lunes, 30 de junio de 2014
Calle Defensa
"Recién había una maestra con los chicos, ahí en Belgrano...", empieza Sergio.
-Ajá.
-Y les decía que iban a recorrer el circuito belgraniano.
-¿Belgraniano, así se dice?
-Sí. Venían de la casa, qué sé yo.
-Ah, no sabía que Belgrano vivió acá... ¿dónde?
-No sé, a tres cuadras, creo. La cuestión es que la maestra dijo: "Ahora vamos a conocer el lugar donde descansan los restos del general Manuel Belgrano".
-En la iglesia.
-Y uno de los pibes, que miraba para todos lados, preguntó: "¿Y los amigos de Belgrano?" Ah, no sé, dijo la maestra. "Los amigos de Belgrano eran mala gente", siguió el pibe.
-¿Por qué?
-Por qué, preguntó la maestra. "Porque es imposible descansar en paz en este quilombo", dijo el pibe.
-Ja, me muero.
-Así de alto, el mocoso.
http://www.youtube.com/watch?v=fM7CqvuI5fY
jueves, 26 de junio de 2014
¡Argentina, Argentina!
El director técnico
El director técnico -uno, cada barrio tiene varios- mueve la pierna con nerviosismo. "¡No lo dejan avanzar!", insiste a viva voz. La gente en el bar ríe a sus espaldas. No es para menos. Luciendo la camiseta de la selección, sentado en primera fila, el director técnico parece incapaz de correr un picado de diez minutos.
El hombre interesante
Solo, ocupando una mesa pequeña en una esquina, esta allí desde muy temprano. De abundante pelo canoso, viste con elegancia. De vez en cuando consulta a su celular o hace un llamado. Ninguna de las mujeres presentes ha dejado de notar su presencia. De manera sutil -es medido en el festejo- parece sonreir a todas, cruzar miradas con todas. Durante hora y media, la ilusión del romance entrecruza el aire. Apenas finaliza el partido, el hombre interesante desaparece tal como llegó: temprano y solo.
Las amigas
No entienden nada. "¿Ya empezó?", preguntan segundos antes del primer gol del segundo tiempo. Sí, ya empezó. Hay que perdonarlas, el nuevo magazine de moda trae una colección hermosa. Corazón no les falta. Una no puede terminar su plato, de los nervios. La otra mastica por dos y además ataca el pan, de los nervios. Ambas hacen catarsis con cada gol. Y, digámoslo, pispean cada tanto al hombre interesante.
Alberto 5
Mozo de años, tucumano, Alberto 5 dice la camiseta de la selección en su espalda. Un hombre coqueto, no hay derecho a forzarlo a ajustar su panza. "Queda una hora más, cual es el apuro...", responde ante el reclamo de un postre. Es difícil adivinar qué piensa o siente, tiene apenas la cara un poco más arrebatada que de costumbre.
La mesa larga
Llega la pizza, gigante, cargada de cebolla y aceitunas. Llega la cerveza. Llegan los postres, tentadoras porciones de torta de chocolate y mousse. El televisor casi no tiene volumen. "Está al máximo", explica Alberto 5 a la pasada. ¿Problemas con SADAIC? "Tendría que haber traído la radio", dice una mujer de la mesa larga. Igual se sufre. Casi en silencio, dentro de lo que cabe.
El director técnico -uno, cada barrio tiene varios- mueve la pierna con nerviosismo. "¡No lo dejan avanzar!", insiste a viva voz. La gente en el bar ríe a sus espaldas. No es para menos. Luciendo la camiseta de la selección, sentado en primera fila, el director técnico parece incapaz de correr un picado de diez minutos.
El hombre interesante
Solo, ocupando una mesa pequeña en una esquina, esta allí desde muy temprano. De abundante pelo canoso, viste con elegancia. De vez en cuando consulta a su celular o hace un llamado. Ninguna de las mujeres presentes ha dejado de notar su presencia. De manera sutil -es medido en el festejo- parece sonreir a todas, cruzar miradas con todas. Durante hora y media, la ilusión del romance entrecruza el aire. Apenas finaliza el partido, el hombre interesante desaparece tal como llegó: temprano y solo.
