No parece comprender lo que la gente pide, confunde caucho con cuero y se queda largos segundos mirando extrañado a quienquiera le formule la menor pregunta. ¿Cadenas?, parecen decir sus ojos... ¿qué cadenas? Tiene una expresión entre bobalicona y soñadora, y un corte de pelo emo.
Será por el video de Mr. Bean, será por mi propia vida llena de torpezas, esta mañana lo miré de otra manera. ¿Qué recursos faltarán en su familia, cuales serán los baches a cubrir?
Los clientes, ya irritados, solemos repetirle una y otra vez la misma frase: "No, no me entendés..." Una manera como cualquier otra de decirle boludo, en suma. Él parece estar a años luz del negocio que atiende, en otro mundo, un mundo donde seguramente importa más el amor que lo que la gente pueda colgarse del cuello o las orejas.
Por aquel entonces éramos pobres. No sólo éramos pobres, carecíamos además de roce social. Vivíamos de prestado en una bellísima casa quinta perteneciente a mi abuelo materno, a unas quince cuadras del mar, y esa era toda nuestra (inmensa) fortuna. Comprábamos grandes bolsas de arroz y harina integral y plantábamos chauchas, zapallo, zanahorias y rabanitos. En el jardín (enorme, salvaje) había además un manzano, algunos limoneros y un par de higueras. El agua era de molino, en invierno acarreábamos leña para las salamandras. El único lujo era una cocina de cuatro hornallas con gas de garrafa, que competía con la vieja cocina económica. No teníamos televisión ni radio, salvo la Spika de mi abuelo. Y quién iba a osar pedírsela, si el abuelo iba a todos lados con la radio en el bolsillo de su saco. Yo caminaba ida y vuelta el largo trayecto hasta el colegio y había aprendido a zurcir mis medias. No nos sobraba nada, mal podíamos entonces comprar un regalo de casamiento. Pero en casa había una bandeja de acero inoxidable -de tamaño respetable- con un hermoso grabado. Debe haberse notado a todas luces que era usada (sobre todo en el revés), sin embargo dudo de que yo reparase siquiera en ese detalle. Para mí era un objeto bello y de calidad, un buen presente. Y allá fui, a casa de nuestra compañera, con la bandeja primorosamente envuelta. Me atendió su madre, que me hizo pasar a la cocina y me explicó, muy incómoda ella, que yo no estaba invitada ni a la ceremonia ni a la fiesta... ¿me quedaba claro? No lo dijo así, por supuesto, la buena mujer transpiró lo suyo. Y yo entretanto busqué hacerle entender que eso no me importaba, que mi única intención había sido acercarle a la novia algo bonito y útil.
Hoy fui a comprar insumos. Me atendió, en uno de tantos locales, un muchacho de pocas luces que además está a cargo de la caja. Cada vez que lo veo, pienso lo mismo: ¿cómo es que le dieron este trabajo? ¿Cómo es que dura en este trabajo? No parece comprender lo que la gente pide, confunde caucho con cuero y se queda largos segundos mirando extrañado a quienquiera le formule la menor pregunta. ¿Cadenas?, parecen decir sus ojos... ¿qué cadenas? Tiene una expresión entre bobalicona y soñadora, y un corte de pelo emo.
Será por el video de Mr. Bean, será por mi propia vida llena de torpezas, esta mañana lo miré de otra manera. ¿Qué recursos faltarán en su familia, cuales serán los baches a cubrir?
Los clientes, ya irritados, solemos repetirle una y otra vez la misma frase: "No, no me entendés..." Una manera como cualquier otra de decirle boludo, en suma. Él parece estar a años luz del negocio que atiende, en otro mundo, un mundo donde seguramente importa más el amor que lo que la gente pueda colgarse del cuello o las orejas.
miércoles, 30 de octubre de 2013
El musical de la Madre Teresa
Un día nefasto, de principio a fin. Soy consciente de mi boca apretada, del ceño fruncido. Me voy a la cama temprano, con un vaso largo de café frío y cuatro galletitas untadas con queso crema y mermelada (un modo como cualquier otro de prodigarme un mimo), a ver si dan algo en la tele. La pistola desnuda 33 1/3. Mala, ya la vi, pero qué sé yo, no estoy de ánimo para nada sesudo.
La carcajada nace sola, involuntaria, sorpresiva. Cómo son de agradecer esos momentos.
https://www.youtube.com/watch?v=G99XEXJaffI
La carcajada nace sola, involuntaria, sorpresiva. Cómo son de agradecer esos momentos.
https://www.youtube.com/watch?v=G99XEXJaffI
lunes, 28 de octubre de 2013
Voten bien
El desprecio
I
"No entiendo lo que me dice, señora". La mujer que así se expresa acaba de ingresar a nuestro edificio, el tono de su voz denota franco desprecio. Afuera, otra se inclina hacia adelante esperando una respuesta. Antes de que puedan cerrarle la puerta en la cara, interpongo mi cuerpo. Que dónde se vota, es lo que pregunta. Pobre mi cielo, tiene sus buenos años y está muy delgada, ha confundido el lugar con una escuela, "...debe ser un edificio importante". No me cuesta nada acompañarla e indicarle el camino.
Es temprano todavía, hasta las ocho no abren, pero puede esperar sentada al sol. "Sí, está fresco, casi pensé en volver a mi casa". "No, quédese y vote, se va a sentir mejor después". "Sí, tiene razón..."
La viejita se aleja con paso vacilante, lleva visera y zapatillas.
II
Dos mujeres esperan en la cola de Farmacity. Una de ellas, con un rubio a la moda, viste jeans y calza zapatos color nude con taco aguja. Toda una paquetería a esta hora de la mañana. A decir verdad, no es hasta el entredicho con el pibe de la caja que reparo en su aspecto, vengo concentrada en mi propia compra: un desodorante corporal en aerosol de Playboy, Play it sexy. "¿Me alcanza las cosas, por favor?" El pibe se refiere al canasto lleno de artículos, apoyado sobre el mostrador. "¿Y ustedes para qué están?" "Nosotros embolsamos y cobramos, señora". Con cara de fastidio, la mujer se resigna a sacar su compra. El pibe hace su tarea y extiende ticket y vuelto, pero ella demora en recibirlos, parece muy enfrascada en limar una de sus uñas. Desde donde estoy alcanzo a verla: una uña corta, esmaltada de negro, impecable. Algo le comenta la rubia a su amiga, algo de que esa uña siempre le da trabajo. Cuando se van (realmente ese jean tiene un corte perfecto) y me toca el turno de pagar, saludo y sonrío para equilibrar la cretinada.
Patoruzú
"Vayan y voten bien". "Lo importante es no equivocarse". "¡Eh! Cada vez es más difícil". Estoy disfrutando un café con leche y leyendo el diario del domingo, las voces corresponden a otros clientes tempraneros. Un viejo que comparte mesa despierta las sonrisas de todos. "Yo no entiendo, no? Tengo setenta y siete años y toda la vida voté... ¿toda la vida me equivoqué?"
Hay pocos puestos armados, es un día atípico. "¿Y? ¿Votaste?", me pregunta Dani, el librero anarquista. "No, Dani, es la primera vez que falto a mi deber cívico" (digo deber cívico y soy consciente del entrecomillado). Le explico lo complicado de trasladarse de un barrio a otro con valija y bolso, y de ahí a la feria. "Igual, habría votado por Patoruzú". Dani me mira fijo.
-En serio, pensé en buscar una imagen para meterla en el sobre. ¿Por qué no? Un indio honesto, noble, generoso...
-¿De qué estás hablando? Un indio vendido, un traidor, un terrateniente, un explotador.
-Uh, toda la vida creí que el jodido era Isidoro. No lo había pensado...
-Te lo presentan así para justificar la conquista del desierto.
-Mirá vos, hace poco salió en Clarín un artículo a doble página sobre los valores de Patoruzú.
-Y claro, porque les conviene.
-Menos mal que no voté.
Lo digo en serio, avergonzada. "Me tirás abajo un ídolo, Dani". En tren de desmitificar personajes, Dani me recomienda Para leer al Pato Donald. Más tarde camina a mis espaldas, rumbo al baño. "Ignorante...", tira al pasar.
A eso de las cuatro empieza el show, enfrente. Alguien canta por enésima vez una versión irreconocible de Latinoamérica, de Calle 13. Con quién me voy a desahogar, si no es con Dani.
-Qué hijos de puta, con lo que me gusta este tema. Ni siquiera puedo seguirlo, le cambiaron todas las notas.
-Tenés razón, no lo había reconocido. ¿Viste el video de Muerte en Hawaii?
-No.
-Miralo.
I
"No entiendo lo que me dice, señora". La mujer que así se expresa acaba de ingresar a nuestro edificio, el tono de su voz denota franco desprecio. Afuera, otra se inclina hacia adelante esperando una respuesta. Antes de que puedan cerrarle la puerta en la cara, interpongo mi cuerpo. Que dónde se vota, es lo que pregunta. Pobre mi cielo, tiene sus buenos años y está muy delgada, ha confundido el lugar con una escuela, "...debe ser un edificio importante". No me cuesta nada acompañarla e indicarle el camino.
Es temprano todavía, hasta las ocho no abren, pero puede esperar sentada al sol. "Sí, está fresco, casi pensé en volver a mi casa". "No, quédese y vote, se va a sentir mejor después". "Sí, tiene razón..."
La viejita se aleja con paso vacilante, lleva visera y zapatillas.
II
Dos mujeres esperan en la cola de Farmacity. Una de ellas, con un rubio a la moda, viste jeans y calza zapatos color nude con taco aguja. Toda una paquetería a esta hora de la mañana. A decir verdad, no es hasta el entredicho con el pibe de la caja que reparo en su aspecto, vengo concentrada en mi propia compra: un desodorante corporal en aerosol de Playboy, Play it sexy. "¿Me alcanza las cosas, por favor?" El pibe se refiere al canasto lleno de artículos, apoyado sobre el mostrador. "¿Y ustedes para qué están?" "Nosotros embolsamos y cobramos, señora". Con cara de fastidio, la mujer se resigna a sacar su compra. El pibe hace su tarea y extiende ticket y vuelto, pero ella demora en recibirlos, parece muy enfrascada en limar una de sus uñas. Desde donde estoy alcanzo a verla: una uña corta, esmaltada de negro, impecable. Algo le comenta la rubia a su amiga, algo de que esa uña siempre le da trabajo. Cuando se van (realmente ese jean tiene un corte perfecto) y me toca el turno de pagar, saludo y sonrío para equilibrar la cretinada.
Patoruzú
"Vayan y voten bien". "Lo importante es no equivocarse". "¡Eh! Cada vez es más difícil". Estoy disfrutando un café con leche y leyendo el diario del domingo, las voces corresponden a otros clientes tempraneros. Un viejo que comparte mesa despierta las sonrisas de todos. "Yo no entiendo, no? Tengo setenta y siete años y toda la vida voté... ¿toda la vida me equivoqué?"
