Los tres pibes tocan por primera vez, o al menos es la primera vez que los vemos por la plaza. Tampoco son tan pibes, sucede que decir muchachos es de española o de vieja (y me resisto, me resisto...) El tema es que se lanzan con dos guitarras y un charango. En principio parecería que no dan pie con bola, que cada uno va por su lado. "Ah -me da por pensar- cuando uno tiene esa voz de son cubano, abusa un poco". El Ratón me encanta, en cuestión de nada hacemos palmas. Mónica opina que deberíamos darles unos pesitos. Y cómo no, se los merecen. De espaldas a ellos atiendo a una clienta mientras entonan un segundo tema. Cuando me doy vuelta han desaparecido, ¿no estaban aquí hace unos segundos?
Antes de partir
El sábado vi Antes de partir, una película sobre dos enfermos de cáncer que escriben una lista de las cosas que quieren hacer antes de morir. Entre los ítems a cumplir figuran, por ejemplo, ayudar a un extraño, lanzarse en paracaídas, manejar un auto de carrera, besar a la chica más linda del mundo, reparar relaciones. Primero me dije "Uh, es mala..." (Jack Nicholson abusa un tanto de sus caras de fauno) y cambié de canal, pero volví a sintonizarla porque es un tema atrapante. Lo bien que hice, no resultó tan mala.
Y me dejó pensando. Todos hemos oído hablar de gente que ante un diagnóstico de muerte inminente decide llevar la vida que siempre quiso. Digo yo... este, ejem... ¿No nos vamos a morir todos, más tarde o más temprano? Si suena demasiado siniestro, déjenme plantearlo de este modo: ¿no llegará un momento de nuestras vidas presentes en que deseemos jugar otro juego? ¿A qué esperar un diagnóstico, entonces?
¿Cuánto quiere ud pagar por este compact?
Rodolfo se niega a venderme un cd con un piano magistral, piensa llevárselo a su señora. "No me presione", dice ante mi insistencia. No lo presiono, pues, es él mismo quien lo ofrece al final del día. Al mejor estilo mercader me pregunta "¿Cuánto quiere ud pagar por este compact? Lo vendo a cincuenta, pero no le voy a cobrar cincuenta a ud".
Y hablando de películas disfrutables, una tarde caminando por Lavalle me atrajo este afiche y sin pensarlo demasiado entré al cine. Habremos sido... ¿tres espectadores? Sí, sólo tres para esta maravilla de principio a fin.
Dejo el link porque no puedo subirla, háganse un favor y véanla.
Tenía ganas de titular así, ¿por qué no? Los gustos hay que dárselos en vida.
El sábado volví a ver Bajo el sol de la Toscana, la historia de una escritora americana que compra una villa en Italia. ¿Qué me atrae de esta película? Por empezar, la belleza de la zona. Las casas con historia, donde es posible aceptar y convivir con paredes descascaradas. El desafío de transformar un caserón venido a menos en un hogar. La soledad y los prejuicios iniciales dando paso a relaciones llenas de aceptación y calidez. La estética de los decorados, el trabajo actoral de Diane Lane (¿no recuerda un poco a JLo?) y hasta su ropa.
No, no es El cartero. Pero tiene un algo indefinible que hace que la siga pensando días después de verla. En un puntaje del uno al cinco, le pongo tres Maias.
Tres y un cuarto.
Antes de ver siquiera a la maestra, la escuchamos. Porque las maestras modernas usan megáfonos, una ayuda impensable en nuestros días (algo así como el micrófono de las profesoras de aeróbica). La frase, eso sí, permanece como un clásico. "Chicos, vengan acá".
El grupo camina por Plaza Dorrego, en lo que se supone un paseo educativo. Las maestras suelen detenerse ante el viejo aljibe -cerrado a cal y canto por cuestiones de seguridad- y trazar una semblanza del Buenos Aires de antaño. Hoy, además, se escucha vociferar a la que nos ocupa: "Estas personas tienen muchos problemas económicos". Me doy vuelta asombrada. Sí, se refiere a nosotros, veinte alumnos en sus uniformes nos estudian sin disimulo. ¿Alucino, o alguno fotografía con su celular? Pucha que hay cosas para resaltar de los feriantes. Mujer, te tiro letra: trabajamos distintos materiales, vendemos nuestras propias creaciones, hallamos una salida a la exclusión del mercado laboral...
