I
Converso con S, compañero de feria, "¡Mira si te arreglás con M! Un día le vas a decir: ¿te acordás cuando te peleaba por diez centímetros de espacio?" S pone cara de que jamás, antes muerto. "¿Por qué no? -lo chicaneo- es fuerte, es espiritual..."
Antes que termine el día, S se acerca... "¿Sabés que me quemaste el cerebro con eso que dijiste?"
Me alegro, pienso. "Me alegro", le digo.
A la semana, S vuelve sobre el tema. "¿Qué hago -consulta- me enamoro de M?"
¡Como si se pudiese elegir! ¡Como si el amor fuese una decisión! ¿Y si en algún punto todo se decidiera? ¿Qué hago, enfermo o me curo? No lo sabe, pero él también me quemó el cerebro.
II
Leo una Caras vieja, en una fonda de Once. Hay una nota sobre Badía, sobre su última aparición pública y su felicidad por el Martín Fierro ganado. Se me llenan los ojos de lágrimas al ver las fotos, su mujer espléndida y él canoso y consumido, pero sonriente a su lado. Dijo Badía, en la entrega de los premios, que alguna vez le preguntaron qué deseaba para su vida y él contestó "Una trayectoria". Sentía que lo había logrado, miraba a la audiencia y no conseguía ver a una sola persona que lo odiase. Los fotógrafos de la revista le pidieron que posara con el telón de Caras de fondo y el trofeo ganado en alto y él accedió gustoso. No sólo eso, los felicitó por ser tan jóvenes y mostrar tanto entusiasmo y empuje.
Qué cosa... la revista Caras. La misma de la señora de los almuerzos y de Susana y de los viajes a Miami y de las casas fastuosas y las fortunas mal habidas. Pero ahí estaba Badía -un profesional en lo suyo- encontrando algo amable para decirles. Todos quienes se cruzaron en su vida coinciden en recordar con qué respeto fueron tratados. ¿Lo transforma eso en un "tibio"? No creo, parecía hombre de posturas bastante claras. Encomiable manejo de la comunicación. Don de gentes. Generosidad. Qué difícil aborrecer las acciones y amar a la gente. Así como no nos cuesta escandalizarnos si se abandona a su suerte a un ladrón herido, deberíamos ser capaces de amar al ser humano detrás de la vedette escandalosa, la empresaria irresponsable, el político corrupto, el periodista facho.
martes, 25 de septiembre de 2012
jueves, 20 de septiembre de 2012
El Perro Que Persigue Taxis
El Perro Que Persigue Taxis es eso, un perro que persigue taxis. Habrá algún otro por ahí, todo es posible. Pero éste es nuestro perro, el del barrio. La modalidad es como sigue: colectivos, autos particulares, motos y bicis no sufren acoso alguno. Pero basta que se acerque un taxi para que nuestro perro enloquezca, buscando morderle una rueda y ladrando desaforado. Me cae simpático, cómo no. Son sus molinos de viento.
Una vecina me contó que alguna vez un taxi lo embistió feo, de ahí el encono. El Perro Que Persigue Taxis cambió de parada, ahora se lo encuentra unas cuadras más allá, sobre Rivadavia. Se entiende, siempre hay fila para tomar el 5 y muchos le hablan y lo palmean. Suele acostarse en medio de la vereda, con total confianza... y hay que sortearlo. "Qué hacés, como andás", le digo como si de un vecino se tratase. El Perro Que Persigue Taxis me mira y hace amago de acostarse del todo, el equivalente a nuestro cabezazo de saludo. Es cruza con ovejero alemán, sin tanta alzada. Algo pasa con su cola, que se cae, si fuese un pointer fracasaría de plano.
Un auto viejo viene embalado por Lacarra y se traga el cantero de la esquina, seguro que no tiene siquiera los papeles en regla. El Perro Que Persigue Taxis hace una excepción y ladra tupido: ¡Guau, guau, guau! ¡Guau, guau, GUAU!!!
"Tenés razón, claro que sí..." Su cola tendrá un aire vencido, sí, pero el ladrido está intacto. Un policía cruza displicente a ver de qué va la cosa, los ocupantes del auto ya han conseguido enderezarlo. El Perro Que Persigue Taxis se instala atravesando la fila del colectivo, entre dos pasajeros. Y ahí se queda, molestando.