Hay pocos puestos armados, es un día atípico. "¿Y? ¿Votaste?", me pregunta Dani, el librero anarquista. "No, Dani, es la primera vez que falto a mi deber cívico" (digo deber cívico y soy consciente del entrecomillado). Le explico lo complicado de trasladarse de un barrio a otro con valija y bolso, y de ahí a la feria. "Igual, habría votado por Patoruzú". Dani me mira fijo.
-En serio, pensé en buscar una imagen para meterla en el sobre. ¿Por qué no? Un indio honesto, noble, generoso...
-¿De qué estás hablando? Un indio vendido, un traidor, un terrateniente, un explotador.
-Uh, toda la vida creí que el jodido era Isidoro. No lo había pensado...
-Te lo presentan así para justificar la conquista del desierto.
-Mirá vos, hace poco salió en Clarín un artículo a doble página sobre los valores de Patoruzú.
-Y claro, porque les conviene.
-Menos mal que no voté.
Lo digo en serio, avergonzada. "Me tirás abajo un ídolo, Dani". En tren de desmitificar personajes, Dani me recomienda Para leer al Pato Donald. Más tarde camina a mis espaldas, rumbo al baño. "Ignorante...", tira al pasar.
A eso de las cuatro empieza el show, enfrente. Alguien canta por enésima vez una versión irreconocible de Latinoamérica, de Calle 13. Con quién me voy a desahogar, si no es con Dani.
-Qué hijos de puta, con lo que me gusta este tema. Ni siquiera puedo seguirlo, le cambiaron todas las notas.
-Tenés razón, no lo había reconocido. ¿Viste el video de Muerte en Hawaii?
-No.
-Miralo.
miércoles, 23 de octubre de 2013
Hermano, ¿puedes darme un céntimo?
Brother, can you spare a dime es una canción que nació en 1930, durante la Gran Depresión, con letra de E.Y. "Yip" Harburg y música de Jay Gorney.
Traducida dice así:
Una vez construí una carretera, la hice funcionar
La acabé en una carrera contra el tiempo
Una vez construí una carretera, ahora ya está hecha
Hermano, ¿puedes darme un céntimo?
Una vez construí una torre hasta el sol
Ladrillo y remache y cal
Una vez construí una torre, ahora ya está hecha
Hermano, ¿puedes darme un céntimo?
Una vez iba con traje caqui
Dios, qué look más maravilloso
Lleno de vitalidad dum dum
Medio millón de botas arrastrándose por el infierno
Yo era el crío del tambor
Dime, ¿no te acuerdas?, me llamaban Al
Era Al todo el tiempo
Dime, ¿no te acuerdas?, soy tu colega
Amigo, ¿puedes darme un céntimo?
Una vez construí una carretera, la hice funcionar
La acabé en una carrera contra el tiempo
Una vez construí una carretera, ahora ya está hecha
Hermano, ¿puedes darme un céntimo?
Una vez construí una torre hasta el sol
Ladrillo y remache y cal
Una vez construí una torre, ahora ya está hecha
Hermano, ¿puedes darme un céntimo?
Una vez iba con traje caqui
Dios, qué look más maravilloso
Lleno de vitalidad dum dum
Medio millón de botas arrastrándose por el infierno
Yo era el crío del tambor
Dime, ¿no te acuerdas?, me llamaban Al
Era Al todo el tiempo
Dime, ¿no te acuerdas?, soy tu colega
Amigo, ¿puedes darme un céntimo?
La versión de George Michael pertenece a su álbum Songs from the last century. No está nada mal, es agradable.
Once I built a railroad, made it runMade it race against timeOnce I built a railroad, now it’s doneBrother, can you spare a dime?Once I built a tower to the sunBrick and rivet and limeOnce I built a tower, now it’s doneBrother, can you spare a dime?Once in khaki suitsGee, we looked swellFull of that yankee doodle de dumHalf a million boots went slogging through hellI was the kid with the drumSay don’t you remember, they called me AlIt was Al all the timeSay don’t you remember, I’m your pal!Buddy, can you spare a dime?Once I built a railroad, made it runMade it race against timeOnce I built a railroad, now it’s doneBrother, can you spare a dime?Once I built a tower to the sunBrick and rivet and limeOnce I built a tower, now it’s doneBrother, can you spare a dime?Once in khaki suitsGee, we looked swellFull of that yankee doodle de dumHalf a million boots went slogging through hellI was the kid with the drumSay don’t you remember, they called me AlIt was Al all the timeSay don’t you remember, I’m your pal!Buddy, can you spare a dime?
¿Habrá una versión más sentida? Sí.
Hay otra de Tom Waits. Pero es demasiado... Alguien dijo, y coincido, que a veces Waits parece estar haciendo gárgaras con tornillos.
lunes, 21 de octubre de 2013
Viajar
El tren
Chocó un tren en Once. Otro tren. Se subió al andén. Las voces se repiten de puesto en puesto. De repente la plaza -un espacio abierto- produce claustrofobia. No tenemos una miserable radio, salvo la del auto de una compañera y ella no sabe cómo sintonizar AM. Un helicóptero sobrevuela el aire.
"El maquinista salió así, ensangrentado... -grafica uno, caminando tambaleante- ...y la gente quiso cagarlo a piñas". Se sonríe, incrédulo (como si no fuese suficiente chocar, encima te castigan).
¿Hay heridos, muertos? Che, ¿se sabe algo más de Once?
"Yo estuve en Once, vengo de ahí", dice una fotógrafa menuda (es nuestra Jackie Onassis, imposible encontrarle la mirada tras esos anteojos de sol). ¿Y?, preguntamos todos. La respuesta se hace esperar. "Hay muchas ambulancias, está todo cortado". Lo parió, la puta que lo parió. Es un sabotaje, le digo a Mónica. ¿Cómo un sabotaje? Y sí, ¿no te parece extraño, tan cerca de las elecciones? Pero no serían capaces de eso, o sí? De eso, y más.
Pero el Hombre piensa diferente. No es un sabotaje, ese es el discurso que conviene instalar. O que la culpa la tiene el laburante. Y lo cierto es que, más allá de si el maquinista se quedó dormido, estaba drogado o venía leyendo, la vida de los usuarios no puede depender de una persona que seguramente tendrá sus fallas, como todos. Los trenes deberían contar con el sistema de frenado automático, lo que pasa es que se dedicaron a maquillarlos y nada más.
http://www.youtube.com/watch?v=zAyutZhTbpo
El subte
Viajo en el subte, por algún motivo falta la voz de los parlantes que anuncia las estaciones. Tuerzo el cuello para mirar por la ventanilla, pero sólo veo parte del andén y ningún cartel. Son mis primeras veces, tampoco estoy segura de qué lado bajarme. Levanto la vista para preguntarle al muchacho enfrente mío, pero viene disfrutando una canción con los ojos cerrados (su cabeza se mueve a un lado y al otro). "En qué estación estamos, no alcanzo a ver...", le pregunto entonces a una gordita que carga un bolso enorme. "Primera Junta", dice ella y sonríe con simpatía, debo tener pinta de alemana perdida. Una gordita con onda, pienso observando las calzas blancas y negras y el bolso plateado. Cuatro estaciones antes de Alberti me levanto para acercarme a las puertas y poder bajar sin complicaciones. Un flaco se deja caer en el asiento vacío, ganándole de mano a la gordita (de reojo alcanzo a ver la expresión de su rostro, ese lugar le correspondía a ella). Aunque informo que bajo en la próxima, quedo en una extraña postura: en medio del vagón, de costado, comprimida, sin poder asirme de ningún pasamanos. No está para viajar de punta en blanco ni con puntillas, pienso. Mejor en ropa de trabajo. Ombú, por caso. Pegado a mí, un muchacho con auriculares. Tiene cuatro pelos blancos en su oreja, mi mirada viaja de esos pelos a un colgante con argollas minúsculas en oro blanco, amarillo y rojo. La chica que lo luce viaja con su novio, de espaldas a las puertas. No puedo evitar pensar en el Sarmiento, cómo se vivirá un choque en medio de una aglomeración. Cuando el subte se acerca a la parada, hay tensión creciente y empujones. "Permiso, permiso..."
Para darnos paso, la parejita debe salir al andén e ingresar nuevamente.
Chocó un tren en Once. Otro tren. Se subió al andén. Las voces se repiten de puesto en puesto. De repente la plaza -un espacio abierto- produce claustrofobia. No tenemos una miserable radio, salvo la del auto de una compañera y ella no sabe cómo sintonizar AM. Un helicóptero sobrevuela el aire.
"El maquinista salió así, ensangrentado... -grafica uno, caminando tambaleante- ...y la gente quiso cagarlo a piñas". Se sonríe, incrédulo (como si no fuese suficiente chocar, encima te castigan).
¿Hay heridos, muertos? Che, ¿se sabe algo más de Once?
"Yo estuve en Once, vengo de ahí", dice una fotógrafa menuda (es nuestra Jackie Onassis, imposible encontrarle la mirada tras esos anteojos de sol). ¿Y?, preguntamos todos. La respuesta se hace esperar. "Hay muchas ambulancias, está todo cortado". Lo parió, la puta que lo parió. Es un sabotaje, le digo a Mónica. ¿Cómo un sabotaje? Y sí, ¿no te parece extraño, tan cerca de las elecciones? Pero no serían capaces de eso, o sí? De eso, y más.
Pero el Hombre piensa diferente. No es un sabotaje, ese es el discurso que conviene instalar. O que la culpa la tiene el laburante. Y lo cierto es que, más allá de si el maquinista se quedó dormido, estaba drogado o venía leyendo, la vida de los usuarios no puede depender de una persona que seguramente tendrá sus fallas, como todos. Los trenes deberían contar con el sistema de frenado automático, lo que pasa es que se dedicaron a maquillarlos y nada más.
http://www.youtube.com/watch?v=zAyutZhTbpo
El subte
Viajo en el subte, por algún motivo falta la voz de los parlantes que anuncia las estaciones. Tuerzo el cuello para mirar por la ventanilla, pero sólo veo parte del andén y ningún cartel. Son mis primeras veces, tampoco estoy segura de qué lado bajarme. Levanto la vista para preguntarle al muchacho enfrente mío, pero viene disfrutando una canción con los ojos cerrados (su cabeza se mueve a un lado y al otro). "En qué estación estamos, no alcanzo a ver...", le pregunto entonces a una gordita que carga un bolso enorme. "Primera Junta", dice ella y sonríe con simpatía, debo tener pinta de alemana perdida. Una gordita con onda, pienso observando las calzas blancas y negras y el bolso plateado. Cuatro estaciones antes de Alberti me levanto para acercarme a las puertas y poder bajar sin complicaciones. Un flaco se deja caer en el asiento vacío, ganándole de mano a la gordita (de reojo alcanzo a ver la expresión de su rostro, ese lugar le correspondía a ella). Aunque informo que bajo en la próxima, quedo en una extraña postura: en medio del vagón, de costado, comprimida, sin poder asirme de ningún pasamanos. No está para viajar de punta en blanco ni con puntillas, pienso. Mejor en ropa de trabajo. Ombú, por caso. Pegado a mí, un muchacho con auriculares. Tiene cuatro pelos blancos en su oreja, mi mirada viaja de esos pelos a un colgante con argollas minúsculas en oro blanco, amarillo y rojo. La chica que lo luce viaja con su novio, de espaldas a las puertas. No puedo evitar pensar en el Sarmiento, cómo se vivirá un choque en medio de una aglomeración. Cuando el subte se acerca a la parada, hay tensión creciente y empujones. "Permiso, permiso..."