Las amigas
No entienden nada. "¿Ya empezó?", preguntan segundos antes del primer gol del segundo tiempo. Sí, ya empezó. Hay que perdonarlas, el nuevo magazine de moda trae una colección hermosa. Corazón no les falta. Una no puede terminar su plato, de los nervios. La otra mastica por dos y además ataca el pan, de los nervios. Ambas hacen catarsis con cada gol. Y, digámoslo, pispean cada tanto al hombre interesante.
Alberto 5
Mozo de años, tucumano, Alberto 5 dice la camiseta de la selección en su espalda. Un hombre coqueto, no hay derecho a forzarlo a ajustar su panza. "Queda una hora más, cual es el apuro...", responde ante el reclamo de un postre. Es difícil adivinar qué piensa o siente, tiene apenas la cara un poco más arrebatada que de costumbre.
La mesa larga
Llega la pizza, gigante, cargada de cebolla y aceitunas. Llega la cerveza. Llegan los postres, tentadoras porciones de torta de chocolate y mousse. El televisor casi no tiene volumen. "Está al máximo", explica Alberto 5 a la pasada. ¿Problemas con SADAIC? "Tendría que haber traído la radio", dice una mujer de la mesa larga. Igual se sufre. Casi en silencio, dentro de lo que cabe.
martes, 17 de junio de 2014
De borrachos y buscavidas
Una ambulancia
Son dos muchachas en edad de merecer, una rubia y una morocha. De merecer qué, no se sabe. Con ropa llena de brillos, se sientan a escasos metros de donde armamos Rodolfo y yo. "Mirá los hippies", le dice una a la otra en un susurro por demás audible. Enderezo la espalda y la miro largamente a través de mis anteojos de sol. "Mirá Mirtha Legrand, jajajjuju". ¡Mirtha Legrand! Voy a matarla. La rubia lleva una bolsa de consorcio de la cual extrae una botella de cerveza. "¿La podés abrir?", le pide al mozo de uno de los bares. El mozo parece dudar, incómodo. "No, perdóname, acá no tengo destapador". En la bolsa tintinean lo que parecen ser más botellas. "Cómo roncábamos, ¿te acordás cómo roncábamos? Dónde hay un negrito feo que nos abra la cerveza..." Finalmente un chico que pasa se las ingenia.
Están borrachas, de eso no hay duda. Dos policías de la metropolitana, un varón y una mujer con chalecos verde flúo, cruzan la calle a paso tranquilo. No dicen nada, simplemente se paran muy cerca. Las chicas captan el mensaje, se levantan a regañadientes y empiezan a alejarse. La mujer policía les pregunta si están bien. "Bien bien, no, pero vamos a estarlo", dice la rubia rumbo a la esquina. ¿Necesitan una ambulancia?, ofrece la mujer policía. "¡Una ambulancia!", se escandaliza la rubia. "En serio, de onda, ¿querés que llame al Same?"
El resto de la conversación se pierde en el aire.
Espíritu comercial
"Porque los brasileros no tienen ni pizca de espíritu comercial", dice Jorgelina en el local que atiende. "No digas", murmuro distraída. "Mirá, yo voy bastante a Brasil, vez pasada paré en un hotel de esos cuatro estrellas, no había tele en la recepción, no había tele en el salón principal, un lugar enorme con ventanales que daban a la pileta... Escuchame, a dos meses del Mundial tenés que tener plasma hasta en el baño". Es verdad.
-Es verdad.
-No hicieron ni un miserable souvenir, aunque sea un llaverito con la copa y la bandera brasilera. Ustedes tienen una mina de oro, les dije a los pibes del hotel, la tienen que explotar. Fijate que acá cualquier kiosco de barrio te vende la remera, el gorro, la bufanda, la escarapela, la corneta, la vuvuzela y hasta el mate argentinos.
-Bueno, recién escuché en la radio que a los brasileros no los dejan acercarse a menos de treinta y cinco cuadras de los estadios, así que toda la gente que vende sandwiches, jugos y demás, se siente excluída de la fiesta.
-Pero mi vida, ¡ponete en la cuadra treinta y seis! ¡Si es el paso obligado!