Un par de cuadras más allá han hecho, no hace mucho, una de tantas ramblas para discapacitados. Algún perro dejó sus huellas sobre el cemento fresco. Me gusta pensar que son del nuestro, un gesto hollywoodense, su propio camino a la fama.
martes, 18 de septiembre de 2012
El no deporte
Que me disculpen los cultores del pugilismo... ¿desde cuándo es deporte que a alguien le quiebren las costillas, le abran una ceja o le rompan una mano? ¡Después nos escandalizamos del circo romano! Ayer escuchaba a uno que había presenciado la pelea en Las Vegas, proclamaba sentirse orgulloso de Maravilla Martínez, un "digno representante de todos los argentinos". Mejor no profundizar demasiado.
Ah, cómo extraño a la Humor... tenía una sección fija llamada Fiambres en el ring. Allí se dedicaba a especificar quiénes terminaron mal, y con qué daños. Nombre tras nombre tras nombre, la lista parecía interminable.
http://www.pagina12.com.ar/1999/99-11/99-11-11/pag29o1.htm
En Estados Unidos ya no son tan afectos al boxeo. Prefieren el kickboxing, aún más sangriento.
La vi a Susana Giménez sentada en segunda fila, disfrutando del espectáculo "electrizante", al decir de los medios. Excitada, quizás, por algún atavismo primitivo. El hombre/macho, el golpeador, el que se la jura a su oponente, el que sale a matarlo. Nos comimos el cuentito de Rocky, ¿quién no se emociona viendo al caído levantarse? Pero no nos engañemos, aquí gana el que más lastima. Quiten el "glamour" y la escenografía, se trata sólo de dos tipos golpeándose a morir. Si los viesen en la calle, ¿no buscarían separarlos?
Que Matías Alé se regocije, vaya y pase. Pero nosotros, no. Por favor, nosotros no.
Ah, cómo extraño a la Humor... tenía una sección fija llamada Fiambres en el ring. Allí se dedicaba a especificar quiénes terminaron mal, y con qué daños. Nombre tras nombre tras nombre, la lista parecía interminable.
http://www.pagina12.com.ar/1999/99-11/99-11-11/pag29o1.htm
En Estados Unidos ya no son tan afectos al boxeo. Prefieren el kickboxing, aún más sangriento.
La vi a Susana Giménez sentada en segunda fila, disfrutando del espectáculo "electrizante", al decir de los medios. Excitada, quizás, por algún atavismo primitivo. El hombre/macho, el golpeador, el que se la jura a su oponente, el que sale a matarlo. Nos comimos el cuentito de Rocky, ¿quién no se emociona viendo al caído levantarse? Pero no nos engañemos, aquí gana el que más lastima. Quiten el "glamour" y la escenografía, se trata sólo de dos tipos golpeándose a morir. Si los viesen en la calle, ¿no buscarían separarlos?
Que Matías Alé se regocije, vaya y pase. Pero nosotros, no. Por favor, nosotros no.
lunes, 17 de septiembre de 2012
Gaby y el ánimo
Gaby
Gaby se para al lado mío, detrás del puesto. ¡Hola!, le digo en ese tonito condescendiente que solemos usar con los chicos. La recuerdo de otro sábado, llevaba unos zapatos de baile español iguales a los de mi niñez. ¿Cómo te llamás? Gaby habla tan bajito que tiene que repetírmelo tres veces. Cuántos años tenés, le pregunto en un alarde de originalidad. Gaby me muestra cuatro dedos. Al rato me explica que no puede estar mucho tiempo parada y que va a buscarse un banquito. Vuelve con una escalera de dos escalones y la pega a mi silla. Tiene puesto un vestido azul con pintitas blancas y una vincha a juego. Estudio su cara, ancha y seria. Una pelusa graciosa le une las cejas, las pestañas son largas y oscuras. Está luchando con una bolsita de garrapiñada, la idea es abrirla. ¿Me convidás? Claro que sí, Gaby introduce finalmente un dedo sucio en la bolsita. Los dientes son pequeños, separados y blancos, abre mucho la boca para mostrarme cómo es un personaje de dibujo animado. Un compañero de feria le pregunta, comedido, si su madre es la señora de cara bonita. Gaby lo mira con desconfianza. Lo bien que hace, nuestro compañero en realidad opina que la madre de Gaby es mala onda.