Para darnos paso, la parejita debe salir al andén e ingresar nuevamente.
martes, 15 de octubre de 2013
Un luminoso día de ventas
Don Fulgencio
Suele suceder que las calles cortadas por una maratón dificulten la llegada a San Telmo. Así que, previsora, llego más temprano y camino por Belgrano hacia Paseo Colón buscando un bar abierto. Llaman mi atención unas gotas de sangre en la vereda. Cuatro o cinco, no más. Pero que se repiten. Y se repiten. Y se repiten. Como en esos cuentos de baqueanos, me hago ducha en el arte de seguir el rastro. Ahora está aquí, ahora zigzaguea, ahora desciende casi hasta el cordón, ahora sube hasta el cantero. Olvidada del bar, doblo en la esquina de Balcarce y levanto la vista, casi esperando ver el cuerpo tirado.
La calle está vacía. Una hermosa calle en un día luminoso. Las hojas de los árboles brillan, la sangre en la vereda brilla. Avanzo con cautela, de reojo reconozco la figura de Don Fulgencio con sus globos. Un contraste dramático con el enorme charco que se presenta, apenas cruzando la calle. Quienquiera haya sido atacado, ya no está. Cerca de la esquina siguiente, en la puerta de un edificio, algunos hombres conversan. Les explico que todo alrededor de la manzana hay un rastro de sangre, hago hincapié en que es reciente, señalo el lugar del hecho, pido que llamen al 911 para que ubiquen y ayuden al herido, mi celular no tiene crédito. El hombre al que me dirijo mira hacia otro lado, algo murmura de la pelea, pero no se hace cargo. Encaro a uno de sus compañeros y repito todo lo dicho. "Llamá al 911, por favor". Es un alivio leer su mirada.
Después, en la feria, le cuento a una compañera. "Tenía miedo de encontrar al tipo ahí, desangrándose en la vereda". Mi compañera se encoge de hombros. "Ah, yo sigo de largo..."
Danza con lobos
El hombre usa un saco que le queda holgado por donde se mire. Lo vemos siempre, esta vez se para a conversar.
-¿Se da cuenta de que vivimos rodeados de cemento?
-Ajá.
-¿Se preguntó alguna vez por qué vivimos así?
-Me lo pregunto todos los días.
Mira mi puesto y dice: "El trabajo de los indios. Mi película favorita es Danza con lobos, qué linda película". Sus ojos tienen el celeste de las venecitas. "Ah, un peliculón...", acuerdo.
"La música, todo". Cómo habrá hecho para ver Danza con lobos, me da por pensar. Parece adivinarlo.
-Yo ando medio en la mala ahora, pero ya voy a repuntar.
-Seguro.
-A ud también le va a pasar, el barco en el que viaja se va a incendiar hasta no dejar rastros.
-Uh, no me diga así...
-Es que es cierto, algún día va a pasar. Tiene que tener coraje y aferrarse al timón. Como hago yo, que estaba enfermo y me levanté igual. "Vamos, un día más". Y me curé.
A pesar de faltarle varios dientes, tiene cierto aire aristocrático.
-Escúcheme, hay refugios donde ud puede ir, darse una ducha, comer algo caliente.
-Ni loco, ahí van todos los indigentes.
-...
-En la calle estoy bien, en la calle estoy bárbaro. Los otros días se me sentó uno al lado, lo miré así y se levantó y se fue. Además actúo con inteligencia, ahora tengo setenta pesos en el bolsillo... ¿los voy a tirar en un hotel? ¿Setenta hoy, ochenta mañana?
La idea -explica- es comprar un terrenito y hacerse su casa.
-Pero para eso hay que producir mucho. ¿Ud cómo hace sus pesitos?
-Yo vendo lo que encuentro. En un tiempo vendí medias, pero no funcionó.
Mete la mano en una bolsa de consorcio (no tuve conciencia de ella hasta ahora) y saca una corona de plástico plateado, una tristeza de cotillón. "Para las nenas", dice. Claro, para las nenas.
-Los otros días encontré una campera buenísima. No la vendés, no la vas a vender, me preguntaron. Y la vendí, ochenta pesos.
-...
-Bueno, que tenga un buen día. Chau, amiga!
Como una mariposa grande y gris, la palabra se posa en mi pecho.
Suele suceder que las calles cortadas por una maratón dificulten la llegada a San Telmo. Así que, previsora, llego más temprano y camino por Belgrano hacia Paseo Colón buscando un bar abierto. Llaman mi atención unas gotas de sangre en la vereda. Cuatro o cinco, no más. Pero que se repiten. Y se repiten. Y se repiten. Como en esos cuentos de baqueanos, me hago ducha en el arte de seguir el rastro. Ahora está aquí, ahora zigzaguea, ahora desciende casi hasta el cordón, ahora sube hasta el cantero. Olvidada del bar, doblo en la esquina de Balcarce y levanto la vista, casi esperando ver el cuerpo tirado.
La calle está vacía. Una hermosa calle en un día luminoso. Las hojas de los árboles brillan, la sangre en la vereda brilla. Avanzo con cautela, de reojo reconozco la figura de Don Fulgencio con sus globos. Un contraste dramático con el enorme charco que se presenta, apenas cruzando la calle. Quienquiera haya sido atacado, ya no está. Cerca de la esquina siguiente, en la puerta de un edificio, algunos hombres conversan. Les explico que todo alrededor de la manzana hay un rastro de sangre, hago hincapié en que es reciente, señalo el lugar del hecho, pido que llamen al 911 para que ubiquen y ayuden al herido, mi celular no tiene crédito. El hombre al que me dirijo mira hacia otro lado, algo murmura de la pelea, pero no se hace cargo. Encaro a uno de sus compañeros y repito todo lo dicho. "Llamá al 911, por favor". Es un alivio leer su mirada.
Después, en la feria, le cuento a una compañera. "Tenía miedo de encontrar al tipo ahí, desangrándose en la vereda". Mi compañera se encoge de hombros. "Ah, yo sigo de largo..."
Danza con lobos
El hombre usa un saco que le queda holgado por donde se mire. Lo vemos siempre, esta vez se para a conversar.
-¿Se da cuenta de que vivimos rodeados de cemento?
-Ajá.
-¿Se preguntó alguna vez por qué vivimos así?
-Me lo pregunto todos los días.
Mira mi puesto y dice: "El trabajo de los indios. Mi película favorita es Danza con lobos, qué linda película". Sus ojos tienen el celeste de las venecitas. "Ah, un peliculón...", acuerdo.
"La música, todo". Cómo habrá hecho para ver Danza con lobos, me da por pensar. Parece adivinarlo.
-Yo ando medio en la mala ahora, pero ya voy a repuntar.
-Seguro.
-A ud también le va a pasar, el barco en el que viaja se va a incendiar hasta no dejar rastros.
-Uh, no me diga así...
-Es que es cierto, algún día va a pasar. Tiene que tener coraje y aferrarse al timón. Como hago yo, que estaba enfermo y me levanté igual. "Vamos, un día más". Y me curé.
A pesar de faltarle varios dientes, tiene cierto aire aristocrático.
-Escúcheme, hay refugios donde ud puede ir, darse una ducha, comer algo caliente.
-Ni loco, ahí van todos los indigentes.
-...
-En la calle estoy bien, en la calle estoy bárbaro. Los otros días se me sentó uno al lado, lo miré así y se levantó y se fue. Además actúo con inteligencia, ahora tengo setenta pesos en el bolsillo... ¿los voy a tirar en un hotel? ¿Setenta hoy, ochenta mañana?
La idea -explica- es comprar un terrenito y hacerse su casa.
-Pero para eso hay que producir mucho. ¿Ud cómo hace sus pesitos?
-Yo vendo lo que encuentro. En un tiempo vendí medias, pero no funcionó.
Mete la mano en una bolsa de consorcio (no tuve conciencia de ella hasta ahora) y saca una corona de plástico plateado, una tristeza de cotillón. "Para las nenas", dice. Claro, para las nenas.
-Los otros días encontré una campera buenísima. No la vendés, no la vas a vender, me preguntaron. Y la vendí, ochenta pesos.
-...
-Bueno, que tenga un buen día. Chau, amiga!
Como una mariposa grande y gris, la palabra se posa en mi pecho.
jueves, 10 de octubre de 2013
La mejor versión
Hasta el más despistado debe haber oído de la periodista Evelyn Von Brocke y su separación mediática. Despistada soy. Y supe que la ex mujer de Doman bajó diez kilos, medio por cada año de matrimonio. Evelyn afirma que la mujer -una vez casada o en pareja- se transforma en el 20% de lo que era. Ya sea por ocuparse de la casa, de los chicos, o simplemente porque se relaja teniendo un hombre al lado.
Catherine Fulop sentencia, por su parte, que la vejez es una mierda. Así y todo, a los 48 años se la ve espléndida, posando para la campaña de Peter Pan. Sostiene Catherine que siendo más joven le bastaban tres días de dieta para dar bien en las fotos, ahora precisa por lo menos un mes para conseguir iguales resultados. ¿Cómo lo logra? Lo de siempre: mucha fruta, mucha verdura, mucha agua, cero carbohidratos y trabajo aeróbico regular.
La vejez es una mierda, coincido. Tengo una panza... pero una panza, que no les puedo explicar. De esas donde dicen que puede perderse un amante pequeñito. Y me duelen los tobillos al levantarme. Hace unos meses me permití una sesión de drenaje linfático, embutida en unas botas que comprimen y descomprimen las piernas masajeando por sectores. Una maravilla. Media hora, ochenta pesos. ¿Cuánto es lo aconsejable?, pregunté al abonar en recepción. Mínimo, dos veces por semana.
La mayoría de nosotras no tenemos acceso a la iontoforesis, el tratamiento ortomolecular o las inyecciones de células de embrión de oveja en una clínica suiza (algo así, no me pidan precisiones). Sí podemos elegir recuperar nuestro potencial estando en pareja. ¿Qué necesidad hay de esperar a separarnos?
Con ese objetivo en mente (y el recuerdo del vientre plano de Catherine), decidí suprimir las tostadas con queso crema y mermelada... y las facturas del domingo. Me permito dos galletitas de agua de las cuatro que comía, lo cual significa bajar el consumo a la mitad. Además hago bici, media hora diaria. Conseguir la mejor versión de uno mismo, es un lindo juego.
Catherine Fulop sentencia, por su parte, que la vejez es una mierda. Así y todo, a los 48 años se la ve espléndida, posando para la campaña de Peter Pan. Sostiene Catherine que siendo más joven le bastaban tres días de dieta para dar bien en las fotos, ahora precisa por lo menos un mes para conseguir iguales resultados. ¿Cómo lo logra? Lo de siempre: mucha fruta, mucha verdura, mucha agua, cero carbohidratos y trabajo aeróbico regular.