Jorgelina explica que la gente piensa que el brasilero vive con una maraca en la mano, y no es así. Son hasta aburridos, dice, a las seis de la tarde oscurece y ya no ves a nadie por la calle. Y las casas no tienen jardines. "¡Pero si Brasil está lleno de plantas y flores!", objeto en una tibia defensa. Sí, pero porque ya es así, no porque la gente plante nada (las casas no tienen jardines, escuchame). Las de la playa, sigue Jorgelina, son todas iguales: con techito a dos aguas, rodeadas de una galería y con aberturas de madera. "Bueno, lindas..." "Seee...", recibo como respuesta. O si no, tenés casas con paredones altos que no te dejan ver nada, con unos macetones así, llenos de cactus. "Mirá vos los brasileros", me resigno.
Eso sí, los tejidos del noreste son una maravilla. Jorgelina describe unas remeras pre-cio-sas, "...una color arena, otra amarillo patito, no sabías con cual quedarte". Pestañeo confundida, ambas somos grandotas. Usted está siendo filmado y escuchado dice un simpático cartel a sus espaldas. Temo por su puesto, llevamos media hora de charla.
Estoy en la feria, tomando mate con Isidoro. Le comento de la charla con Jorgelina, de la falta de espíritu comercial de los brasileros y de mi admiración por los buscavidas. Allá en la esquina hay una señora que vende jugo, me cuenta Isidoro. "Y vende y vende. Cuando llueve, desaparece. La ves al rato ofreciendo capas para la lluvia, esas horribles que no deben costar más de un peso. 'A la capa, a la capa, capas para la lluvia...' No sabés cómo vende, a familias enteras".
-¿A cuánto, a diez?
-Y a veinte también.
Son dos muchachas en edad de merecer, una rubia y una morocha. De merecer qué, no se sabe. Con ropa llena de brillos, se sientan a escasos metros de donde armamos Rodolfo y yo. "Mirá los hippies", le dice una a la otra en un susurro por demás audible. Enderezo la espalda y la miro largamente a través de mis anteojos de sol. "Mirá Mirtha Legrand, jajajjuju". ¡Mirtha Legrand! Voy a matarla. La rubia lleva una bolsa de consorcio de la cual extrae una botella de cerveza. "¿La podés abrir?", le pide al mozo de uno de los bares. El mozo parece dudar, incómodo. "No, perdóname, acá no tengo destapador". En la bolsa tintinean lo que parecen ser más botellas. "Cómo roncábamos, ¿te acordás cómo roncábamos? Dónde hay un negrito feo que nos abra la cerveza..." Finalmente un chico que pasa se las ingenia.
Están borrachas, de eso no hay duda. Dos policías de la metropolitana, un varón y una mujer con chalecos verde flúo, cruzan la calle a paso tranquilo. No dicen nada, simplemente se paran muy cerca. Las chicas captan el mensaje, se levantan a regañadientes y empiezan a alejarse. La mujer policía les pregunta si están bien. "Bien bien, no, pero vamos a estarlo", dice la rubia rumbo a la esquina. ¿Necesitan una ambulancia?, ofrece la mujer policía. "¡Una ambulancia!", se escandaliza la rubia. "En serio, de onda, ¿querés que llame al Same?"
El resto de la conversación se pierde en el aire.
Espíritu comercial
"Porque los brasileros no tienen ni pizca de espíritu comercial", dice Jorgelina en el local que atiende. "No digas", murmuro distraída. "Mirá, yo voy bastante a Brasil, vez pasada paré en un hotel de esos cuatro estrellas, no había tele en la recepción, no había tele en el salón principal, un lugar enorme con ventanales que daban a la pileta... Escuchame, a dos meses del Mundial tenés que tener plasma hasta en el baño". Es verdad.
-Es verdad.
-No hicieron ni un miserable souvenir, aunque sea un llaverito con la copa y la bandera brasilera. Ustedes tienen una mina de oro, les dije a los pibes del hotel, la tienen que explotar. Fijate que acá cualquier kiosco de barrio te vende la remera, el gorro, la bufanda, la escarapela, la corneta, la vuvuzela y hasta el mate argentinos.
-Bueno, recién escuché en la radio que a los brasileros no los dejan acercarse a menos de treinta y cinco cuadras de los estadios, así que toda la gente que vende sandwiches, jugos y demás, se siente excluída de la fiesta.
-Pero mi vida, ¡ponete en la cuadra treinta y seis! ¡Si es el paso obligado!