Gaby pide ayuda para abrir el bolsillo de su vestido, un corazón de tela blanca cerrado con un botón/corazón. Adentro hay un sobre con restos de queso rallado, algo más para comer. Gaby se va y vuelve con Blancanieves y su príncipe. El príncipe usa el vestido de Blancanieves y tiene el pelo duro y raleado (Blancanieves no se ve mucho mejor, usa la túnica del principe y un pantalón hecho jirones). ¿Qué diálogo puedo inventar, con este príncipe en polleras? "Oh, Blancanieves, disculpa mi aspecto, es que salí apurado..." Gaby explora con el dedo índice en su nariz, ella misma parece necesitar un buen baño.
Gaby me enseña que un banquito plástico puede usarse al revés, que puede uno meterse adentro, que puede colocar otro banco encima y hacer un techito, que puede hamacarse navegando... y que puede caerse. Sus ojos se ven más redondos que nunca, una mirada de asombro ante la caída. La bombacha al aire, Gaby se ha salvado de golpearse la cabeza contra el cordón de la vereda. Recuperada la compostura, encima los banquitos y empina los pies sobre los travesaños.
-¿Tenés novio, Gaby?
-No.
-¿Pero te gusta alguien?
-Sí...
-¿Cómo se llama?
-Marcos.
-¿Y por qué te gusta?
-Porque dice cosas graciosas.
Gaby desfila con una serie de sombreros, todos del negocio familiar. Se presenta ante mí con un tocado de flores y plumas, después con un casquete de terciopelo. Preciosa, Gaby, me encanta. La hermana de Gaby pasa como un rayo y la empuja, es la señal para lanzarse detrás suyo a la carrera. Un hombre se queja a la madre de Gaby, alguien debería controlar a esas nenas, han molestado a su perro. No, no pasó nada, pero podría haber pasado. "El animal puede reaccionar, sabe?" La madre de Gaby no acusa recibo, sólo dice a sus hijas: "¿Qué le hicieron al pobre perrito?" ¿Me parece a mí, o suena irónica? Gaby tiene la vincha ladeada. La siguiente vez que la veo, anda sacándole fotos a los desprevenidos. La cámara es la tapa de un viejo celular de mamá, de tamaño perfecto y con un agujerito en el ángulo. Gaby enfoca, alcanzo a verle el ojo.
Ánimo
Estoy filtrada, le digo al Hombre. Es entendible, todo el día sometida al viento en la feria, no tengo resto para lavarme el pelo. Lo único que quiero es darme un baño de inmersión. "Date un baño de inmersión y después duchate y lavate el pelo", me aconseja.
-¿Una ducha después de un baño de inmersión? Vos no sabés como quedo yo después del baño... Tengo el pelo hecho un lío, mañana va a ser más difícil desenredarlo, pero no tengo ánimo.
-¿Qué es eso del ánimo? Uno primero crea la palabra y después se somete a ella.
-Ah, tengo un filósofo en casa... ¡y no lo sabía!
-Un filoso.
Tiene razón. Me da trabajo, pero tiene razón.
Gaby se para al lado mío, detrás del puesto. ¡Hola!, le digo en ese tonito condescendiente que solemos usar con los chicos. La recuerdo de otro sábado, llevaba unos zapatos de baile español iguales a los de mi niñez. ¿Cómo te llamás? Gaby habla tan bajito que tiene que repetírmelo tres veces. Cuántos años tenés, le pregunto en un alarde de originalidad. Gaby me muestra cuatro dedos. Al rato me explica que no puede estar mucho tiempo parada y que va a buscarse un banquito. Vuelve con una escalera de dos escalones y la pega a mi silla. Tiene puesto un vestido azul con pintitas blancas y una vincha a juego. Estudio su cara, ancha y seria. Una pelusa graciosa le une las cejas, las pestañas son largas y oscuras. Está luchando con una bolsita de garrapiñada, la idea es abrirla. ¿Me convidás? Claro que sí, Gaby introduce finalmente un dedo sucio en la bolsita. Los dientes son pequeños, separados y blancos, abre mucho la boca para mostrarme cómo es un personaje de dibujo animado. Un compañero de feria le pregunta, comedido, si su madre es la señora de cara bonita. Gaby lo mira con desconfianza. Lo bien que hace, nuestro compañero en realidad opina que la madre de Gaby es mala onda.