"¿Escuchó lo que dijo la maestra? ¡Mire lo que les enseñan a los pibes!", comparto indignada con un compañero. Lo que responde me devuelve la sonrisa. "Es que, también, uno ve las crostras (sic) de algunos pies y da para pensar eso".
Dani, el librero anarquista, está sentado en su puesto refunfuñando contra los deseos de Feliz Primavera que florecen a su alrededor. "Dani, oí esto". Y le cuento de la maestra, del megáfono y de nuestra vida de desarrapados gritada al viento. "Eso no es nada", recuerda Dani. Y me cuenta a su vez de la feria de Lomas y de un grupo de evangelistas que se reunían a predicar a los paseantes, micrófono en mano. "Un día se armó un revuelo bárbaro, de repente veo que dos o tres artesanos se les van al humo. '¿Qué pasó?', dije yo. '¿No escuchaste lo que dijeron a la gente?', me preguntó uno. 'No, no les presto atención', contesté".
-¿Y que habían dicho?
-Que tomaran conciencia de su vida y buscaran la Fe, si no iban a terminar como nosotros, borrachos, drogados y tirados por el piso.
-Uh! Qué boludos, en el mismo lugar que les servía para predicar.
-Les pegaron un voleo... Nunca más aparecieron.
Las letras azules
No tienen didáctica, se queja Nora. Pronuncia así: di-dác-ti-ca. Es que le viene costando lo suyo aprender computación. Ha mandado montones de mails, pero los de sus amigos no ingresaron nunca. La profesora corrigió uno de tantos errores, pero no le explicó qué había hecho y la dejó más a oscuras que antes.
Al rato se vuelve a escuchar la voz de Nora, como una letanía. "Y yo buscaba las letras azules, ¿dónde están las letras azules? No tienen didáctica, no saben enseñar".
Alelado
"Librero no es cualquiera", dice Miguel, mi amigo/cliente de los domingos. Y comenta de la vez que entró a una conocida librería y presenció alelado como una maestra jardinera permitía que los chicos rompiesen un ejemplar de popup sobre la vida de Pulgarcito. Miguel simula partir una hoja en dos. "Los monstruitos lo rasgaban así. Un libro de seiscientos pesos". Como si no fuese suficiente atropello, la maestra los invitaba a sacar más de los estantes. ¿El vendedor? Nada, ahí mirando.
-Oíme, ¡están destruyendo el libro!
-Ah, sí, siempre pasa.
Miguel subió al primer piso a buscar a un conocido de la sucursal y le avisó textual: "Hay una maestra jardinera haciendo mierda un libro de Sabuda". El tipo bajó y pegó cuatro gritos. Nunca más permitieron el ingreso de grupos escolares.
Estoy creando aros de resina, un material que endurece como piedra y permite ser lijado y pintado. Mi último desvelo son las hojas.
Las primeras salieron gruesas. Qué tonta, ¿quién quiere aros pesados? Así que hice las siguientes tan delgadas como pude. Pero las curvé de la misma manera, y cada hoja tiene su propia historia. Tampoco me fue demasiado bien con las nervaduras, quise que se notaran y el resultado es artificial. En el proceso corregí el color, quitando acá y agregando allá. No funcionó. Después de mucho errar comprendí que hay que permitir las manchas en las hojas. Cuando se secan, pierden dramatismo y las vuelven reales.
Como toque final, busqué detalles que las realzaran. Si las hojas se ven bien, no los necesitan.
La chica pasea con una amiga y se detiene ante mi puesto. Ah, qué lindo esto y qué bonito lo otro. ¡Mirá aquello, me muero! "Perdón", dice antes de irse. Es que ha levantado y tocado todo. "Se emociona fácil", explica la amiga. "Tengo mi niña interior cerca del afuera", concede ella.
Llueve sin parar, desde hace horas. César va y viene con las manos en los bolsillos y la capucha puesta. "Es la magia de San Telmo", le digo en una de sus pasadas. Es la frase que aplica a todo acontecimiento funesto. César se para a conversar.
