jueves, 27 de octubre de 2016
Muma
Que las cenizas de los muertos no pueden esparcirse, dicen desde la Santa Sede. Que hay que depositarlas en lugares santos, como cementerios e iglesias. No quieren a los muertos olvidados ni maltratados, no quieren que se los lleve el viento.
Mamá querida, qué increíblemente armónico resultó que una primera ola esparciese tus cenizas hasta ya no distinguirlas de los restos de caracoles. Qué acertada la luz, a esa hora temprana. Qué consuelo despedirte en ese entorno, a vos, que buscaste la belleza durante toda tu vida. "Bueno, ¡al fin aprendiste a hacer una vidriera!", sentí que me decías.
Mamá, si está todo bien entre nosotras, mandame un corazón, pedí en silencio. No fue ese día, no fue esa vez. Fue a la mañana siguiente, en esa playa desierta sin mucho más que una madera partida, aquí y allá. Un guijarro marrón, un perfecto corazón, plano de un lado, curvo del otro. Un corazón para llevar colgado, para pegar en un portarretratos. Lo quiso comprar la dueña de un negocio de artesanías. No se vende, expliqué. Y conté la historia. La mujer subió la manga de su camisa para mostrarme la piel de gallina.
Cada vez que pueda voy a volver al mar, a disfrutar de la vida que me diste.
Gracias, muma. Te amo.
lunes, 24 de octubre de 2016
Siempre
Boyhood (momentos de una vida) es una película excepcional. Leo y transcribo: Drama rodado durante 12 años (en 39 días de rodaje desde 2002 a 2013), que sigue la vida de un grupo de actores en un viaje tan épico como íntimo a través de la euforia de la niñez, los sísmicos cambios de una familia moderna y el paso del tiempo. La película sigue a Mason (Ellar Coltrane) desde los seis años durante algo más de una década poblada de cambios, mudanzas y controversias, relaciones que se tambalean, bodas, diferentes colegios, primeros amores, primeras desilusiones, momentos maravillosos, momentos de miedo y una constante mezcla de desgarro y de sorpresa.
Realizo el esfuerzo intelectual de mirarla en su idioma original, en la computadora cedida por una querida amiga. No por snobismo, realmente no encuentro la manera de subtitularla. Como es una filmación de casi tres horas, la veo en dos noches consecutivas. Diez minutos antes del final, la película se tilda. Se congela la imagen, así, pum. Me cacho en dié. Intento a lo largo de los días subsiguientes. Finalmente no sé qué toco -tal vez me cuelgo del wifi de un vecino- y la película arranca (la vida es bella, soy afortunada, todo está bien en mi mundo). Qué curiosa es la memoria, antes de reanudarla dónde se tildó, tarareo el tema musical de ese momento de la filmación. Tema que escuché una sola vez en la vida durante un par de minutos.
Vale la pena. Disculpen por relatar el final (el asesino es el mayordomo), pero vale tanto al pena. El protagonista está con una nueva amiga, con quien ya tiene una más que buena conexión, ella le dice algo sobre el instante que uno vive y él se maravilla y agrega: "It's always right now". Algo así como "Siempre es este preciso momento". Y mira a cámara.
En un mundo tan incierto, donde lo único perpetuo es el cambio, donde la vida puede resultar caótica, confusa, atemorizante, qué serenidad otorga saber que existe algo estable, un punto de anclaje.
jueves, 20 de octubre de 2016
Miércoles negro
"¿En qué estación bajo para ir al obelisco?" En Lima, responden en boletería y me indican una fila que ya se ha formado a un costado. Toda gente vestida de negro, incluyéndome. Recibo los saludos de varias pibas que se van sumando, tal vez convencidas de que estoy con ellos. Pues no, pero bajamos juntos y resulta ser que en el vagón quedo en el centro mismo del grupo. Se leen textos a través de un megáfono, dos mujeres filman. Los textos son fuertes, los varones miran hacia el suelo.
"¡¡¡No queremos machos que nos asesinen!!!", cantan las pibas y después aúllan como indios. Otro dice: "Yo sabía, yo sabía, que a los violadores los cuida la policía". Esto gritado, megáfono mediante, en la oreja misma de un agente de la metropolitana. Hay mucha gente, muchísima, los que tienen cámaras las tapan con bolsas de nylon. Un pibe en cuclillas enfoca cuidadosamente su objetivo y es a su vez fotografiado fotografiando. Se entiende, en parte de su cabeza afeitada al ras se lee Ni una menos, escrito con su propio pelo. Una obrita de arte.