La vejez es una mierda, coincido. Tengo una panza... pero una panza, que no les puedo explicar. De esas donde dicen que puede perderse un amante pequeñito. Y me duelen los tobillos al levantarme. Hace unos meses me permití una sesión de drenaje linfático, embutida en unas botas que comprimen y descomprimen las piernas masajeando por sectores. Una maravilla. Media hora, ochenta pesos. ¿Cuánto es lo aconsejable?, pregunté al abonar en recepción. Mínimo, dos veces por semana.
La mayoría de nosotras no tenemos acceso a la iontoforesis, el tratamiento ortomolecular o las inyecciones de células de embrión de oveja en una clínica suiza (algo así, no me pidan precisiones). Sí podemos elegir recuperar nuestro potencial estando en pareja. ¿Qué necesidad hay de esperar a separarnos?
Con ese objetivo en mente (y el recuerdo del vientre plano de Catherine), decidí suprimir las tostadas con queso crema y mermelada... y las facturas del domingo. Me permito dos galletitas de agua de las cuatro que comía, lo cual significa bajar el consumo a la mitad. Además hago bici, media hora diaria. Conseguir la mejor versión de uno mismo, es un lindo juego.
martes, 8 de octubre de 2013
Sepamos lo que es Chevron, sepamos lo que es el fracking
Campesino ecuatoriano enmudeció a la ONU
ONU- Autor : Unión Latinoamericana de Agencias de Noticias (ULAN) Fecha: 26 septiembre 2013 In: Ecología y Medio Ambiente, Internacional, Sudamérica
ULAN
El campesino de la Amazonía ecuatoriana, José Shingre, enmudeció momentáneamente a la audiencia de la Organización de Naciones Unidas, que lo escuchó dar su testimonio entre lágrimas, sobre cómo la contaminación dejada en su territorio por la gigante petrolera Chevron- Texaco causa muerte por enfermedad a miles de sus compañeros.
“Consecuencia de eso están muriendo cientos, y ya miles de compañeros campesinos, indígenas, compañeros, y lo que más nos duele en el alma es que inclusive los gobiernos no nos han ayudado a los clamores de nosotros; no queremos plata, no queremos dinero, lo que queremos tener es dos cosas, señores, ¡Agua queremos, porque en la zona no hay cómo coger agua, está contaminada por más que las autoridades locales quieran darnos agua no lo pueden (hacer), todo está contaminado (…) y queremos justicia, nada más, justicia, porque hoy por hoy, ni la agricultura nos vale ¿ de qué vale que nosotros tengamos las manos encallecidas?”, dijo.
Shingre, uno de los representantes amazónicos de afectados por la negligente remediación ambiental de Chevron-Texaco en la Amazonía ecuatoriana, recibió recién el lunes visa para ingresar a Estados Unidos, un documento que originalmente le fue denegado por la embajada de ese país en Ecuador y que necesitaba para poder acudir a dar su testimonio en el evento “Derechos Humanos, Medio Ambiente y Transnacionales- El caso Chevron-Texaco en el Ecuador”, que se llevó a cabo en el marco del 68 Período de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas.
“Ellos gobernaban (Texaco). No gobernaban las autoridades, ni siquiera las Fuerzas Armadas, porque ellos determinaban que vayan estos uniformados para que nosotros no diéramos resistencia cuando nos derrocaban los cultivos de café, caña de azúcar, frutales y entre otros y nosotros, inclusive, éramos perseguidos por las mismas autoridades”.
“Nuestras familias se enferman a cada rato y mientras permanezca esta desadaptada práctica de Chevron, antes Texaco, nada será bueno, por más que puedan agrupar a todos los médicos del mundo, tenemos claro en la mente que si no se quita, se hace una remediación ambiental adecuada, desde el corazón humano ningún remedio será bueno, ningún remedio”.
“Y hoy, cuando pedimos justicia, se dice que (el culpable) es el mismo Estado (ecuatoriano), no estamos defendiendo al presidente, pero nosotros nos sentimos Estado, o sea que quiere que nosotros paguemos las injusticias de Texaco, hoy Chevron, y eso no se debe dar en ninguna parte del planeta”.
“Estamos viendo claro que ellos defienden sólo los dólares, la parte económica, la parte mercantil, pero no se defiende la vida, cuando la vida es primero, no otra cosa”, dijo.
"Casi un milagro", por favor...
Hoy vi en el diario la foto de una indígena mejicana pariendo a su bebé en el jardín del patio de una clínica. Los médicos, en paro parcial, le negaron atención pese a que ya estaba a punto de dar a luz (después argumentaron que no la comprendieron, otros adujeron falta de personal). Lo primero que pensé es que la falta de atención no es lo peor que le pudo haber pasado. Que tuvo a su bebé en la posición más aconsejable. Que zafó de una cesárea innecesaria. Y recordé, como tantas otras veces, la historia leída en una vieja Uno mismo sobre una jujeña a quien se le adelantó el parto estando de paso en Buenos Aires. Era ya su sexto o séptimo hijo, no recuerdo, pero la cosa no se presentaba bien.
Habían acostado a la mujer en una camilla. Pasaban las horas, y el chiquito no nacía. Hasta que finalmente ella misma dijo "Ansina no i di poder...", se incorporó trabajosamente, se puso en cuclillas y tuvo a su hijo en un santiamén. ¿Por qué? Porque los movimientos del parto son los mismos que se realizan al evacuar. ¿Y quién puede boca arriba? Esta mamá jujeña había parido siempre del mismo modo, sólo que haciendo un hueco en la tierra para recibir a sus bebés.
La mujer se acuesta para comodidad de los médicos, no de la suya propia. La mayoría de las cesáreas se programan para beneficio de los profesionales que no quieren, por ejemplo, suspender su asistencia a congresos. Un horror. Hacerle perder a las madres la felicidad de un parto natural, ¿con qué derecho? Una vez leí que si el parto está bien llevado, la mujer experimenta el mayor orgasmo de su vida. ¿Qué clase de mal paridos -nunca mejor dicho- son los que la acuestan, apuran, anestesian y operan? Y en no pocos casos, atan? La famosa episiotomía muchas veces sólo sirve para acelerar los tiempos y favorecer, nuevamente, a los médicos.
La nota termina diciendo: "En semejantes condiciones de salubridad la buena noticia, casi un milagro, es el estado de salud del pequeño Josué, que pesaba 2 kilos 400 gramos y medía 48 centímetros cuando fue fotografiado recién nacido sobre el césped". ¿Casi un milagro? ¿Pero de qué hablan? Sé de enfermeras que se dedican a asistir a la mujer para que tenga un parto natural, sin miedo y sin dolor. Son perseguidas por ejercicio ilegal de la medicina.
Habían acostado a la mujer en una camilla. Pasaban las horas, y el chiquito no nacía. Hasta que finalmente ella misma dijo "Ansina no i di poder...", se incorporó trabajosamente, se puso en cuclillas y tuvo a su hijo en un santiamén. ¿Por qué? Porque los movimientos del parto son los mismos que se realizan al evacuar. ¿Y quién puede boca arriba? Esta mamá jujeña había parido siempre del mismo modo, sólo que haciendo un hueco en la tierra para recibir a sus bebés.
La mujer se acuesta para comodidad de los médicos, no de la suya propia. La mayoría de las cesáreas se programan para beneficio de los profesionales que no quieren, por ejemplo, suspender su asistencia a congresos. Un horror. Hacerle perder a las madres la felicidad de un parto natural, ¿con qué derecho? Una vez leí que si el parto está bien llevado, la mujer experimenta el mayor orgasmo de su vida. ¿Qué clase de mal paridos -nunca mejor dicho- son los que la acuestan, apuran, anestesian y operan? Y en no pocos casos, atan? La famosa episiotomía muchas veces sólo sirve para acelerar los tiempos y favorecer, nuevamente, a los médicos.
La nota termina diciendo: "En semejantes condiciones de salubridad la buena noticia, casi un milagro, es el estado de salud del pequeño Josué, que pesaba 2 kilos 400 gramos y medía 48 centímetros cuando fue fotografiado recién nacido sobre el césped". ¿Casi un milagro? ¿Pero de qué hablan? Sé de enfermeras que se dedican a asistir a la mujer para que tenga un parto natural, sin miedo y sin dolor. Son perseguidas por ejercicio ilegal de la medicina.
lunes, 7 de octubre de 2013
Estamos todos invitados
Ágape
Mano a mano con Francisco, se titula el reportaje de Eugenio Scalfari (fundador del diario La Repubblica, periodista, escritor y político socialista italiano, tiene 89 años) en Clarín de este domingo. Me gusta este Papa, me parece el más piola que haya dado la Iglesia en mucho tiempo. Despliego el diario sobre mis rodillas dispuesta a disfrutar la lectura, es de agradecer un día sin viento.
El 'ágape' es el amor por los otros, como predicó nuestro Señor, dice Francisco. No es proselitismo, es amor. Amor por el prójimo, la levadura que sirve al bien común. El ágape, el amor de cada uno de nosotros hacia todos los otros, desde los más cercanos hasta los más alejados, es justamente el único modo que Jesús nos señaló para encontrar el camino de la salvación y las Bienaventuranzas.
En el diálogo entre ambos, Francisco le pregunta a Scalfari:
...déjeme hacerle una pregunta: usted, laico, no creyente en Dios, ¿en qué cree? Usted es un escritor y hombre del pensamiento. Creerá, por ende, en algo, tendrá un valor dominante. No me responda con palabras como la honestidad, la búsqueda, la visión del bien común; principios y valores importantes, pero no es eso lo que le pregunto. Le pregunto qué piensa de la esencia del mundo, más aún, del universo. Sin duda se preguntará, como todos, ¿quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos? Hasta un niño se hace esas preguntas. ¿Y usted?
-Le agradezco esa pregunta. La respuesta es la siguiente: yo creo en el Ser, es decir, el tejido del que surgen las formas, los Entes.
-Y yo creo en Dios. No en un Dios católico, no existe un Dios católico, existe Dios. Y creo en Jesucristo, su encarnación. Jesús es mi maestro y mi pastor, pero Dios, el Padre, Abba, es la luz y el Creador. Ese es mi Ser. ¿Le parece que estamos muy alejados?
-Estamos alejados en los pensamientos, pero somos semejantes como personas humanas, animadas por nuestros instintos que se transforman en pulsiones, sentimientos, voluntad, pensamiento y razón. En eso somos semejantes.
-Pero eso que llama Ser, ¿quiere definir cómo lo piensa usted?
-El Ser es un tejido de energía. Energía caótica pero indestructible y en eterno caos. De esa energía emergen las formas cuando la energía llega al punto de explotar. Las formas tienen sus leyes, sus campos magnéticos, sus elementos químicos, que se combinan casualmente, evolucionan, finalmente se apagan pero su energía no se destruye. El hombre es probablemente el único animal dotado de pensamiento, al menos en nuestro planeta y sistema solar. Dije que está animado de instintos y deseos pero agrego que tiene también en su interior una resonancia, un eco, una vocación de caos.
-Está bien. No quería que me hiciera un compendio de su filosofía y me dijo lo que me hacía falta. Yo observo, por mi parte, que Dios es luz que ilumina las tinieblas aunque no las disuelva y una chispa de esa luz divina está dentro de cada uno de nosotros. En la carta que le escribí, recuerdo haberle dicho que también nuestra especie acabará pero no acabará la luz de Dios y que en ese momento invadirá todas las almas y todo estará en todos.