-Hoy me llamó el arzobispo de Lund.
-Eh?
-¡Lund!
-¿Dónde queda eso?
-Más allá del Tigre... no importa. Y me dio saludos para el Gauchito de Gualeguaychú, Nils Runeberg.
-Me estás cargando.
-¿Nunca leíste nada de Runeberg?
-No sé quién es.
-Tenés que conocerlo, Runeberg se especializa en la influencia congoleña sobre las costumbres camperas argentinas.
Estos libreros, nunca sé cuándo hablan en serio.
-Te dio saludos para el gauchito éste.
-Sí. Y después me dijo que llueve menos que en Jutlandia, pero más o menos como en Besarabia.
-...
-Igual estoy pensando en ir a la feria de Samarcanda.
-¿Por?
-Porque en Kirguistán llueve sólo 20 mm. al año.
Mejor seguirle la corriente.
-¿Quién decís que te llamó?
-El arzobispo de Lund.
-¿Y de dónde lo conocés?
-¿No te digo? Porque soy amigo del Gauchito de Gualeguaychú.
-¡Salí de acá, no te creo nada!
-Es el que descubrió que las costumbres sexuales argentinas son iguales a las del Congo.
Martillo Loco tiene a su primer clienta del día, una canadiense de risa fácil que quiere comprar un mate repujado. "Two mates, one for you, one for friend", ofrece Hernán. Oh, you're terrible, se ríe la canadiense. Y pide descuento. "No, no discount, water over my head all day. Mucha, mucha agua", gesticula Hernán (he´s terrible, terrible). "For you, not for him", cede Hernán señalando al hombre que la acompaña. Terminan hablando de tango y de cumbia y de algo más que es "marvellous".
Boca, qué otra cosa. Boca, que viene jugando lindo.
Llueve. La panadería atrae como un imán, es amplia, limpia y luminosa. "Buen día", saludo festiva a un viejo (¿el dueño?) que lee su diario. Elijo un asiento mullido y me dejo caer, agradecida. Un oso polar corre peligro de muerte en el zoo de Mendoza, dice el televisor allá en lo alto. Una mujer en sus sesenta, dulce y rubia, se acerca a atenderme. ¿Qué se puede almorzar? Sorrentinos con salsa bolognesa o pollo al horno con calabaza rellena, es el Menú Ejecutivo del día, incluye postre o café. "Sorrentinos... y una Levité pomelo, por favor". Mientras espero hojeo revistas. El pelo de Susana es de nena albina, aclara un Romano indignado. Es un pelo suave. Y sano. Y fuerte.
Mirtha cree que Cristina ha llorado al conocer el resultado de las elecciones, y que después se puso corrector de ojeras. "Yo hubiese llorado a los gritos".
"Facundo me tiene los h..... al plato", confiesa Suar. Que Facu es más lindo, que Facu tiene mejores pectorales, dice Griselda.
La comida demora tanto que me da tiempo de masticar a conciencia dos pancitos con manteca y beber toda la Levité. Finalmente, los sorrentinos. Cuatro, cubiertos con la salsa. Me cacho, esto está durísimo. Los sospecho de supermercado, esas cosas congeladas que se envían cinco minutos al microondas. Me levanto y voy hacia la caja, la mujer está despachando pan. ¿Tienen microondas? Tienen. Sabedora de los tiempos en estos lugares, alcanzo yo misma el plato al mostrador, ¿serían tan amables de llevarlo dos minutos al microondas? Dos minutitos nomás, la pasta está algo cruda.
Andrea Rincón se reconcilió por cuarta vez con Ale Sergi. Karina Jelinek se enteró de la infidelidad de Fariña a través de una seguidora de Twitter. Fariña niega todo. La mejor vestida en la entrega de los Martín Fierro fue Ana María Picchio, estaba espléndida. ¡Dios, cuánto pueden demorar en terminar de cocinar cuatro sorrentinos! "Es que los hacen en el momento", justifica la mujer dulce y rubia, algo preocupada por mi gesto adusto. "Sí, pero esto los perjudica, uno sabe cuando ingresa pero no cuando sale..."