Jorgelina explica que la gente piensa que el brasilero vive con una maraca en la mano, y no es así. Son hasta aburridos, dice, a las seis de la tarde oscurece y ya no ves a nadie por la calle. Y las casas no tienen jardines. "¡Pero si Brasil está lleno de plantas y flores!", objeto en una tibia defensa. Sí, pero porque ya es así, no porque la gente plante nada (las casas no tienen jardines, escuchame). Las de la playa, sigue Jorgelina, son todas iguales: con techito a dos aguas, rodeadas de una galería y con aberturas de madera. "Bueno, lindas..." "Seee...", recibo como respuesta. O si no, tenés casas con paredones altos que no te dejan ver nada, con unos macetones así, llenos de cactus. "Mirá vos los brasileros", me resigno.
Eso sí, los tejidos del noreste son una maravilla. Jorgelina describe unas remeras pre-cio-sas, "...una color arena, otra amarillo patito, no sabías con cual quedarte". Pestañeo confundida, ambas somos grandotas. Usted está siendo filmado y escuchado dice un simpático cartel a sus espaldas. Temo por su puesto, llevamos media hora de charla.
Estoy en la feria, tomando mate con Isidoro. Le comento de la charla con Jorgelina, de la falta de espíritu comercial de los brasileros y de mi admiración por los buscavidas. Allá en la esquina hay una señora que vende jugo, me cuenta Isidoro. "Y vende y vende. Cuando llueve, desaparece. La ves al rato ofreciendo capas para la lluvia, esas horribles que no deben costar más de un peso. 'A la capa, a la capa, capas para la lluvia...' No sabés cómo vende, a familias enteras".
-¿A cuánto, a diez?
-Y a veinte también.
martes, 10 de junio de 2014
Ser o no ser
"Viste que te dije que tengo un amigo del alma, el policía...", empieza mi compañera de feria.
-Sí.
-Bueno, se fue al sur con la señora, a la zona de los glaciares.
-Ah, dicen que los hielos tienen un azul increíble.
-Allá hay excursiones, qué sé yo, te hacen subir una loma nevada y arriba te esperan con chocolate con whisky.
-¡Qué rico, qué ganas de llegar!
-La cuestión es que los filmaron, nos mostraron el tape. Se ve a mi amigo que va subiendo (vestido con un camperón de abrigo), se para, mira a la cámara y dice: "ser o no ser".
-Ajá.
-Y al rato, otra vez: camina, se detiene, se da vuelta, mira a la cámara y dice: ser o no ser. "Qué te dio por repetir esa boludez, podrías haber dicho cualquier otra cosa...", le dije yo. "Es que tenía tanto, pero tanto frío... fue lo que me salió".
-Mirá vos, capaz que el efecto del frío es parecido al de fumarse un porrito, no?
Capaz. Le cuento a mi compañera que hace muchos años supe tener un profesor de filosofía que amaba a su materia. Un día empezó la clase diciendo que nos iba a decir algo que a él le había cambiado la vida, uno de los conceptos más profundos y reveladores que podían hallarse. Me preparé a escribir, expectante. El profe dijo entonces, con deliberada lentitud: "El ser, es". Y tras una pausa dramática: "El no ser, no es". Hasta el día de hoy lo recuerdo. Pero se me escapa la maravilla, ¿será por la obviedad?
http://www.youtube.com/watch?v=iqa-tFtVKv8
-Sí.
-Bueno, se fue al sur con la señora, a la zona de los glaciares.
-Ah, dicen que los hielos tienen un azul increíble.
-Allá hay excursiones, qué sé yo, te hacen subir una loma nevada y arriba te esperan con chocolate con whisky.
-¡Qué rico, qué ganas de llegar!
-La cuestión es que los filmaron, nos mostraron el tape. Se ve a mi amigo que va subiendo (vestido con un camperón de abrigo), se para, mira a la cámara y dice: "ser o no ser".
-Ajá.
-Y al rato, otra vez: camina, se detiene, se da vuelta, mira a la cámara y dice: ser o no ser. "Qué te dio por repetir esa boludez, podrías haber dicho cualquier otra cosa...", le dije yo. "Es que tenía tanto, pero tanto frío... fue lo que me salió".
-Mirá vos, capaz que el efecto del frío es parecido al de fumarse un porrito, no?
