lunes, 6 de mayo de 2013
Domingo en San Telmo
El artesano -alto, flaco, serio- lleva a la vista sus aros de calabaza. Paga su boleto y me saluda con un cabezazo. Poco más que eso, sólo un reconocimiento. Es domingo de mañana, siete y monedas. Nos bajamos en la misma parada, de su mochila también cuelgan prendedores. Camino por la vereda cargando el bolso y arrastrando la valija, la idea es desayunar en una conocida pizzería. "Vamos, vamos, dale!!!" El grito es imperioso. "Dale!!!!", repiten. Corridas en la calle y por la vereda misma. Todo es confuso, más sin anteojos. ¿Banditas que se pelean? Un pibe se sienta en el cordón de la vereda, aturdido. Se acuesta boca arriba y estira los brazos hacia atrás, cuando paso a su lado intenta atraparme el tobillo. Lo esquivo y pienso si de verdad quiero seguir avanzando.
Siguen las corridas y los gritos, qué es eso al costado... ¿manchas de sangre? Parecen. Más allá, vidrios rotos y un reguero de vino tinto. Me detengo. No tengo miedo, no todavía, pero la prudencia me aconseja volver sobre mis pasos. Frente a mí avanza el pibe que dejara atrás hace unos instantes. Viene zigzagueando, borracho perdido. "Es con respeto, señora...", dice, y estira su mano hacia mi brazo. Apuro el paso todo lo que la valija me permite, cuando miro hacia atrás, lo veo aferrado al tronco de un árbol. Es un ejemplar joven y flexible, el pibe lo comba hasta casi hacerlo tocar el empedrado y lo vuelve a su lugar, como en un juego. Los gritos se vuelven lacerantes, es un alivio doblar la esquina.
Qué lejos está la avenida. Me cruzo con dos chicas. La minifalda de una de ellas se me antoja peligrosa, para alertarlas uso palabras como bardo y quilombo. Después de todo, ¿qué otras caben? Por fin, Independencia y un kiosco de diarios.
"¿Tenés cambio de cien?" "No, disculpame, todavía es temprano". Cuando bajo por Defensa, un patrullero llega a toda velocidad haciendo ulular la sirena. Frente a la pizzería (esa a la cual no pude llegar sin rodear la manzana) hay una ambulancia. Ingreso al local, nadie habla de otra cosa. Le pegaron feo, lo sacaron duro. Los mozos observan azorados, pegados a las ventanas.
Pobre pibe -dice la kiosquera de enfrente que sí tiene cambio- le dio un ataque de epilepsia. Qué pasó, pregunto. Empezaron a pelear y a tirar adoquines contra el boliche de allá, rompieron el vidrio y un adoquinazo le dio en la cabeza a este chico, le tuvieron que poner una cuchara en la lengua para que no se le vaya para atrás. Estaba muy mal, amplía su ayudante. Y repite lo que todos dicen: estaba duro. La kiosquera atiende nerviosa, no es para menos, tan cerca todo de su puesto. Otros tres patrulleros entran de contramano, hay más corridas de algunos rezagados y gente reunida en las esquinas.
Yo también estoy nerviosa. Llamo a casa y cuento lo que pasó, el Hombre le encuentra enseguida la explicación social: seguramente no los dejaron entrar al boliche. No sé, qué sé yo, las medialunas más ricas de San Telmo saben a poco esta mañana. Media hora más tarde, me cruzo con el artesano serio. Está con sus compañeros. Uno de ellos habla con su perro. "Dale, vamos!!!" Parece cruza con salchicha, una cosa larga, peluda y adorable. Tiene puesto un collar y olisquea la rejilla en la vereda, es tan cachorro que apenas si logra caminar sin tambalearse. "Dale, vení, vamos..."
Levanto la valija, el adoquinado es malo para las ruedas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
A los que aún no usamos armadura, ciertas realidades siempre nos atraviesan.
ResponderEliminarBesos.
Muy triste todo, Rob.
ResponderEliminarCuando la feria recién se estaba armando, íbamos desde la una, dos de la mañana, y hacíamos el aguante para cuidar los espacios. Yo tomé alcohol de jovencita (ahora también), pero nuestras noches no eran esto. Una madrugada vi como metían a una chica por la ventanilla de un auto, entre risas y gritos, la chica quedó con las piernas afuera y el auto arrancó haciendo eses. ¿Cómo habrá terminado su noche, con quién?
Beso
Terrible. Pero cualquier comentario que me salga en este momento puede parecer con tinte político, y
ResponderEliminarjamás mezclo ideas políticas con blogs y amistad.
Vió que al fin logré comentar???? como me costó! debería haber un instructivo, ya había venido de visita varias veces y no lo lograba.
Nayru, cómo le va! Política no debería ser una mala palabra.
ResponderEliminarEs decir, deberíamos poder opinar libremente sin ser por eso tildados de k o anti k furiosos. Como escuché en no recuerdo qué programa de radio: "nosotros nos bajamos los dientes y después los políticos se van a cenar juntos".
Qué bueno que pudo comentar, ya no podía postear más en El animador. Igual le digo que ando perdida, no sé como subir los enlaces ni "amigarme"... ¡me siento náufraga!