Gaby pide ayuda para abrir el bolsillo de su vestido, un corazón de tela blanca cerrado con un botón/corazón. Adentro hay un sobre con restos de queso rallado, algo más para comer. Gaby se va y vuelve con Blancanieves y su príncipe. El príncipe usa el vestido de Blancanieves y tiene el pelo duro y raleado (Blancanieves no se ve mucho mejor, usa la túnica del principe y un pantalón hecho jirones). ¿Qué diálogo puedo inventar, con este príncipe en polleras? "Oh, Blancanieves, disculpa mi aspecto, es que salí apurado..." Gaby explora con el dedo índice en su nariz, ella misma parece necesitar un buen baño.
Gaby me enseña que un banquito plástico puede usarse al revés, que puede uno meterse adentro, que puede colocar otro banco encima y hacer un techito, que puede hamacarse navegando... y que puede caerse. Sus ojos se ven más redondos que nunca, una mirada de asombro ante la caída. La bombacha al aire, Gaby se ha salvado de golpearse la cabeza contra el cordón de la vereda. Recuperada la compostura, encima los banquitos y empina los pies sobre los travesaños.
-¿Tenés novio, Gaby?
-No.
-¿Pero te gusta alguien?
-Sí...
-¿Cómo se llama?
-Marcos.
-¿Y por qué te gusta?
-Porque dice cosas graciosas.
Gaby desfila con una serie de sombreros, todos del negocio familiar. Se presenta ante mí con un tocado de flores y plumas, después con un casquete de terciopelo. Preciosa, Gaby, me encanta. La hermana de Gaby pasa como un rayo y la empuja, es la señal para lanzarse detrás suyo a la carrera. Un hombre se queja a la madre de Gaby, alguien debería controlar a esas nenas, han molestado a su perro. No, no pasó nada, pero podría haber pasado. "El animal puede reaccionar, sabe?" La madre de Gaby no acusa recibo, sólo dice a sus hijas: "¿Qué le hicieron al pobre perrito?" ¿Me parece a mí, o suena irónica? Gaby tiene la vincha ladeada. La siguiente vez que la veo, anda sacándole fotos a los desprevenidos. La cámara es la tapa de un viejo celular de mamá, de tamaño perfecto y con un agujerito en el ángulo. Gaby enfoca, alcanzo a verle el ojo.
Ánimo
Estoy filtrada, le digo al Hombre. Es entendible, todo el día sometida al viento en la feria, no tengo resto para lavarme el pelo. Lo único que quiero es darme un baño de inmersión. "Date un baño de inmersión y después duchate y lavate el pelo", me aconseja.
-¿Una ducha después de un baño de inmersión? Vos no sabés como quedo yo después del baño... Tengo el pelo hecho un lío, mañana va a ser más difícil desenredarlo, pero no tengo ánimo.
-¿Qué es eso del ánimo? Uno primero crea la palabra y después se somete a ella.
-Ah, tengo un filósofo en casa... ¡y no lo sabía!
-Un filoso.
Tiene razón. Me da trabajo, pero tiene razón.
jueves, 13 de septiembre de 2012
El tipo me hizo llorar
"El tipo me hizo llorar", empieza el Hombre. Se refiere a su profesor de Historia del pensamiento sociológico. "No me quites a Dios", le digo. Lo veo venir. Está leyendo Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel, escrita por un joven Marx en el año 1843. Compartimos la mesa, él estudiando, yo armando bijou.
La religión es el opio del pueblo, lee.
Es el paco del pibe de la esquina, del pibe que mira alrededor y dice qué mierda estoy haciendo, cómo mierda vine a vivir a este mundo, sin zapatillas, sin plata para pagarme un atado de puchos... no me dan bola, de la escuela me echaron, ando a los tumbos. Algo, algo que me alivie en este valle de lágrimas, algo que me permita el tránsito hacia el Más Allá, porque en el más acá mi viejo anda borracho y mi hermana se prostituye. ...la religión es el suspiro de la criatura agobiada, el estado alma de un mundo desalmado, porque es el espíritu de los estados de alma carentes de espíritu.