Un culo enorme se bambolea enfrente mío. Me lo quedo mirando, hipnotizada, qué audacia venirse con esas calzas y semejante culo a la marcha. Resulta ser de un trans de cara seria, que se larga con sus compañeras: "Yo soy la puta de tu papá..." Fuerte. Y luego el consabido "¡So-mos malas, podemos ser peores!" Cómo no van a estar, son las primeras asesinadas. Algo más allá piden "¡Abor-to legal, en el hospital!" Lo gritan a cara descubierta (mi cuerpo es mío), casi festivamente.
Presto atención a otro cantito: "Manolo, Manolo, planchate la camisa solo... Manolo, Manolete, hacete solo el pete". Una nena en su temprana adolescencia ríe tentada con la madre. Son un calco, una de otra, la nena intenta sacar una selfie con una bandera de fondo y no da pie con bola con el encuadre. La madre comienza a cantar Manuelita y la nena la manda a callar, avergonzada. "Igual es una canción machista -dice la madre- eso de tener que ponerse linda para el tortugo..." Libertad, dicen las banderas que avanzan una tras otra.
Llueve mucho, me distraigo mirando los pies de la gente: botas de goma, de cuero, zapatillas, borcegos. Miro mis propias zapatillas, las destruídas, están empapadas. Se venden pins, pilotos descartables y paraguas reforzados. Más cerca de Plaza de Mayo, remeras alusivas, sándwiches rellenos y choripanes. Hay hombres, no demasiados. Hombres sensibles que acompañan, pibes de joda, tipos que parecen ellos mismos abusadores y violentos. Tres chicas tocan sikus en una esquina, es un canto lastimero y bello. Dentro de un bar, en la pantalla de un plasma, TN muestra imágenes de la marcha. Me detengo a mirar a través de la ventana y después me siento tonta... ¡si estoy participando! La columna se detiene mucho, aprovecho para recorrer una líbrería vacía. Bajo la misma estrella, ah, a ese le tenía ganas. Cuánto salen estos, pregunto al librero, abarcando los libros con un gesto. "Traiga el que quiera acá y nosotros le decimos". Nosotros son él y un negro de castellano forzado. Me acerco con el libro a la caja. "No, como veo que allá hay dos que dicen sesenta, me había ilusionado..." No se ilusione, dice el dueño, no hay que ilusionarse. "No diga eso, es lo único que nos queda..." El libro resulta valer doscientos noventa y nueve, lo dejo en su sitio y me alejo despacio hacia la puerta.
En Plaza de Mayo un pibe me destrata de pasada. Qué hacés acá, colado, pienso imbuída de espíritu feminista.
"¡¡¡No queremos machos que nos asesinen!!!", cantan las pibas y después aúllan como indios. Otro dice: "Yo sabía, yo sabía, que a los violadores los cuida la policía". Esto gritado, megáfono mediante, en la oreja misma de un agente de la metropolitana. Hay mucha gente, muchísima, los que tienen cámaras las tapan con bolsas de nylon. Un pibe en cuclillas enfoca cuidadosamente su objetivo y es a su vez fotografiado fotografiando. Se entiende, en parte de su cabeza afeitada al ras se lee Ni una menos, escrito con su propio pelo. Una obrita de arte.
Un culo enorme se bambolea enfrente mío. Me lo quedo mirando, hipnotizada, qué audacia venirse con esas calzas y semejante culo a la marcha. Resulta ser de un trans de cara seria, que se larga con sus compañeras: "Yo soy la puta de tu papá..." Fuerte. Y luego el consabido "¡So-mos malas, podemos ser peores!" Cómo no van a estar, son las primeras asesinadas. Algo más allá piden "¡Abor-to legal, en el hospital!" Lo gritan a cara descubierta (mi cuerpo es mío), casi festivamente.
Presto atención a otro cantito: "Manolo, Manolo, planchate la camisa solo... Manolo, Manolete, hacete solo el pete". Una nena en su temprana adolescencia ríe tentada con la madre. Son un calco, una de otra, la nena intenta sacar una selfie con una bandera de fondo y no da pie con bola con el encuadre. La madre comienza a cantar Manuelita y la nena la manda a callar, avergonzada. "Igual es una canción machista -dice la madre- eso de tener que ponerse linda para el tortugo..." Libertad, dicen las banderas que avanzan una tras otra.