-Sí, lo recuerdo muy bien, dijo "toda la luz estará en todas las almas", lo cual da más una figura de inmanencia que de trascendencia.
Pucha, ¿de dónde viene esta emoción? Un gotón cae sobre la hoja que estoy leyendo (para no lagrimear delante de la gente, busco rápido refugio en el baño).
El ágape es también un banquete. En éste al que alude Francisco, estamos todos invitados.
Senegal
Negro como la noche, negro de pie a cabeza, el negro más negro del mundo se detiene a espaldas de mi puesto. La idea es acomodar los lentes que vende por la calle, dispuestos en lo que parece una plancha de telgopor pintado. El negro acuesta la plancha sobre la vereda y se acuclilla para hacer su tarea. Mi vecino, después de curiosear un rato, le sugiere apoyar la plancha contra la pared y sentarse en una reposera para trabajar más cómodo. El negro no entiende palabra, mi vecino me sonríe por encima suyo y eleva los hombros, como diciendo "lo intenté". Entonces voy y le chamuyo en inglés, pero tampoco. Termino levantando yo misma la plancha para demostrarle lo que intentamos decir. Ahora sí, el negro agradece con un gesto, igualmente la última fila de lentes lo obliga a contorsionarse demasiado. Así que apoyamos la plancha, para elevarla, sobre los brazos de una segunda silla (no querés un café, pienso con ironía). De cerca se ve muy joven... ¿qué tendrá, veintidós, veintitrés años? Tiene largos pies, y un aspecto cuidado. Los lentes que ofrece son de imitación, con su etiqueta colgando y todo. Lindos, cancheros, peligrosos.
El negro se toma todo el tiempo del mundo, acomoda un par de anteojos y retrocede para mirar su obra casi como un pintor en busca de perspectiva. Es enternecedor ver cómo se toma su trabajo en serio. Cuando saca un plumero minúsculo (¿dónde lo llevaba?) y empieza a pasarlo sobre la mercadería, Dani, el librero anarquista, me grita no sé qué de lejos. Mejor ni mirarlo. "¿De dónde sos?", pregunto sin esperanza alguna. "África", responde para mi sorpresa. "Sí, ya sé que de África, pero de qué lugar?" "Senegal". "¿Te trata bien nuestro país?" El negro me mira sin comprender. "Mmm... ¿te gusta Argentina?" "Argentina", asiente mientras sigue acomodando. Uno de los vidrios se suelta de su armazón y cae estrepitosamente al suelo. Qué pierdo con probar: "Esos lentes no hacen bien a los ojos". Senegal me mira, parece entenderme. "Son malos", deletreo despacio. "Si no los comprás en una óptica, en un negocio, te hacen mal a los ojos". Entiende, no me cabe duda. "Te digo para que cambies de mercadería, cuando puedas..."
Senegal acomoda las sillas y se despide con un educado gracias señora. A la nochecita nos cruzamos una cuadra más allá, su sonrisa de piano es un regalo inesperado.
Mano a mano con Francisco, se titula el reportaje de Eugenio Scalfari (fundador del diario La Repubblica, periodista, escritor y político socialista italiano, tiene 89 años) en Clarín de este domingo. Me gusta este Papa, me parece el más piola que haya dado la Iglesia en mucho tiempo. Despliego el diario sobre mis rodillas dispuesta a disfrutar la lectura, es de agradecer un día sin viento.
El 'ágape' es el amor por los otros, como predicó nuestro Señor, dice Francisco. No es proselitismo, es amor. Amor por el prójimo, la levadura que sirve al bien común. El ágape, el amor de cada uno de nosotros hacia todos los otros, desde los más cercanos hasta los más alejados, es justamente el único modo que Jesús nos señaló para encontrar el camino de la salvación y las Bienaventuranzas.
En el diálogo entre ambos, Francisco le pregunta a Scalfari:
...déjeme hacerle una pregunta: usted, laico, no creyente en Dios, ¿en qué cree? Usted es un escritor y hombre del pensamiento. Creerá, por ende, en algo, tendrá un valor dominante. No me responda con palabras como la honestidad, la búsqueda, la visión del bien común; principios y valores importantes, pero no es eso lo que le pregunto. Le pregunto qué piensa de la esencia del mundo, más aún, del universo. Sin duda se preguntará, como todos, ¿quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos? Hasta un niño se hace esas preguntas. ¿Y usted?
-Le agradezco esa pregunta. La respuesta es la siguiente: yo creo en el Ser, es decir, el tejido del que surgen las formas, los Entes.
-Y yo creo en Dios. No en un Dios católico, no existe un Dios católico, existe Dios. Y creo en Jesucristo, su encarnación. Jesús es mi maestro y mi pastor, pero Dios, el Padre, Abba, es la luz y el Creador. Ese es mi Ser. ¿Le parece que estamos muy alejados?
-Estamos alejados en los pensamientos, pero somos semejantes como personas humanas, animadas por nuestros instintos que se transforman en pulsiones, sentimientos, voluntad, pensamiento y razón. En eso somos semejantes.
-Pero eso que llama Ser, ¿quiere definir cómo lo piensa usted?
-El Ser es un tejido de energía. Energía caótica pero indestructible y en eterno caos. De esa energía emergen las formas cuando la energía llega al punto de explotar. Las formas tienen sus leyes, sus campos magnéticos, sus elementos químicos, que se combinan casualmente, evolucionan, finalmente se apagan pero su energía no se destruye. El hombre es probablemente el único animal dotado de pensamiento, al menos en nuestro planeta y sistema solar. Dije que está animado de instintos y deseos pero agrego que tiene también en su interior una resonancia, un eco, una vocación de caos.
-Está bien. No quería que me hiciera un compendio de su filosofía y me dijo lo que me hacía falta. Yo observo, por mi parte, que Dios es luz que ilumina las tinieblas aunque no las disuelva y una chispa de esa luz divina está dentro de cada uno de nosotros. En la carta que le escribí, recuerdo haberle dicho que también nuestra especie acabará pero no acabará la luz de Dios y que en ese momento invadirá todas las almas y todo estará en todos.
-Sí, lo recuerdo muy bien, dijo "toda la luz estará en todas las almas", lo cual da más una figura de inmanencia que de trascendencia.
Pucha, ¿de dónde viene esta emoción? Un gotón cae sobre la hoja que estoy leyendo (para no lagrimear delante de la gente, busco rápido refugio en el baño).
El ágape es también un banquete. En éste al que alude Francisco, estamos todos invitados.
Senegal
Negro como la noche, negro de pie a cabeza, el negro más negro del mundo se detiene a espaldas de mi puesto. La idea es acomodar los lentes que vende por la calle, dispuestos en lo que parece una plancha de telgopor pintado. El negro acuesta la plancha sobre la vereda y se acuclilla para hacer su tarea. Mi vecino, después de curiosear un rato, le sugiere apoyar la plancha contra la pared y sentarse en una reposera para trabajar más cómodo. El negro no entiende palabra, mi vecino me sonríe por encima suyo y eleva los hombros, como diciendo "lo intenté". Entonces voy y le chamuyo en inglés, pero tampoco. Termino levantando yo misma la plancha para demostrarle lo que intentamos decir. Ahora sí, el negro agradece con un gesto, igualmente la última fila de lentes lo obliga a contorsionarse demasiado. Así que apoyamos la plancha, para elevarla, sobre los brazos de una segunda silla (no querés un café, pienso con ironía). De cerca se ve muy joven... ¿qué tendrá, veintidós, veintitrés años? Tiene largos pies, y un aspecto cuidado. Los lentes que ofrece son de imitación, con su etiqueta colgando y todo. Lindos, cancheros, peligrosos.
El negro se toma todo el tiempo del mundo, acomoda un par de anteojos y retrocede para mirar su obra casi como un pintor en busca de perspectiva. Es enternecedor ver cómo se toma su trabajo en serio. Cuando saca un plumero minúsculo (¿dónde lo llevaba?) y empieza a pasarlo sobre la mercadería, Dani, el librero anarquista, me grita no sé qué de lejos. Mejor ni mirarlo. "¿De dónde sos?", pregunto sin esperanza alguna. "África", responde para mi sorpresa. "Sí, ya sé que de África, pero de qué lugar?" "Senegal". "¿Te trata bien nuestro país?" El negro me mira sin comprender. "Mmm... ¿te gusta Argentina?" "Argentina", asiente mientras sigue acomodando. Uno de los vidrios se suelta de su armazón y cae estrepitosamente al suelo. Qué pierdo con probar: "Esos lentes no hacen bien a los ojos". Senegal me mira, parece entenderme. "Son malos", deletreo despacio. "Si no los comprás en una óptica, en un negocio, te hacen mal a los ojos". Entiende, no me cabe duda. "Te digo para que cambies de mercadería, cuando puedas..."
Senegal acomoda las sillas y se despide con un educado gracias señora. A la nochecita nos cruzamos una cuadra más allá, su sonrisa de piano es un regalo inesperado.
viernes, 4 de octubre de 2013
No entendí
Tengo una amiga que dice así: no entendí. Y van y le explican. Lo bien que hace. No poca gente reacciona de mala manera cuando no entendemos algo. ¿Qué hacemos entonces? Nos callamos. Por una cuestión de supervivencia, para hacer el día más amable.
Ah, pero qué ganas de decirlo sin consecuencias. No entendí. No entiendo cómo hicieron su fortuna algunos políticos, explicame. Pero sin buscarme la yugular, sin etiquetarme como de la "derecha golpista" o la "mierda troska". Así, tranquilo. Vos decís que no lo hubieses hecho, pero que alguien tenía que hacerlo. Mmm. No, tenés razón, yo no soy un dechado de virtudes. Pero qué sé yo, se trata de los destinos de la nación, a ver si todavía resulta que estamos gobernados por gente de moral flojita. Que (no quisiera imaginar) explota nuestros recursos a costa de los suelos o el agua. ¿Y la gente? Ante la duda me abstengo, llamame Doña Rosa si te place. Mil y pico de colegios, la AUH, todo maravilloso. Pero tenemos una sola tierra y a mi modo de ver está en peligro.
Explicame cómo es que una pastera no contamina, cómo vamos a hacer cuando todos los campos se vuelvan infértiles por el monocultivo de la soja. No entendí, no entiendo. Si no hay cepo cambiario, ¿por qué tengo que terminar en una cueva por unos pocos dólares? ¿Y qué hace un cana, con su uniforme de cana, custodiando esa misma cueva? ¿Por qué el mismo medio que entronizó a Kirchner (¿quién lo conocía?) busca ahora esmerilar el poder de Cristina? El problema cuando no entendemos es que nos sentimos tontos. Si nadie explica, o si la explicación no nos cierra y no cabe la repregunta, parecería que algo en nosotros funciona mal. Cuando las respuestas son violentas, cuando el mensaje es "no entendés nada, callate, hacé algo productivo con tu vida y después vení a opinar, renacuajo imberbe", el que no entiende se retrae, se enquista. Salvo dos o tres ejemplos de gente que insiste y termina cayendo en el mismo tono descalificador. Una pena.