Sergio Company, otrora escenógrafo de Mirtha Legrand, tomó un curso con el doctor Kusnetzoff y se recibió de experto en orgasmos. No, no liga más por eso, lo hizo de curioso. No, no se tiñe las cejas, todos le preguntan lo mismo. Legrand suena francés y el art decó es alemán, no parece que el nuevo decorador termine de entenderlo. Cruzo y descruzo las piernas, definitivamente este asiento es caluroso. Veinte minutos después, me acerco al mostrador con intenciones belicosas, la mujer me mira como si recién ingresase al local. "Tenemos hambre", declaro. Me amparo en el plural para dar idea de que somos varios, dispuestos a todo. "Calma, calma, ya salen..." La mujer se encamina a lo que parece ser una cocina gigantesca y vuelve con la misma cantinela: "Lo que pasa es que los hacen en el momento..." Mi otro yo salta el mostrador y la toma del cuello. "Quiero mi comida ya, me oye? Ya, ahora. Hace una hora larga que me boludean con cuatro sorrentinos. ¿Acaso no saben cocinar? ¡Hasta un nene de pecho se da cuenta de que están crudos!" Nada de eso ocurre. Me fuerzo a sonreir y pregunto por el postre. "Se lo pido con tiempo, no sea cosa que demore media hora..." La expresión de la mujer fluctúa tanto como la mía. ¿Quiero leer el diario? No, gracias.
Diez minutos después, giro en el asiento y hago un gesto teatral de abatimiento, la mujer parece recordar algo y se encamina nuevamente a la cocina, luego apresura -es un decir- sus pasos y cruza por delante del mostrador hacia el lado contrario. Aquí llega mi plato. Con cinco sorrentinos. Crudos y muy calientes. No me importa nada, los espolvoreo con queso rallado y los como así, quemándome el paladar. Me quiero ir. Quiero huir de esta trampa, de las facturas brillosas en exhibición, de la mirada desconcertada de la mujer dulce y rubia, del viejo que tal vez sea el dueño o tal vez no.
Cómo saberlo. ¡Despierte, señor, están arruinando su negocio!
"¿Ensalada de frutas?", ofrece la mujer, con una copa vacía en la mano (¿ahora se apura, ahora seapura?) Estoy ante el mostrador, pagando el importe del Menú Ejecutivo a una recién llegada. "No gracias, se me hizo tarde".
Yo no sé, hay laburos simples. Quiero decir, puede uno ser panadero, taxista, mago, escritor, dibujante, actriz, modista. Vendedora, artesana, maestra, recepcionista, peluquero, lavacopas, paseador de perros. Hasta Burumbumbúm de la Nación, si me presionan (así llamábamos en casa a los diputados, senadores, asesores y demás). Pero qué sé yo.
-¿En qué laburás?
-Soy licenciado en tecnología ambiental y doctor en física.
-Ah!
-Trabajo con materiales nanoestructurados obtenidos por fotopolimerización catiónica de epoxis modificadas con copolímeros de bloque.
(Ah!)
"El tránsito seguro, también lo hacés vos..."
Días pasados acerté a escuchar a un instructor de manejo de una escuela. Tiene razón. "Si los padres quieren que un hijo juegue al tenis, lo mandan a un profesor de tenis. Si quieren que la nena estudie piano, a una profesora de piano. Pero si desean que alguno aprenda a manejar, le dicen: el domingo salimos a dar un par de vueltas y te enseño... Y no debería ser así." El hombre se llama Fernando Ciucci y me pareció muy sensato. Tanto, que hoy compré el Manual para obtener la licencia deconducir. Aunque no tenga auto, una bici me mira esperando el sol.
La hermana
"¿Le puedo tomar una foto? Ud me hace acordar mucho a mi hermana", pregunta el turista, uno más de los brasileros que caminan la feria. "Sí, claro", accede Nora. "Falleció hace un año y medio. Un año y medio, no?", consulta el hombre con su esposa. "Sí, un año y medio", confirma ella. "Pobrecita", dice Nora. Y repite: "Pobrecita, hace poco". El hombre la toma del brazo y enfrenta a la cámara. "¿A ver, a ver?", dice Nora, buscándose en el visor.