Capaz. Le cuento a mi compañera que hace muchos años supe tener un profesor de filosofía que amaba a su materia. Un día empezó la clase diciendo que nos iba a decir algo que a él le había cambiado la vida, uno de los conceptos más profundos y reveladores que podían hallarse. Me preparé a escribir, expectante. El profe dijo entonces, con deliberada lentitud: "El ser, es". Y tras una pausa dramática: "El no ser, no es". Hasta el día de hoy lo recuerdo. Pero se me escapa la maravilla, ¿será por la obviedad?
http://www.youtube.com/watch?v=iqa-tFtVKv8
martes, 3 de junio de 2014
El linchamiento
Fuenteovejuna, pero al revés
"Escuchá". El Hombre baja el volumen de la radio, qué remedio queda (está a mi merced, almorzando).
Al hablar de justicia por mano propia se cometen varios errores: el código más justo que ha habido en la historia es la Ley del Talión, porque mantiene la proporcionalidad entre la falta, el crimen y el castigo. Justamente lo injusto es esa desproporcionalidad o porque el crimen es muy grande y el castigo muy pequeño, o porque el crimen es muy pequeño y el castigo muy grande.
Dejo la lectura por un momento, yo también almuerzo.
La ruptura de la proporcionalidad entre el crimen y el castigo es una marca de la cultura represora. El linchamiento es el paradigma de la ruptura de la Ley del Talión, no es ojo por ojo, cartera por cartera, arrebato por arrebato, sino asesinato por arrebato. Entonces ahí se atraviesa, se rompe, se disloca una ley básica de esta cultura represora, que ha sido muy denostada pero que no ha sido superada todavía. Cuando se habla de justicia por mano propia, en realidad la mano propia es una mano colectiva, y el paradigma de la justicia por mano propia fue Fuenteovejuna, esa obra maravillosa de Lope de Vega, en la que un pueblo va contra el Comendador, el poder despótico (contra la injusticia y el abuso de poder). Pero la cultura represora entiende Fuenteovejuna al revés. Son pocos no contra los poderosos sino contra los que han sobrevivido a los banquetes del liberalismo (...) Ni los pibes, ni los adolescentes, que roban, matan y violan, nacieron para hacer eso, ni los vecinos que linchan nacieron para hacer eso. Les escuché decir a Berni y Zaffaroni: 'son asesinos'. No, no son asesinos, tienen conductas asesinas, pero no son asesinos. De la misma manera que los pibes limados por la droga, el hambre, el frío, por el maltrato, matan, tampoco son asesinos, sino quedamos en esa famosa película de 'Asesinos por naturaleza'. Ni los unos, ni los otros son asesinos.
"Lo dice un médico psiquiatra... y psicoanalista. Alfredo Grande, se llama". El Hombre asiente, está masticando.
"Me gusta la Hecho en Bs. As, trae cosas que no se leen habitualmente... Escuchá, esto te va a interesar..." Sigue una nota sobre la Coca Cola involucrada en varias luchas territoriales con los indígenas de Brasil -Coca Cola 10, indígenas 0- la empresa compra el azúcar para elaborar sus bebidas a compañías que la producen en tierras expropiadas a los indígenas.
Hoy me peleé con diez tipos
-Hoy me peleé con diez tipos. En realidad, siete tipos y tres canas.
-Eh? Contame.
-Yo había dejado la bici en el balcón del gimnasio, y de repente escuché un griterío. Me asomé y vi a tres canas pegándole a un ladrón. Y los demás alentando, ¡dale, pegale!, así que les grité a los canas desde donde estaba: ¡DÉJENLO, O LES HAGO LA DENUNCIA!
-¿Y te escucharon?
-Sí, el balcón está en un primer piso, como si te dijera a esta distancia. Los tipos empezaron a decir "seguro que está con el ladrón", y me hacían así con la mano...
El gesto universal de la vas a ligar.
-Son unos cagones, son valientes con un tipo tirado en el piso. "Bajo y les peleo uno por uno, a ver si se animan", así les dije. A uno que me hacía señas con la mano de que me iba a cortar la cabeza le dije "Bajo, y te peleo a vos". Por supuesto que arrugó. Me contestaban que le habían arrebatado la cartera a una señora que estaba ahí, llorando. Otras tres mujeres me gritaban desaforadamente: "Vos debés ser el cómplice de éste, y te refugiaste ahí arriba".
