Fotos no
"Tengo esto, pero no sé a quién regalárselo", dice Yesenia. "Esto" es una muñeca de tela. Luce largas trenzas negras, viste pollera y sombrero coloridos y lleva en brazos a un pájaro con una flor en el pico, ambos primorosamente tejidos. Cuando la giro, admirada, veo que carga un bebé envuelto en aguayo. "Yo sí sé", contesto. Y le cuento de la hija de la almacenera de mi barrio, que ayer cumplió cinco años. Llevaba prendido a la remera un cartel que decía Hoy es mi cumple y todos la saludaban y felicitaban. Así que Yesenia me entrega la muñeca y yo la recibo pensando que es un buen regalo, más teniendo en cuenta que convivimos con una gran comunidad boliviana. Mucho mejor que una Barbie, lejos.
Un turista de sombrero pretende tomar una foto de Yesenia. Es entendible, tiene una interesante cara de mulata (la cabeza llena de rulos apretados) y está sentada en el piso de piernas abiertas, armando pulseras con su telar. Pero ella se da cuenta y lo increpa airada: "fotos no". El turista no desiste, podemos verlo rondando a nuestras espaldas. Lo miro fijo, encuentra mi mirada y se le cae la cámara. La recupera presuroso y prueba enfocando los tejidos de Mónica. Parece que la máquina no ha sufrido mayores desperfectos, ahí vuelve el hombre a las andadas. Al final lo encaro con amabilidad, ¿qué es lo que busca tanto? Situaciones, responde. Resulta ser dinamarqués, le explico que con tanta foto los feriantes nos sentimos invadidos. Lo entiende, claro que sí, pero se justifica alegando que dos de nuestros compañeros han posado para él sin problemas. Ajá, pero a nosotras nos ha fotografiado de prepo, o no? Sí, confiesa con simpatía.
Un par de días después busco mi paño para lavarlo y encuentro la muñeca de tela. Es tiempo de entregarla. Entro al almacén buscando a la nena, la madre me dice que anda por ahí con su bicicleta. "¡Tiene un bebé!", descubre sorprendida al inspeccionar la muñeca. Me siento a su lado en las escaleras del edificio y pretendo tomar una foto para llevarle a Yesenia. "No quiero que me saques una foto", dice la nena. Su pelo es ahora una larga cortina negra y ya no puedo verle la cara. "Tranquila... mirá, no te estoy sacando..." La muñeca ha sido dejada a un costado, me levanto y digo "Chau, amor".
Qué torpe me siento. A Yesenia le va a gustar la historia.
La gente está mala y egoísta
La puerta de entrada al edificio pesa como la de un castillo, la vecina que entra detrás mío murmura un agradecimiento. Lleva lentes, es menuda y va muy correctamente vestida, salvo el detalle de tener el cuello de la blusa dado vuelta. Típico de la gente grande, pienso mientras esperamos el ascensor. Mi mirada vuelve una y otra vez hacia ese cuello, con la misma inquietud de quien contempla un cuadro torcido. Algo me dice la señora, algo que involucra al verdulero de enfrente. "Ah, pero es que ahí no se puede comprar -la consuelo mientras abro la puerta del ascensor- los otros días le pedí dos plantas de lechuga y cuando me dijo el precio, dejé una". La zanahoria, ese es el tema. Ayer la tenía a nueve pesos el kilo, nueve con monedas, y hoy... ¡a quince! Es un escándalo. Mientras subimos noto su pelo conmovedoramente escaso, los zapatos de salir y la bolsa de tela apenas cargada. Tiene la voz suave, toda ella es querible y femenina. "Este hombre maneja sus precios, pero ¿cómo hacemos nosotros, los jubilados? La realidad es que tenemos que esperar hasta la próxima fecha del cobro. ¿Y los que tienen que pagar alquiler, gas, luz, teléfono y tantas otras cosas? La gente está mala y egoísta..." "No se amargue", le sonrío cuando baja. Ella sonríe también, consciente del desahogo.
Querida Maia, cuánto me alegra haberte encontrado ! Decime a donde te mando la foto que nos tomamos!! ( LINDAYMALA) (AHORA NO TAN MALA! JAJA)
ResponderEliminarMaría, un gusto conocerlos, me quedé pensando que al final no pasaron. Visité tu nuevo blog (¡sexy!), pero no supe cómo conectarme. Aquí tampoco sé cómo se hace, es una plataforma que no termino de entender. Lo único que se me ocurre es que mandes la foto a contacto en "De todo como en botica" o "El animador".
ResponderEliminarUn abrazo, saludos a tu marido (¡linda energía!)