Un comentarista de uno de los blogs que sigo se hacía las siguiente preguntas:
Los 5 pibes de Harvard (con o sin machetes) demostraron que CFK no puede responder las preguntas que todos tenemos.
Cual es la inflación real?
De dónde sacó su patrimonio?
Por qué hay un cepo cambiario?
Cómo se va a salir del cepo?
Cómo piensa combatir la inseguridad?
Por qué cambió su posición en el tema AMIA?
Por qué solo se combate 1 "monopolio" (Clarín) mientras los demás florecen?
Por qué se firmó un acuerdo con Chevrón en secreto y de espalda al pueblo?
Cual es el estado real de Aerolíneas Argentinas e YPF (deudas, inversiones, déficit, etc, etc, etc)?
Por qué se lo mantiene a Boudu?
Cómo piensa repagar los fondos de la Anses que se entregaron al ejecutivo?
Cual es la estrategia para frenar la fuga de dólares?
Cómo se justifica el patrimonio de sus amigos (Lázaro y Cristobalito)?
Cómo se justifica el patrimonio de TODOS sus ministros y secretarios?
Como ves son todas preguntas simples. Qué carajo importa si las preguntas vienen de un machete de Clarín o sugeridas por Lanata?
Si CFK no tiene NADA que ocultar debería poder responderlas fácilmente.
Son sus propios no entendí, perfectamente claros y atendibles. He aquí la respuesta que recibió por parte de otro comentarista:
Tus preguntas son de lo más pelotudo que se puede leer. Un compendio de lugares comunes y pura estupidez.
Tu agenda es la agenda de Lanata, lo cual ya de por si es bastante pobre. Al menos él lo hace por guita, supongo que lo tuyo es amateur.
Si querés una entrevista para contestar semejantes pavadas, es que tu nivel intelectual está apenas por sobre el de una botella de lavandina o del de Lanata, que por ahí anda.
Diría Menem: ¿es nesario?
Ah, pero qué ganas de decirlo sin consecuencias. No entendí. No entiendo cómo hicieron su fortuna algunos políticos, explicame. Pero sin buscarme la yugular, sin etiquetarme como de la "derecha golpista" o la "mierda troska". Así, tranquilo. Vos decís que no lo hubieses hecho, pero que alguien tenía que hacerlo. Mmm. No, tenés razón, yo no soy un dechado de virtudes. Pero qué sé yo, se trata de los destinos de la nación, a ver si todavía resulta que estamos gobernados por gente de moral flojita. Que (no quisiera imaginar) explota nuestros recursos a costa de los suelos o el agua. ¿Y la gente? Ante la duda me abstengo, llamame Doña Rosa si te place. Mil y pico de colegios, la AUH, todo maravilloso. Pero tenemos una sola tierra y a mi modo de ver está en peligro.
Explicame cómo es que una pastera no contamina, cómo vamos a hacer cuando todos los campos se vuelvan infértiles por el monocultivo de la soja. No entendí, no entiendo. Si no hay cepo cambiario, ¿por qué tengo que terminar en una cueva por unos pocos dólares? ¿Y qué hace un cana, con su uniforme de cana, custodiando esa misma cueva? ¿Por qué el mismo medio que entronizó a Kirchner (¿quién lo conocía?) busca ahora esmerilar el poder de Cristina? El problema cuando no entendemos es que nos sentimos tontos. Si nadie explica, o si la explicación no nos cierra y no cabe la repregunta, parecería que algo en nosotros funciona mal. Cuando las respuestas son violentas, cuando el mensaje es "no entendés nada, callate, hacé algo productivo con tu vida y después vení a opinar, renacuajo imberbe", el que no entiende se retrae, se enquista. Salvo dos o tres ejemplos de gente que insiste y termina cayendo en el mismo tono descalificador. Una pena.
Un comentarista de uno de los blogs que sigo se hacía las siguiente preguntas:
Los 5 pibes de Harvard (con o sin machetes) demostraron que CFK no puede responder las preguntas que todos tenemos.
Cual es la inflación real?
De dónde sacó su patrimonio?
Por qué hay un cepo cambiario?
Cómo se va a salir del cepo?
Cómo piensa combatir la inseguridad?
Por qué cambió su posición en el tema AMIA?
Por qué solo se combate 1 "monopolio" (Clarín) mientras los demás florecen?
Por qué se firmó un acuerdo con Chevrón en secreto y de espalda al pueblo?
Cual es el estado real de Aerolíneas Argentinas e YPF (deudas, inversiones, déficit, etc, etc, etc)?
Por qué se lo mantiene a Boudu?
Cómo piensa repagar los fondos de la Anses que se entregaron al ejecutivo?
Cual es la estrategia para frenar la fuga de dólares?
Cómo se justifica el patrimonio de sus amigos (Lázaro y Cristobalito)?
Cómo se justifica el patrimonio de TODOS sus ministros y secretarios?
Como ves son todas preguntas simples. Qué carajo importa si las preguntas vienen de un machete de Clarín o sugeridas por Lanata?
Si CFK no tiene NADA que ocultar debería poder responderlas fácilmente.
Son sus propios no entendí, perfectamente claros y atendibles. He aquí la respuesta que recibió por parte de otro comentarista:
Tus preguntas son de lo más pelotudo que se puede leer. Un compendio de lugares comunes y pura estupidez.
Tu agenda es la agenda de Lanata, lo cual ya de por si es bastante pobre. Al menos él lo hace por guita, supongo que lo tuyo es amateur.
Si querés una entrevista para contestar semejantes pavadas, es que tu nivel intelectual está apenas por sobre el de una botella de lavandina o del de Lanata, que por ahí anda.
Diría Menem: ¿es nesario?
jueves, 3 de octubre de 2013
Si la envidia fuera tiña
Diecisiete minutos, cuatro segundos. El común de los mortales demoramos más en desayunar.
Fábio Cembranelli, mis respetos.
Qué belleza todo.
miércoles, 2 de octubre de 2013
Cajas pequeñas
El negocio está dentro de una galería. La vidriera exhibe toallas para visitas, cajas de madera decorada, portavelas, mantitas de bebé, aromatizadores, bolsas para el algodón. Mucho dorado, encaje y rosas. Bordadas, pintadas a mano, trabajadas en resina. Sobre una de las cajas, la figura de un bebé -hecho en porcelana fría- duerme boca abajo. Está bastante logrado, de una de sus manitas cuelga un conejo de paño. Mi bebé, se repite aquí y allá. ¿Qué podrá guardarse en cajas tan pequeñas? Primeros dientes, supongo, o restos de cordón umbilical. Pese a la luz de las dicroicas, el local tiene un aire pesado y victoriano. Se me ocurre pispear a la encargada a través de la vidriera, tal vez se asemeje a la Reina de Corazones. No alcanzo a verla, oculta como está tras un perchero con toallas y un ramo de rosas secas.
De vuelta en casa, estreno bloc de acuarela (veinte hojas de papel extra áspero). Pero a pesar de intentarlo e intentarlo, mis flores se niegan a nacer. No es motivo para la tristeza, o sí?
Sospecho más de las cajas pequeñas.
De vuelta en casa, estreno bloc de acuarela (veinte hojas de papel extra áspero). Pero a pesar de intentarlo e intentarlo, mis flores se niegan a nacer. No es motivo para la tristeza, o sí?
Sospecho más de las cajas pequeñas.
lunes, 30 de septiembre de 2013
Música
El Ratón
Los tres pibes tocan por primera vez, o al menos es la primera vez que los vemos por la plaza. Tampoco son tan pibes, sucede que decir muchachos es de española o de vieja (y me resisto, me resisto...) El tema es que se lanzan con dos guitarras y un charango. En principio parecería que no dan pie con bola, que cada uno va por su lado. "Ah -me da por pensar- cuando uno tiene esa voz de son cubano, abusa un poco". El Ratón me encanta, en cuestión de nada hacemos palmas. Mónica opina que deberíamos darles unos pesitos. Y cómo no, se los merecen. De espaldas a ellos atiendo a una clienta mientras entonan un segundo tema. Cuando me doy vuelta han desaparecido, ¿no estaban aquí hace unos segundos?
Los tres pibes tocan por primera vez, o al menos es la primera vez que los vemos por la plaza. Tampoco son tan pibes, sucede que decir muchachos es de española o de vieja (y me resisto, me resisto...) El tema es que se lanzan con dos guitarras y un charango. En principio parecería que no dan pie con bola, que cada uno va por su lado. "Ah -me da por pensar- cuando uno tiene esa voz de son cubano, abusa un poco". El Ratón me encanta, en cuestión de nada hacemos palmas. Mónica opina que deberíamos darles unos pesitos. Y cómo no, se los merecen. De espaldas a ellos atiendo a una clienta mientras entonan un segundo tema. Cuando me doy vuelta han desaparecido, ¿no estaban aquí hace unos segundos?
Antes de partir
El sábado vi Antes de partir, una película sobre dos enfermos de cáncer que escriben una lista de las cosas que quieren hacer antes de morir. Entre los ítems a cumplir figuran, por ejemplo, ayudar a un extraño, lanzarse en paracaídas, manejar un auto de carrera, besar a la chica más linda del mundo, reparar relaciones. Primero me dije "Uh, es mala..." (Jack Nicholson abusa un tanto de sus caras de fauno) y cambié de canal, pero volví a sintonizarla porque es un tema atrapante. Lo bien que hice, no resultó tan mala.
Y me dejó pensando. Todos hemos oído hablar de gente que ante un diagnóstico de muerte inminente decide llevar la vida que siempre quiso. Digo yo... este, ejem... ¿No nos vamos a morir todos, más tarde o más temprano? Si suena demasiado siniestro, déjenme plantearlo de este modo: ¿no llegará un momento de nuestras vidas presentes en que deseemos jugar otro juego? ¿A qué esperar un diagnóstico, entonces?
¿Cuánto quiere ud pagar por este compact?
Rodolfo se niega a venderme un cd con un piano magistral, piensa llevárselo a su señora. "No me presione", dice ante mi insistencia. No lo presiono, pues, es él mismo quien lo ofrece al final del día. Al mejor estilo mercader me pregunta "¿Cuánto quiere ud pagar por este compact? Lo vendo a cincuenta, pero no le voy a cobrar cincuenta a ud".
Acordamos cuarenta, hecho.
miércoles, 25 de septiembre de 2013
Cinco Maias
Y hablando de películas disfrutables, una tarde caminando por Lavalle me atrajo este afiche y sin pensarlo demasiado entré al cine. Habremos sido... ¿tres espectadores? Sí, sólo tres para esta maravilla de principio a fin.
Dejo el link porque no puedo subirla, háganse un favor y véanla.
https://www.youtube.com/watch?v=MA6Vihywu1I
martes, 24 de septiembre de 2013
Los recomendados de Maia
Tenía ganas de titular así, ¿por qué no? Los gustos hay que dárselos en vida.