Es una hermosa foto. Con miradas llenas de luz, los dos celebran el reencuentro.
Lo primero que observé, fiel a mi costumbre de detenerme en las facciones, fueron sus pestañas en ángulo recto a fuerza de usar el arqueador. La chica andaba juntando firmas para que se tomen medidas por los "ruidos molestos". No sé si tanto, me gusta la música que tocan, dije yo. A mí también, contestó ella. Es más, la primera vez se acercó a escucharlos y hasta bailó y todo. Pero ahora no puede... nada. No puede leer, no puede dormir la siesta, no puede mirar una película. Firmé, previa aclaración de que no me gustaría que los echen, sólo hacerles bajar el volumen. Y que ella debería redactar la nota nuevamente, aclarando bien ese punto. Los músicos pretenden (sigue ella) que sea la gente del edificio la que se ocupe de pagar los paneles acústicos. Unos caraduras, ahí acordamos.
Es verdad, cada vez comienzan más temprano. No son ni las dos de la tarde y la cosa sigue hasta bien pasadas las ocho. Tú me quieres dejar, y yo no quiero sufrir, contigo me voy mi santa aunque mecueste morir... Qué bien lo cantan, son unos desgraciados, sólo los negros pueden pegar alaridos tan armónicos. Sigue después una explicación sentida sobre de los orígenes y el significado del candombe, desde mi puesto alcanzo a escuchar la palabra libertad. Y empieza el canto, una maravilla total. Candombe, dice el negro y la gente reunida contesta candombe. Candombe. Candombe, corean todos. Detrás, claro, suenan los tambores. Candombe, candombe, candombe, candombe... Ah, se me van los pies. ¿Suena fuerte? Y, sí. Con toda la fuerza del África.
No te escucho, vamos a lo de las chicas o no? Perá que no te oigo nada, no me cortes. Hola, hola, estás ahí? Decime sí o no. ¿QUÉ? Ay, hablá más fuerte, no se oye nada!!! NO? Ah, bueno, bueno,chau. Supongo yo que es no, no podría asegurarlo.
TUCUMÁN, VAMOS TUCUMÁN, TODAVÍA. Y LANÚS, HAY ALGUIEN DE LANÚS? SÍÍÍÍ, AQUÍ LANÚS!!! BUENO, A VER SI TUCUMÁN LE GANA A LANÚS. Un juego, uno de los tantos mini concursos de baile que organizan a lo largo de la tarde. Todo bien, hermano, entiendo que un candombe no pueda susurrarse. Pero esto, diría Cristina, es too much. Arrastrada por una intención que lleva meses creciendo, entro al patio y busco al locutor. Está lleno de gente, gente sentada ante mesitas y en los escalones. Mi primer impulso es gritar más fuerte, hacerme oir por encima del bochinche. Parada al frente miro hacia el escenario, pero la voz sale de otro lado. Ahí está, un negro simpático que vocifera y arenga. TUCUMÁN, DIJIMOS Y AHORA VAMOS A... En cuatro zancadas llego a su lado y acerco mi boca al micrófono. NO PODEMOS ESCUCHAR AL PÚBLICO, me oigo decir. Se hace un silencio espeso. El negro me mira con... temor, aprehensión? Aleja de mí el micrófono y, canchero, se recupera al instante. TIENE RAZÓN, UN APLAUSO FUERTE PARA LA GENTE DE LA FERIA. Giro y elevo los brazos en señal de saludo. DAME UN BESITO, escucho cuando me estoy yendo. Parece un chico reprendido, vuelvo y le estampo un beso en la mejilla. NO, EN SERIO, UN APLAUSO FUERTE PARA LA GENTE DE LA FERIA, VIENEN ACÁ A LAS CINCO DE LA MAÑANA, dice el negro pintándonos más sufridos de lo que somos.
Durante una media hora el volumen baja a un nivel casi aceptable. Hasta el tema de Rada, claro. UHUHUHUHU.... AHAHEYAHEY. Qué hijo de puta, le sale igual.