La voz del Hombre es alta y vibrante, ya es el tercer alfiler que descarto.
-Ah, por favor, nada que ver, ¿o me vas a decir que el pibe de la esquina no tiene espíritu?
-Lo tiene golpeado, abollado. Lo miran de reojo, es un negro de pelo largo, ojo que te va a tocar, ojo que te va a robar. Esas miradas desconfiadas ¿cómo le pegan a este pibe? "Estoy tan desengañado de todo... en algo hay que creer".
Me quejo, creo en Dios, creo que somos parte de su misma naturaleza. Entonces el Hombre salta al tema de la filosofía. La filosofía no sirve para un carajo si no emancipa la cabeza de los hombres. No va a venir ningún iluminado a la caverna a sacar a este pibe del paco/religión/partido burgués que le tira un plan social (a la clase media, hastiada de shopping, le tiran con un gurú que le enseña a respirar). "¿De qué hablás? Filosofía es la materia más linda que tuve..." Decididamente no me están saliendo bien los aros.
El Hombre (Marx) sigue ...pero ¿qué es la filosofia, la escuela que legitima la vileza de hoy con la vileza de ayer, la escuela que condena un acto de rebeldía, el grito del siervo contra el látigo, con tal que ese látigo aparezca venerable, consagrado por los siglos? "¡Esto es impresionante!", murmura. Esta crítica no es una pasión de la cabeza, sino la cabeza de la pasión... no es el bisturí del cirujano, sino un arma de lucha. Dispara contra el enemigo, al que no intenta refutar sino destruir.
-Ay, vida!
-Es así, el enemigo es el que condena a ese pibe a la vida miserable.
-Pero destruir, estás hablando de matar.
-No, de destruir al sistema, si destruís este sistema destruís la misma realidad del pibe. El pibe se libera y se libera el hombre. Incluso esos pobres imbéciles que viven presos de la mercancía y de la codicia.
Suspiro y dejo a un lado las pinzas, hoy no es mi día.
-¿Qué te hizo llorar, al final?
-Eso. Que se libera el hombre, que no es una liberación mezquina. No soy nada, tengo derecho a todo. ¡¡¡Qué grande!!!
La religión es el opio del pueblo, lee.
Es el paco del pibe de la esquina, del pibe que mira alrededor y dice qué mierda estoy haciendo, cómo mierda vine a vivir a este mundo, sin zapatillas, sin plata para pagarme un atado de puchos... no me dan bola, de la escuela me echaron, ando a los tumbos. Algo, algo que me alivie en este valle de lágrimas, algo que me permita el tránsito hacia el Más Allá, porque en el más acá mi viejo anda borracho y mi hermana se prostituye. ...la religión es el suspiro de la criatura agobiada, el estado alma de un mundo desalmado, porque es el espíritu de los estados de alma carentes de espíritu.
La voz del Hombre es alta y vibrante, ya es el tercer alfiler que descarto.
-Ah, por favor, nada que ver, ¿o me vas a decir que el pibe de la esquina no tiene espíritu?
-Lo tiene golpeado, abollado. Lo miran de reojo, es un negro de pelo largo, ojo que te va a tocar, ojo que te va a robar. Esas miradas desconfiadas ¿cómo le pegan a este pibe? "Estoy tan desengañado de todo... en algo hay que creer".
Me quejo, creo en Dios, creo que somos parte de su misma naturaleza. Entonces el Hombre salta al tema de la filosofía. La filosofía no sirve para un carajo si no emancipa la cabeza de los hombres. No va a venir ningún iluminado a la caverna a sacar a este pibe del paco/religión/partido burgués que le tira un plan social (a la clase media, hastiada de shopping, le tiran con un gurú que le enseña a respirar). "¿De qué hablás? Filosofía es la materia más linda que tuve..." Decididamente no me están saliendo bien los aros.