-Y al final, ¿bajaste?
-No.
No, claro. Ahí está, entero.
-A todo esto, en el segundo piso la profesora había interrumpido la clase de aeróbica y estaban ella y los alumnos mirando por la ventana. "¿Qué te pasó, que te peleaste con todos?", me dijo después.
-¿Y cómo terminó?
-Los canas dejaron de pegarle al ladrón y se lo llevaron esposado.
-Menos mal que estabas, capaz que le salvaste la vida.
-Son unos asesinos...
-No son asesinos, vida, lo leímos hoy mismo.
El Hombre tiene sus dudas.
-Había un muchacho ahí, en el gimnasio, mirando al lado mío, me dijo que yo defendía al ladrón, entonces le dije "A ver, cómo es la cosa... el gimnasio te lo paga tu papá, no? Vos ahora vas a tu casa y abrís la canilla y sale agua, abrís la heladera y tenés qué comer. Ese ladrón también tiene que vivir".
-Ahí no estoy de acuerdo, hay mucha gente que te va a decir que sus padres o ellos mismos fueron pobres y jamás se les cruzó por la cabeza robar a nadie.
-Sí, pero yo voy a la villa y veo como viven y cómo crecen los pibes, en qué ambiente. Cómo son discriminados, cómo los marginan. En todo momento, con la mirada incluso. Otro en el gimnasio dijo "...a esos hay que matarlos". Primero le contesté que era un facho si pensaba así, después hablando mano a mano, solo con él, ya cambió de actitud: "Sí, está bien, yo entiendo lo que pasa..." En patota se comportan distinto.
Alguien tenía que decírselo
-¿Qué quiere decir cabeza de termo?
-No sé.
-Hay un abogado que le dijo cabeza de termo a Feinmann. Estuvo muy piola, muy tranquilo. Le dijo algo así como: "Qué pensará el Papa Francisco de su alegría cada vez que matan a un delincuente: ¡uno menos!" Seguro que ud celebra cuando matan a un policía, le dijo Feinmann. No, no celebro la muerte de nadie, contestó el abogado.
http://www.youtube.com/watch?v=q7JnXlZsj_0
"Escuchá". El Hombre baja el volumen de la radio, qué remedio queda (está a mi merced, almorzando).
Al hablar de justicia por mano propia se cometen varios errores: el código más justo que ha habido en la historia es la Ley del Talión, porque mantiene la proporcionalidad entre la falta, el crimen y el castigo. Justamente lo injusto es esa desproporcionalidad o porque el crimen es muy grande y el castigo muy pequeño, o porque el crimen es muy pequeño y el castigo muy grande.
Dejo la lectura por un momento, yo también almuerzo.
La ruptura de la proporcionalidad entre el crimen y el castigo es una marca de la cultura represora. El linchamiento es el paradigma de la ruptura de la Ley del Talión, no es ojo por ojo, cartera por cartera, arrebato por arrebato, sino asesinato por arrebato. Entonces ahí se atraviesa, se rompe, se disloca una ley básica de esta cultura represora, que ha sido muy denostada pero que no ha sido superada todavía. Cuando se habla de justicia por mano propia, en realidad la mano propia es una mano colectiva, y el paradigma de la justicia por mano propia fue Fuenteovejuna, esa obra maravillosa de Lope de Vega, en la que un pueblo va contra el Comendador, el poder despótico (contra la injusticia y el abuso de poder). Pero la cultura represora entiende Fuenteovejuna al revés. Son pocos no contra los poderosos sino contra los que han sobrevivido a los banquetes del liberalismo (...) Ni los pibes, ni los adolescentes, que roban, matan y violan, nacieron para hacer eso, ni los vecinos que linchan nacieron para hacer eso. Les escuché decir a Berni y Zaffaroni: 'son asesinos'. No, no son asesinos, tienen conductas asesinas, pero no son asesinos. De la misma manera que los pibes limados por la droga, el hambre, el frío, por el maltrato, matan, tampoco son asesinos, sino quedamos en esa famosa película de 'Asesinos por naturaleza'. Ni los unos, ni los otros son asesinos.
"Lo dice un médico psiquiatra... y psicoanalista. Alfredo Grande, se llama". El Hombre asiente, está masticando.