El sábado volví a ver Bajo el sol de la Toscana, la historia de una escritora americana que compra una villa en Italia. ¿Qué me atrae de esta película? Por empezar, la belleza de la zona. Las casas con historia, donde es posible aceptar y convivir con paredes descascaradas. El desafío de transformar un caserón venido a menos en un hogar. La soledad y los prejuicios iniciales dando paso a relaciones llenas de aceptación y calidez. La estética de los decorados, el trabajo actoral de Diane Lane (¿no recuerda un poco a JLo?) y hasta su ropa.
No, no es El cartero. Pero tiene un algo indefinible que hace que la siga pensando días después de verla. En un puntaje del uno al cinco, le pongo tres Maias.
Tres y un cuarto.
El sábado volví a ver Bajo el sol de la Toscana, la historia de una escritora americana que compra una villa en Italia. ¿Qué me atrae de esta película? Por empezar, la belleza de la zona. Las casas con historia, donde es posible aceptar y convivir con paredes descascaradas. El desafío de transformar un caserón venido a menos en un hogar. La soledad y los prejuicios iniciales dando paso a relaciones llenas de aceptación y calidez. La estética de los decorados, el trabajo actoral de Diane Lane (¿no recuerda un poco a JLo?) y hasta su ropa.
No, no es El cartero. Pero tiene un algo indefinible que hace que la siga pensando días después de verla. En un puntaje del uno al cinco, le pongo tres Maias.
Tres y un cuarto.
lunes, 23 de septiembre de 2013
De la didáctica y su intento
Muchos problemas económicos
Antes de ver siquiera a la maestra, la escuchamos. Porque las maestras modernas usan megáfonos, una ayuda impensable en nuestros días (algo así como el micrófono de las profesoras de aeróbica). La frase, eso sí, permanece como un clásico. "Chicos, vengan acá".
El grupo camina por Plaza Dorrego, en lo que se supone un paseo educativo. Las maestras suelen detenerse ante el viejo aljibe -cerrado a cal y canto por cuestiones de seguridad- y trazar una semblanza del Buenos Aires de antaño. Hoy, además, se escucha vociferar a la que nos ocupa: "Estas personas tienen muchos problemas económicos". Me doy vuelta asombrada. Sí, se refiere a nosotros, veinte alumnos en sus uniformes nos estudian sin disimulo. ¿Alucino, o alguno fotografía con su celular? Pucha que hay cosas para resaltar de los feriantes. Mujer, te tiro letra: trabajamos distintos materiales, vendemos nuestras propias creaciones, hallamos una salida a la exclusión del mercado laboral...
"¿Escuchó lo que dijo la maestra? ¡Mire lo que les enseñan a los pibes!", comparto indignada con un compañero. Lo que responde me devuelve la sonrisa. "Es que, también, uno ve las crostras (sic) de algunos pies y da para pensar eso".
Dani, el librero anarquista, está sentado en su puesto refunfuñando contra los deseos de Feliz Primavera que florecen a su alrededor. "Dani, oí esto". Y le cuento de la maestra, del megáfono y de nuestra vida de desarrapados gritada al viento. "Eso no es nada", recuerda Dani. Y me cuenta a su vez de la feria de Lomas y de un grupo de evangelistas que se reunían a predicar a los paseantes, micrófono en mano. "Un día se armó un revuelo bárbaro, de repente veo que dos o tres artesanos se les van al humo. '¿Qué pasó?', dije yo. '¿No escuchaste lo que dijeron a la gente?', me preguntó uno. 'No, no les presto atención', contesté".
-¿Y que habían dicho?
-Que tomaran conciencia de su vida y buscaran la Fe, si no iban a terminar como nosotros, borrachos, drogados y tirados por el piso.
-Uh! Qué boludos, en el mismo lugar que les servía para predicar.
-Les pegaron un voleo... Nunca más aparecieron.
Las letras azules
No tienen didáctica, se queja Nora. Pronuncia así: di-dác-ti-ca. Es que le viene costando lo suyo aprender computación. Ha mandado montones de mails, pero los de sus amigos no ingresaron nunca. La profesora corrigió uno de tantos errores, pero no le explicó qué había hecho y la dejó más a oscuras que antes.
Al rato se vuelve a escuchar la voz de Nora, como una letanía. "Y yo buscaba las letras azules, ¿dónde están las letras azules? No tienen didáctica, no saben enseñar".
Alelado
"Librero no es cualquiera", dice Miguel, mi amigo/cliente de los domingos. Y comenta de la vez que entró a una conocida librería y presenció alelado como una maestra jardinera permitía que los chicos rompiesen un ejemplar de popup sobre la vida de Pulgarcito. Miguel simula partir una hoja en dos. "Los monstruitos lo rasgaban así. Un libro de seiscientos pesos". Como si no fuese suficiente atropello, la maestra los invitaba a sacar más de los estantes. ¿El vendedor? Nada, ahí mirando.
-Oíme, ¡están destruyendo el libro!
-Ah, sí, siempre pasa.
Miguel subió al primer piso a buscar a un conocido de la sucursal y le avisó textual: "Hay una maestra jardinera haciendo mierda un libro de Sabuda". El tipo bajó y pegó cuatro gritos. Nunca más permitieron el ingreso de grupos escolares.
Antes de ver siquiera a la maestra, la escuchamos. Porque las maestras modernas usan megáfonos, una ayuda impensable en nuestros días (algo así como el micrófono de las profesoras de aeróbica). La frase, eso sí, permanece como un clásico. "Chicos, vengan acá".
El grupo camina por Plaza Dorrego, en lo que se supone un paseo educativo. Las maestras suelen detenerse ante el viejo aljibe -cerrado a cal y canto por cuestiones de seguridad- y trazar una semblanza del Buenos Aires de antaño. Hoy, además, se escucha vociferar a la que nos ocupa: "Estas personas tienen muchos problemas económicos". Me doy vuelta asombrada. Sí, se refiere a nosotros, veinte alumnos en sus uniformes nos estudian sin disimulo. ¿Alucino, o alguno fotografía con su celular? Pucha que hay cosas para resaltar de los feriantes. Mujer, te tiro letra: trabajamos distintos materiales, vendemos nuestras propias creaciones, hallamos una salida a la exclusión del mercado laboral...
"¿Escuchó lo que dijo la maestra? ¡Mire lo que les enseñan a los pibes!", comparto indignada con un compañero. Lo que responde me devuelve la sonrisa. "Es que, también, uno ve las crostras (sic) de algunos pies y da para pensar eso".
Dani, el librero anarquista, está sentado en su puesto refunfuñando contra los deseos de Feliz Primavera que florecen a su alrededor. "Dani, oí esto". Y le cuento de la maestra, del megáfono y de nuestra vida de desarrapados gritada al viento. "Eso no es nada", recuerda Dani. Y me cuenta a su vez de la feria de Lomas y de un grupo de evangelistas que se reunían a predicar a los paseantes, micrófono en mano. "Un día se armó un revuelo bárbaro, de repente veo que dos o tres artesanos se les van al humo. '¿Qué pasó?', dije yo. '¿No escuchaste lo que dijeron a la gente?', me preguntó uno. 'No, no les presto atención', contesté".
-¿Y que habían dicho?
-Que tomaran conciencia de su vida y buscaran la Fe, si no iban a terminar como nosotros, borrachos, drogados y tirados por el piso.
-Uh! Qué boludos, en el mismo lugar que les servía para predicar.
-Les pegaron un voleo... Nunca más aparecieron.
Las letras azules
No tienen didáctica, se queja Nora. Pronuncia así: di-dác-ti-ca. Es que le viene costando lo suyo aprender computación. Ha mandado montones de mails, pero los de sus amigos no ingresaron nunca. La profesora corrigió uno de tantos errores, pero no le explicó qué había hecho y la dejó más a oscuras que antes.
Al rato se vuelve a escuchar la voz de Nora, como una letanía. "Y yo buscaba las letras azules, ¿dónde están las letras azules? No tienen didáctica, no saben enseñar".
Alelado
"Librero no es cualquiera", dice Miguel, mi amigo/cliente de los domingos. Y comenta de la vez que entró a una conocida librería y presenció alelado como una maestra jardinera permitía que los chicos rompiesen un ejemplar de popup sobre la vida de Pulgarcito. Miguel simula partir una hoja en dos. "Los monstruitos lo rasgaban así. Un libro de seiscientos pesos". Como si no fuese suficiente atropello, la maestra los invitaba a sacar más de los estantes. ¿El vendedor? Nada, ahí mirando.
-Oíme, ¡están destruyendo el libro!
-Ah, sí, siempre pasa.
Miguel subió al primer piso a buscar a un conocido de la sucursal y le avisó textual: "Hay una maestra jardinera haciendo mierda un libro de Sabuda". El tipo bajó y pegó cuatro gritos. Nunca más permitieron el ingreso de grupos escolares.
jueves, 19 de septiembre de 2013
Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia
Estoy creando aros de resina, un material que endurece como piedra y permite ser lijado y pintado. Mi último desvelo son las hojas.
Las primeras salieron gruesas. Qué tonta, ¿quién quiere aros pesados? Así que hice las siguientes tan delgadas como pude. Pero las curvé de la misma manera, y cada hoja tiene su propia historia. Tampoco me fue demasiado bien con las nervaduras, quise que se notaran y el resultado es artificial. En el proceso corregí el color, quitando acá y agregando allá. No funcionó. Después de mucho errar comprendí que hay que permitir las manchas en las hojas. Cuando se secan, pierden dramatismo y las vuelven reales.
Como toque final, busqué detalles que las realzaran. Si las hojas se ven bien, no los necesitan.
lunes, 16 de septiembre de 2013
El Gauchito de Gualeguaychú
La chica pasea con una amiga y se detiene ante mi puesto. Ah, qué lindo esto y qué bonito lo otro. ¡Mirá aquello, me muero! "Perdón", dice antes de irse. Es que ha levantado y tocado todo. "Se emociona fácil", explica la amiga. "Tengo mi niña interior cerca del afuera", concede ella.
Llueve sin parar, desde hace horas. César va y viene con las manos en los bolsillos y la capucha puesta. "Es la magia de San Telmo", le digo en una de sus pasadas. Es la frase que aplica a todo acontecimiento funesto. César se para a conversar.
-Hoy me llamó el arzobispo de Lund.
-Eh?
-¡Lund!
-¿Dónde queda eso?
-Más allá del Tigre... no importa. Y me dio saludos para el Gauchito de Gualeguaychú, Nils Runeberg.
-Me estás cargando.
-¿Nunca leíste nada de Runeberg?
-No sé quién es.
-Tenés que conocerlo, Runeberg se especializa en la influencia congoleña sobre las costumbres camperas argentinas.
Estos libreros, nunca sé cuándo hablan en serio.
-Te dio saludos para el gauchito éste.
-Sí. Y después me dijo que llueve menos que en Jutlandia, pero más o menos como en Besarabia.
-...
-Igual estoy pensando en ir a la feria de Samarcanda.
-¿Por?
-Porque en Kirguistán llueve sólo 20 mm. al año.
Mejor seguirle la corriente.
-¿Quién decís que te llamó?
-El arzobispo de Lund.
-¿Y de dónde lo conocés?
-¿No te digo? Porque soy amigo del Gauchito de Gualeguaychú.
