martes, 16 de julio de 2013
Perentorios
"¡Un asiento, por favor!" Quien así se dirige al pasaje en general, es una señora entrada en carnes.
De lo más perentoria. "Qué descaro -pienso desde mi tendinitis- pide el asiento para ella". Un hombre de pelo teñido y lentes oscuros, que recién termina de sentarse, se lo cede a desgano. El resto no parece haberla oído, dormitan contra las ventanillas o llevan sus auriculares puestos. La señora usa un gorro peludo tejido a mano. Es muy blanca y de ojos claros, los labios pintados de rosa subido.
Ella me mira, yo la miro. Ella me mira tal vez pensando "esta mujer ni se movió para cederme el asiento", yo la miro como diciendo "mire que es ud descarada, sentarse así, de prepo". Cuando me bajo, un resto de humanidad me dicta que tal vez no seamos tan distintas (el gorro tiene su gracia), que yo bien podría ser ella de acá a diez años. Con sorpresa veo su mano derecha posada sobre la cabeza de un bastón. ¡Usa bastón!
Tantos de nosotros, pensados arrogantes. Y capaz que sólo nos cuesta andar por la vida.
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Hay veces en que no reparamos en las formas. Y en otras las sobrevaloramos. El punto medio siempre cuesta.
ResponderEliminarEl Camino del Medio, el que aconsejaba Buda.
ResponderEliminarMaia, Ud. misma lo dice, dijo "por favor", algo es algo.
ResponderEliminarQuizás por experiencia sabe que si no se impone, nadie le cede el asiento y a la primera frenaada termina
tirada en el piso. Pero yo mi asiento no se lo daba ni loca, de puro jodida nomas. :)
No daban ganas, le digo la verdad. Una vez viajaba en el primer asiento y me lo pidió una mujer apenas mayor que yo. Se lo di, pero antes le informé mi edad, qué te pasa.
ResponderEliminarPeor que pedir el asiento es cuando te lo empiezan a dar de motu propio (a mí nunca me pasó, obvio :)
ResponderEliminarja! A mí tampoco. No, de veras, aunque vaya con valija y bolso, me deben ver fuerte.
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