"Me gusta la Hecho en Bs. As, trae cosas que no se leen habitualmente... Escuchá, esto te va a interesar..." Sigue una nota sobre la Coca Cola involucrada en varias luchas territoriales con los indígenas de Brasil -Coca Cola 10, indígenas 0- la empresa compra el azúcar para elaborar sus bebidas a compañías que la producen en tierras expropiadas a los indígenas.
Hoy me peleé con diez tipos
-Hoy me peleé con diez tipos. En realidad, siete tipos y tres canas.
-Eh? Contame.
-Yo había dejado la bici en el balcón del gimnasio, y de repente escuché un griterío. Me asomé y vi a tres canas pegándole a un ladrón. Y los demás alentando, ¡dale, pegale!, así que les grité a los canas desde donde estaba: ¡DÉJENLO, O LES HAGO LA DENUNCIA!
-¿Y te escucharon?
-Sí, el balcón está en un primer piso, como si te dijera a esta distancia. Los tipos empezaron a decir "seguro que está con el ladrón", y me hacían así con la mano...
El gesto universal de la vas a ligar.
-Son unos cagones, son valientes con un tipo tirado en el piso. "Bajo y les peleo uno por uno, a ver si se animan", así les dije. A uno que me hacía señas con la mano de que me iba a cortar la cabeza le dije "Bajo, y te peleo a vos". Por supuesto que arrugó. Me contestaban que le habían arrebatado la cartera a una señora que estaba ahí, llorando. Otras tres mujeres me gritaban desaforadamente: "Vos debés ser el cómplice de éste, y te refugiaste ahí arriba".
-Y al final, ¿bajaste?
-No.
No, claro. Ahí está, entero.
-A todo esto, en el segundo piso la profesora había interrumpido la clase de aeróbica y estaban ella y los alumnos mirando por la ventana. "¿Qué te pasó, que te peleaste con todos?", me dijo después.
-¿Y cómo terminó?
-Los canas dejaron de pegarle al ladrón y se lo llevaron esposado.
-Menos mal que estabas, capaz que le salvaste la vida.
-Son unos asesinos...
-No son asesinos, vida, lo leímos hoy mismo.
El Hombre tiene sus dudas.
-Había un muchacho ahí, en el gimnasio, mirando al lado mío, me dijo que yo defendía al ladrón, entonces le dije "A ver, cómo es la cosa... el gimnasio te lo paga tu papá, no? Vos ahora vas a tu casa y abrís la canilla y sale agua, abrís la heladera y tenés qué comer. Ese ladrón también tiene que vivir".
-Ahí no estoy de acuerdo, hay mucha gente que te va a decir que sus padres o ellos mismos fueron pobres y jamás se les cruzó por la cabeza robar a nadie.
-Sí, pero yo voy a la villa y veo como viven y cómo crecen los pibes, en qué ambiente. Cómo son discriminados, cómo los marginan. En todo momento, con la mirada incluso. Otro en el gimnasio dijo "...a esos hay que matarlos". Primero le contesté que era un facho si pensaba así, después hablando mano a mano, solo con él, ya cambió de actitud: "Sí, está bien, yo entiendo lo que pasa..." En patota se comportan distinto.
Alguien tenía que decírselo
-¿Qué quiere decir cabeza de termo?
-No sé.
-Hay un abogado que le dijo cabeza de termo a Feinmann. Estuvo muy piola, muy tranquilo. Le dijo algo así como: "Qué pensará el Papa Francisco de su alegría cada vez que matan a un delincuente: ¡uno menos!" Seguro que ud celebra cuando matan a un policía, le dijo Feinmann. No, no celebro la muerte de nadie, contestó el abogado.
http://www.youtube.com/watch?v=q7JnXlZsj_0
lunes, 2 de junio de 2014
Feeling good
Me hace feliz ver gente rompiendo los límites, creo que nos pasa a muchos. La duda inicial, el sentimiento de (tal vez) pasar vergüenza ajena, se transforma en goce ante la confirmación de que se puede.
http://www.youtube.com/watch?v=eqzUI5t9qJ4
http://www.youtube.com/watch?v=Bc-tNuB1rMw
http://www.youtube.com/watch?v=eqzUI5t9qJ4
http://www.youtube.com/watch?v=Bc-tNuB1rMw
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