El Hombre (Marx) sigue ...pero ¿qué es la filosofia, la escuela que legitima la vileza de hoy con la vileza de ayer, la escuela que condena un acto de rebeldía, el grito del siervo contra el látigo, con tal que ese látigo aparezca venerable, consagrado por los siglos? "¡Esto es impresionante!", murmura. Esta crítica no es una pasión de la cabeza, sino la cabeza de la pasión... no es el bisturí del cirujano, sino un arma de lucha. Dispara contra el enemigo, al que no intenta refutar sino destruir.
-Ay, vida!
-Es así, el enemigo es el que condena a ese pibe a la vida miserable.
-Pero destruir, estás hablando de matar.
-No, de destruir al sistema, si destruís este sistema destruís la misma realidad del pibe. El pibe se libera y se libera el hombre. Incluso esos pobres imbéciles que viven presos de la mercancía y de la codicia.
Suspiro y dejo a un lado las pinzas, hoy no es mi día.
-¿Qué te hizo llorar, al final?
-Eso. Que se libera el hombre, que no es una liberación mezquina. No soy nada, tengo derecho a todo. ¡¡¡Qué grande!!!
lunes, 10 de septiembre de 2012
El poder de la palabra
El medium
Nuestro compañero de feria insulta (botella en mano) a los paseantes, a otro compañero, a la vida. Ratas, son todos ratas. "Todo por dos pesos", anuncia con voz meliflua. Es un engaño, cambia el tono para decir "Ah, se hacen cargo, se dan vuelta... ¡ratas!" Sigue y sigue, hasta que lo llevan en cana. Lo sueltan a las tres horas, vuelve, rompe un cartel y provoca la gran gresca: feriantes versus policías. RATAS!!!!
Siento que hace de medium, lanzando los pensamientos de todos en gritos que meten miedo: no pasa nada, los brasileros son pichuleros, esto ya no levanta, qué público de mierda, es temporada baja, qué desastre la venta.
La Autoridad de Su Palabra
Jesús no era sólo un tipo que hacía bien algunos trucos -dice un libro que ando leyendo- Jesús sabía de la Autoridad de Su Palabra.
El dedo feo
Tengo un dedo feo. Es el medio de la mano derecha, el viento le cerró una puerta encima. Esto pasó hace décadas. Millones de veces he pensado en mi dedo feo, he ocultado mi dedo feo, me he avergonzado de mi dedo feo tras apuntar algo (¿estaba la persona mirando el objeto... o a mi dedo feo?) Todos estos años me he perdido el dedo recuperado, la uña nueva, la maravilla de mi cuerpo enviando su energía sanadora.
Nuestro compañero de feria insulta (botella en mano) a los paseantes, a otro compañero, a la vida. Ratas, son todos ratas. "Todo por dos pesos", anuncia con voz meliflua. Es un engaño, cambia el tono para decir "Ah, se hacen cargo, se dan vuelta... ¡ratas!" Sigue y sigue, hasta que lo llevan en cana. Lo sueltan a las tres horas, vuelve, rompe un cartel y provoca la gran gresca: feriantes versus policías. RATAS!!!!
Siento que hace de medium, lanzando los pensamientos de todos en gritos que meten miedo: no pasa nada, los brasileros son pichuleros, esto ya no levanta, qué público de mierda, es temporada baja, qué desastre la venta.
La Autoridad de Su Palabra
Jesús no era sólo un tipo que hacía bien algunos trucos -dice un libro que ando leyendo- Jesús sabía de la Autoridad de Su Palabra.
El dedo feo
Tengo un dedo feo. Es el medio de la mano derecha, el viento le cerró una puerta encima. Esto pasó hace décadas. Millones de veces he pensado en mi dedo feo, he ocultado mi dedo feo, me he avergonzado de mi dedo feo tras apuntar algo (¿estaba la persona mirando el objeto... o a mi dedo feo?) Todos estos años me he perdido el dedo recuperado, la uña nueva, la maravilla de mi cuerpo enviando su energía sanadora.
jueves, 6 de septiembre de 2012
Ceremonia de bautismo
Elegir el nombre de un blog es como elegir el de un hijo. Podemos dar vueltas y más vueltas, para llamarlos finalmente María Luz, Juan... o La barca azul.
Cuenta Galeano que supo tener una casa en Buenos Aires y dentro de esa casa, un cuadro. Era la pintura de un puerto para llegar y no para marcharse, un puerto para decir hola y no adiós. Allá vamos.
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