Llueve mucho, me distraigo mirando los pies de la gente: botas de goma, de cuero, zapatillas, borcegos. Miro mis propias zapatillas, las destruídas, están empapadas. Se venden pins, pilotos descartables y paraguas reforzados. Más cerca de Plaza de Mayo, remeras alusivas, sándwiches rellenos y choripanes. Hay hombres, no demasiados. Hombres sensibles que acompañan, pibes de joda, tipos que parecen ellos mismos abusadores y violentos. Tres chicas tocan sikus en una esquina, es un canto lastimero y bello. Dentro de un bar, en la pantalla de un plasma, TN muestra imágenes de la marcha. Me detengo a mirar a través de la ventana y después me siento tonta... ¡si estoy participando! La columna se detiene mucho, aprovecho para recorrer una líbrería vacía. Bajo la misma estrella, ah, a ese le tenía ganas. Cuánto salen estos, pregunto al librero, abarcando los libros con un gesto. "Traiga el que quiera acá y nosotros le decimos". Nosotros son él y un negro de castellano forzado. Me acerco con el libro a la caja. "No, como veo que allá hay dos que dicen sesenta, me había ilusionado..." No se ilusione, dice el dueño, no hay que ilusionarse. "No diga eso, es lo único que nos queda..." El libro resulta valer doscientos noventa y nueve, lo dejo en su sitio y me alejo despacio hacia la puerta.
En Plaza de Mayo un pibe me destrata de pasada. Qué hacés acá, colado, pienso imbuída de espíritu feminista.
lunes, 17 de octubre de 2016
A quien corresponda
Un tiempo bisagra, un antes y un después, dios cierra una puerta pero abre una ventana, y mientras tanto la nada pasa, día de la madre sin madre ni hijos, feliz día seguro serás una madre de la vida, me dice un inspector pura ternura. Feliz día, festeja una compañera. No soy mamá, contesto. ¿No sos un poco madre de tus sobrinos, de los hijos de tus amigas? Flaco favor le hacemos a las madres verdaderas (respondo) si todas, todas somos madres de nuestros amigos o creaciones. ¿Sabés lo que es parir? Mi compañera, que tampoco es mamá y tiene un aire a Pachamama, no acepta mis reparos. Finalmente consigue que nos felicitamos mutuamente, una forma como cualquier otra de empezar bien el día. En realidad lo que ha logrado es que cabeceé en señal de aceptación, más a su buena energía que al discurso mismo.
Perdoname, yo pensé que eras mamá, dice contrito un compañero. Es que Roberto piensa que todos son iguales a él, interviene Caritas. Igual es un alivio no serlo, con estas ventas. Que una aguanta a papa y mandarina pero un hijo es otra cosa. Feliz día a quien corresponda, dice alguien más allá. Feliz día de la familia, amplía otro, generoso. Roberto se acerca a media tarde buscando en el celular la foto de su nieta. "Tenía una hora de nacida y ya la habían disfrazado". Limpiate acá, le digo señalándole una baba inexistente en la comisura del labio. "Qué va a decir el abuelo..."
Oscar viene de visitar a su madre, internada en una lujosa clínica de rehabilitación. En realidad sospechamos que se trata de un geriátrico encubierto, ¿qué clase de rehabilitación puede lograrse con dos horas de kinesiología diarias y las restantes veintidós en cama? ¿Cómo está Sofía? Bárbara, dice Oscar, hoy conoció a su bisnieta. Uh, hay que llegar a ser bisabuela..., digo y me alejo de sus ojos oscuros, de la sonrisa que no le llega a los ojos.
¡Feliz día, mamá!, me grita a la pasada un borracho. Gracias igualmente, respondo, a esta altura tan mareada como él. Feliz día del madro.
Perdoname, yo pensé que eras mamá, dice contrito un compañero. Es que Roberto piensa que todos son iguales a él, interviene Caritas. Igual es un alivio no serlo, con estas ventas. Que una aguanta a papa y mandarina pero un hijo es otra cosa. Feliz día a quien corresponda, dice alguien más allá. Feliz día de la familia, amplía otro, generoso. Roberto se acerca a media tarde buscando en el celular la foto de su nieta. "Tenía una hora de nacida y ya la habían disfrazado". Limpiate acá, le digo señalándole una baba inexistente en la comisura del labio. "Qué va a decir el abuelo..."
Oscar viene de visitar a su madre, internada en una lujosa clínica de rehabilitación. En realidad sospechamos que se trata de un geriátrico encubierto, ¿qué clase de rehabilitación puede lograrse con dos horas de kinesiología diarias y las restantes veintidós en cama? ¿Cómo está Sofía? Bárbara, dice Oscar, hoy conoció a su bisnieta. Uh, hay que llegar a ser bisabuela..., digo y me alejo de sus ojos oscuros, de la sonrisa que no le llega a los ojos.
¡Feliz día, mamá!, me grita a la pasada un borracho. Gracias igualmente, respondo, a esta altura tan mareada como él. Feliz día del madro.
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