Encontré la mayor parte de las palabras que reúne mi diccionario, en declaraciones de políticos y gobernantes. Alguien me dijo que sin duda las inventaron en un acto de premeditación a manera de baratijas para someter a los indios "porque el embaucador desprecia al embaucado". Yo no quiero disentir, pero sigo pensando que detrás de cada una de estas manifestaciones de afectación, ligeramente sorpresivas y ridículas, ha de haber un señor vanidoso, que se desvive porque lo admiren. Lo sé por experiencia. En la época de mis comienzos literarios, yo era capaz de violentar un relato o una argumentación, para encontrar la oportunidad de escribir lo porvenir (en lugar de el porvenir, que según Baralt era incorrecto), figurero (que Azorín proponía para reemplazar snob), dél y dellos (por de él y de ellos). Probablemente pensaba que alguna vez, en algún libro, se diría "Bioy usó la expresión".
Adolfo Bioy Casares, Diccionario del argentino exquisito.
Números arbitrarios
Catorce son los años de manchas que quita su pasta dental. Reunión de creativos:
-Diez es poco.
-No pongamos trece, es yeta.
-Tampoco quince, se asocia a los cumpleaños. Catorce años de manchas, ahí está.
Desde el 2000 para acá, antes nada.
¿Lo qué?
Otra pasta dental. La profesional consultada señala que el paciente de dientes sensibles busca no tener que evitar los momentos de dolor. O algo parecido, cada vez que la escucho me desconcierto de igual modo.
Pegadizo
Y porque sí, un tema pegadizo.
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