La cocina no es mi fuerte. Podría serlo, si le pusiese más empeño. Pero soy de esa gente que piensa que un tomate es un tomate, es decir, nada para andar triturando, hirviendo y molestando. Así y todo, de vez en cuando lo intento.
El dulce de limones de la casa paterna
Una casita modesta, enclavada allá en lo alto, con la mejor vista. Mi suegro fue inspector de los depósitos de la Dirección Nacional de Vialidad. Por tanto había viajado mucho, de Ushuaia a la Quiaca. Su lugar en el mundo, de tantos recorridos, terminó siendo Sierra de los Padres. La casita tenía un jardín, al fondo. Y en el jardín, además de un par de rosales que aún se sostenían, limoneros.
Qué mejor que llevar unos cuantos limones, hacer dulce y recordar un lugar de ensueño, no? No.
De vuelta en Capital, corté los limones (duros, verdes) en trocitos minúsculos. Les quité las semillas y agregué un kilo de azúcar. A fuego moderado, revolví la mezcla durante una eternidad, pero jamás pareció volverse mermelada. Lo máximo que conseguí fue una pasta marrón que se solidificó casi a punto de caramelo (resultó peor al enfriarse, había que sacarla del frasco clavándole un cuchillo).
El peceto acordeón
Con varios cortes transversales, y rodajas de ananá insertadas en cada corte. Lo preparé para una Nochebuena.
Duro, el peceto.
Seco, el peceto.
Precioso, eso sí, sobre una fuente de porcelana inglesa.
El pollo al limón
"Vos déjame a mí, se van a chupar los dedos". Se lo dije con arrogancia a una ex cuñada. No sé que pasó, tal vez me excedí con el limón, tal vez fueron las semillas. El caso es que ninguno de sus selectos invitados pronunció palabra. Recuerdo el silencio, y los cubiertos de Plata Lappas.
El borsch
La sopa de remolacha con crema. Una sorpresa para mi padre. Lástima que equivoqué el envase y utilicé yogur natural. Mi padre tampoco dijo nada. Ácida, demasiado.
La receta fácil
"¿Vos querés una receta fácil?", me dijo ya ni recuerdo quién. Y yo entré como un caballo. Consistía en tomar un pollo, ponerlo en una asadera y volcarle encima una lata de macedonia. Nada más. "Te queda como glaseado, porque el pollo se cocina en el almíbar. La pinta es genial, lo servís con las cerezas a un costado". Era también fin de año, compré apurada la última lata del estante del súper y puse manos a la obra.
Parece ser que hay diferencia entre una macedonia y una ensalada de frutas.
Del almíbar, ni noticias. El pollo hirvió lentamente en una sopa blancuzca, con gusto a nada.
El budín veloz de naranja
Ah, cómo compro esas palabras... fácil, veloz...
Quedó crudo en la base. El glasé no se formó. Creo que estropeé la licuadora.
Salteé un paso y metí la harina (montones de harina) junto con la naranja en trozos, el huevo, el aceite, el yogur y el azúcar. La licuadora hizo plofplof ploc, y un chispazo azul relumbró en la palanquita de la velocidad.
"Esto está gomoso", le digo al Hombre, mordisqueando una rebanada de budín veloz de naranja. Le he puesto Mendicrim, pero ni eso lo mejora.
-¿De dónde sacaste la receta?
-De Clarín.
-Lo que pasa es que no lo dejaste levar.
-No decía que lo deje levar.
-Clarín miente.
"Cocina Moderna para la Mujer Fácil" es uno de mis libros de cabecera.
ResponderEliminarRecetas de hamburguesa, panchos, picada y fideos con aceite. Y siempre queda la opción del delivery.
ñami! Póngase las pilas, quiero ensalada.
ResponderEliminar