-¡Salí de acá, no te creo nada!
-Es el que descubrió que las costumbres sexuales argentinas son iguales a las del Congo.
Martillo Loco tiene a su primer clienta del día, una canadiense de risa fácil que quiere comprar un mate repujado. "Two mates, one for you, one for friend", ofrece Hernán. Oh, you're terrible, se ríe la canadiense. Y pide descuento. "No, no discount, water over my head all day. Mucha, mucha agua", gesticula Hernán (he´s terrible, terrible). "For you, not for him", cede Hernán señalando al hombre que la acompaña. Terminan hablando de tango y de cumbia y de algo más que es "marvellous".
Boca, qué otra cosa. Boca, que viene jugando lindo.
Llueve sin parar, desde hace horas. César va y viene con las manos en los bolsillos y la capucha puesta. "Es la magia de San Telmo", le digo en una de sus pasadas. Es la frase que aplica a todo acontecimiento funesto. César se para a conversar.
-Hoy me llamó el arzobispo de Lund.
-Eh?
-¡Lund!
-¿Dónde queda eso?
-Más allá del Tigre... no importa. Y me dio saludos para el Gauchito de Gualeguaychú, Nils Runeberg.
-Me estás cargando.
-¿Nunca leíste nada de Runeberg?
-No sé quién es.
-Tenés que conocerlo, Runeberg se especializa en la influencia congoleña sobre las costumbres camperas argentinas.
Estos libreros, nunca sé cuándo hablan en serio.
-Te dio saludos para el gauchito éste.
-Sí. Y después me dijo que llueve menos que en Jutlandia, pero más o menos como en Besarabia.
-...
-Igual estoy pensando en ir a la feria de Samarcanda.
-¿Por?
-Porque en Kirguistán llueve sólo 20 mm. al año.
Mejor seguirle la corriente.
-¿Quién decís que te llamó?
-El arzobispo de Lund.
-¿Y de dónde lo conocés?
-¿No te digo? Porque soy amigo del Gauchito de Gualeguaychú.
-¡Salí de acá, no te creo nada!
-Es el que descubrió que las costumbres sexuales argentinas son iguales a las del Congo.
Martillo Loco tiene a su primer clienta del día, una canadiense de risa fácil que quiere comprar un mate repujado. "Two mates, one for you, one for friend", ofrece Hernán. Oh, you're terrible, se ríe la canadiense. Y pide descuento. "No, no discount, water over my head all day. Mucha, mucha agua", gesticula Hernán (he´s terrible, terrible). "For you, not for him", cede Hernán señalando al hombre que la acompaña. Terminan hablando de tango y de cumbia y de algo más que es "marvellous".
Boca, qué otra cosa. Boca, que viene jugando lindo.
jueves, 12 de septiembre de 2013
Cuatro sorrentinos
Llueve. La panadería atrae como un imán, es amplia, limpia y luminosa. "Buen día", saludo festiva a un viejo (¿el dueño?) que lee su diario. Elijo un asiento mullido y me dejo caer, agradecida. Un oso polar corre peligro de muerte en el zoo de Mendoza, dice el televisor allá en lo alto. Una mujer en sus sesenta, dulce y rubia, se acerca a atenderme. ¿Qué se puede almorzar? Sorrentinos con salsa bolognesa o pollo al horno con calabaza rellena, es el Menú Ejecutivo del día, incluye postre o café. "Sorrentinos... y una Levité pomelo, por favor". Mientras espero hojeo revistas. El pelo de Susana es de nena albina, aclara un Romano indignado. Es un pelo suave. Y sano. Y fuerte.
Mirtha cree que Cristina ha llorado al conocer el resultado de las elecciones, y que después se puso corrector de ojeras. "Yo hubiese llorado a los gritos".
"Facundo me tiene los h..... al plato", confiesa Suar. Que Facu es más lindo, que Facu tiene mejores pectorales, dice Griselda.
La comida demora tanto que me da tiempo de masticar a conciencia dos pancitos con manteca y beber toda la Levité. Finalmente, los sorrentinos. Cuatro, cubiertos con la salsa. Me cacho, esto está durísimo. Los sospecho de supermercado, esas cosas congeladas que se envían cinco minutos al microondas. Me levanto y voy hacia la caja, la mujer está despachando pan. ¿Tienen microondas? Tienen. Sabedora de los tiempos en estos lugares, alcanzo yo misma el plato al mostrador, ¿serían tan amables de llevarlo dos minutos al microondas? Dos minutitos nomás, la pasta está algo cruda.
Andrea Rincón se reconcilió por cuarta vez con Ale Sergi. Karina Jelinek se enteró de la infidelidad de Fariña a través de una seguidora de Twitter. Fariña niega todo. La mejor vestida en la entrega de los Martín Fierro fue Ana María Picchio, estaba espléndida. ¡Dios, cuánto pueden demorar en terminar de cocinar cuatro sorrentinos! "Es que los hacen en el momento", justifica la mujer dulce y rubia, algo preocupada por mi gesto adusto. "Sí, pero esto los perjudica, uno sabe cuando ingresa pero no cuando sale..."
Sergio Company, otrora escenógrafo de Mirtha Legrand, tomó un curso con el doctor Kusnetzoff y se recibió de experto en orgasmos. No, no liga más por eso, lo hizo de curioso. No, no se tiñe las cejas, todos le preguntan lo mismo. Legrand suena francés y el art decó es alemán, no parece que el nuevo decorador termine de entenderlo. Cruzo y descruzo las piernas, definitivamente este asiento es caluroso. Veinte minutos después, me acerco al mostrador con intenciones belicosas, la mujer me mira como si recién ingresase al local. "Tenemos hambre", declaro. Me amparo en el plural para dar idea de que somos varios, dispuestos a todo. "Calma, calma, ya salen..." La mujer se encamina a lo que parece ser una cocina gigantesca y vuelve con la misma cantinela: "Lo que pasa es que los hacen en el momento..." Mi otro yo salta el mostrador y la toma del cuello. "Quiero mi comida ya, me oye? Ya, ahora. Hace una hora larga que me boludean con cuatro sorrentinos. ¿Acaso no saben cocinar? ¡Hasta un nene de pecho se da cuenta de que están crudos!" Nada de eso ocurre. Me fuerzo a sonreir y pregunto por el postre. "Se lo pido con tiempo, no sea cosa que demore media hora..." La expresión de la mujer fluctúa tanto como la mía. ¿Quiero leer el diario? No, gracias.
Diez minutos después, giro en el asiento y hago un gesto teatral de abatimiento, la mujer parece recordar algo y se encamina nuevamente a la cocina, luego apresura -es un decir- sus pasos y cruza por delante del mostrador hacia el lado contrario. Aquí llega mi plato. Con cinco sorrentinos. Crudos y muy calientes. No me importa nada, los espolvoreo con queso rallado y los como así, quemándome el paladar. Me quiero ir. Quiero huir de esta trampa, de las facturas brillosas en exhibición, de la mirada desconcertada de la mujer dulce y rubia, del viejo que tal vez sea el dueño o tal vez no.
Cómo saberlo. ¡Despierte, señor, están arruinando su negocio!
"¿Ensalada de frutas?", ofrece la mujer, con una copa vacía en la mano (¿ahora se apura, ahora se apura?) Estoy ante el mostrador, pagando el importe del Menú Ejecutivo a una recién llegada. "No gracias, se me hizo tarde".
Mirtha cree que Cristina ha llorado al conocer el resultado de las elecciones, y que después se puso corrector de ojeras. "Yo hubiese llorado a los gritos".
"Facundo me tiene los h..... al plato", confiesa Suar. Que Facu es más lindo, que Facu tiene mejores pectorales, dice Griselda.
La comida demora tanto que me da tiempo de masticar a conciencia dos pancitos con manteca y beber toda la Levité. Finalmente, los sorrentinos. Cuatro, cubiertos con la salsa. Me cacho, esto está durísimo. Los sospecho de supermercado, esas cosas congeladas que se envían cinco minutos al microondas. Me levanto y voy hacia la caja, la mujer está despachando pan. ¿Tienen microondas? Tienen. Sabedora de los tiempos en estos lugares, alcanzo yo misma el plato al mostrador, ¿serían tan amables de llevarlo dos minutos al microondas? Dos minutitos nomás, la pasta está algo cruda.
Andrea Rincón se reconcilió por cuarta vez con Ale Sergi. Karina Jelinek se enteró de la infidelidad de Fariña a través de una seguidora de Twitter. Fariña niega todo. La mejor vestida en la entrega de los Martín Fierro fue Ana María Picchio, estaba espléndida. ¡Dios, cuánto pueden demorar en terminar de cocinar cuatro sorrentinos! "Es que los hacen en el momento", justifica la mujer dulce y rubia, algo preocupada por mi gesto adusto. "Sí, pero esto los perjudica, uno sabe cuando ingresa pero no cuando sale..."
Sergio Company, otrora escenógrafo de Mirtha Legrand, tomó un curso con el doctor Kusnetzoff y se recibió de experto en orgasmos. No, no liga más por eso, lo hizo de curioso. No, no se tiñe las cejas, todos le preguntan lo mismo. Legrand suena francés y el art decó es alemán, no parece que el nuevo decorador termine de entenderlo. Cruzo y descruzo las piernas, definitivamente este asiento es caluroso. Veinte minutos después, me acerco al mostrador con intenciones belicosas, la mujer me mira como si recién ingresase al local. "Tenemos hambre", declaro. Me amparo en el plural para dar idea de que somos varios, dispuestos a todo. "Calma, calma, ya salen..." La mujer se encamina a lo que parece ser una cocina gigantesca y vuelve con la misma cantinela: "Lo que pasa es que los hacen en el momento..." Mi otro yo salta el mostrador y la toma del cuello. "Quiero mi comida ya, me oye? Ya, ahora. Hace una hora larga que me boludean con cuatro sorrentinos. ¿Acaso no saben cocinar? ¡Hasta un nene de pecho se da cuenta de que están crudos!" Nada de eso ocurre. Me fuerzo a sonreir y pregunto por el postre. "Se lo pido con tiempo, no sea cosa que demore media hora..." La expresión de la mujer fluctúa tanto como la mía. ¿Quiero leer el diario? No, gracias.
Diez minutos después, giro en el asiento y hago un gesto teatral de abatimiento, la mujer parece recordar algo y se encamina nuevamente a la cocina, luego apresura -es un decir- sus pasos y cruza por delante del mostrador hacia el lado contrario. Aquí llega mi plato. Con cinco sorrentinos. Crudos y muy calientes. No me importa nada, los espolvoreo con queso rallado y los como así, quemándome el paladar. Me quiero ir. Quiero huir de esta trampa, de las facturas brillosas en exhibición, de la mirada desconcertada de la mujer dulce y rubia, del viejo que tal vez sea el dueño o tal vez no.
Cómo saberlo. ¡Despierte, señor, están arruinando su negocio!
"¿Ensalada de frutas?", ofrece la mujer, con una copa vacía en la mano (¿ahora se apura, ahora se apura?) Estoy ante el mostrador, pagando el importe del Menú Ejecutivo a una recién llegada. "No gracias, se me hizo tarde".
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