Qué voy a hacer con mi marido
Semanas insistiendo. Como un perro que se aferra a su hueso, me prendo a la idea de ir en pareja a ver Qué voy a hacer con mi marido. El Hombre, justo es decirlo, pelea hasta el último aliento. "¿Y si vemos Infancia clandestina?", propone a dos pasos de la boletería. En la fila vemos otras parejas, las mujeres diciendo cosas como "a ver si aprendemos algo", los hombres (imagino) resignados. Una japonesa sube la escalera con su novio. Mirá la japonesa, le digo al Hombre. Japonesa, coreana, china... tanto da. Es global, la cosa.
"Odio estas películas, bastardean al cine... es un arte maravilloso, completo, y lo usan para estupidizar gente". Lo dice el Hombre, claro. La película se ve borrosa. "¿Soy yo, o se ve mal?" "Se ve mal". El tipo de público tampoco ayuda. A mi derecha hay dos pibas con tremendas bolsas de pochoclo, parloteando sin descanso. "Chicas, por favor, ¿van a hablar toda la película?", exploto al fin. Sí, contesta con descaro y sin mirarme la que tengo al lado. Se callan, pero no puedo evitar que rían tontamente en las partes más emotivas. Unas filas más abajo, un boludo expresa a viva voz su machismo, aquí y allá suenan celulares.
Ya en la calle, el Hombre opina que la película está llena de lugares comunes, una comedia yanqui que sabíamos cómo iba a terminar antes de siquiera verla. "Es lo que hubiese dicho él", respondo refiriéndome al personaje de Tommy Lee Jones.
A mi modo de ver, en todo este asunto hombre-mujer hay una diferencia de base: el hombre supone que sólo a partir de tener buena cama la relación puede encaminarse, en cambio la mujer precisa que la relación funcione antes de poder disfrutar del sexo. En ese atrincherarse, si ninguno cede, el abismo puede volverse infranqueable.
Impotencia
-Buenos días...
"¿Qué tienen de buenos?", contesta Dani, el librero anarquista. Tiene razón, llueve. Con Suray aprovechamos el farol y el cordón de la vereda para ensayar un torpe remedo de Cantando bajo la lluvia. Agitada, me siento al lado de Dani.
-Leí una frase que me voló la cabeza, del inventor de la radio y la corriente alterna: Si quieres descubrir los secretos del Universo, piensa en términos de energía, frecuencia y vibración.
-¿Vos sabés dónde probaron la corriente alterna?
-No.
-En la silla eléctrica...
Ah, cuando se pone así... "¿Y el enema?", pregunta Pato. "El enema originalmente se probaba en la boca", sigue muy seria. Una compañera se arrima a contar viejas historias de oficina. El relato es largo y está plagado de nombres, Pato bosteza sin disimulo y yo aprovecho el llamado de Caritas para alejarme. Al rato se acerca Pato. "Me dejaste sola", recrimina.
-No podés bostezarle así, en la cara... ¿no viste que empecé a tentarme?
-Es que ya lo había contado.
-¿Y por qué no le dijiste?
-Porque pensé que vos no lo sabías.
Un par de puestos más allá comienzan a armar una estructura de metal, los mismos que dijeran en su momento que la mía ocupaba demasiado espacio (yo era egoísta, no pensaba en mis compañeros). Busco a Suray.
-Suray, preciso apoyo moral.
-¿Qué te pasa?
Cabeceo hacia donde un pibe encastra los caños.
-Están armado una estructura grande, tanto quilombo que me hicieron por tres centímetros de diferencia.
-No te amargues, la vida es corta.
-Ya sé, pero los quiero matar.
-Pensá en terminos de energía, frecuencia y vibración.
-...
-La estructura de ellos es más grande.
-Sí.
La sonrisa de Suray se vuelve ancha.
-Y más gruesa y erguida.
-jaja! Sexo es vida.
Es verdad, me siento impotente.
Encima que la acompañó al cine se queja... Ay ay ay. Mis peleas de cine, las pocas veces que conseguí acompañante del sexo opuesto, son (una vez superado el tema de la elección de la peli), la fila en que nos sentaremos. Yo prefiero las 3 últimas. Los hombres, no entiendo por qué motivos, del medio para adelante. Si la película es en español vaya y pase, pero, ¿cómo hacen para leer y a la vez ver las imágenes estando taaan cerca de la pantalla?. Es como ver un partido de tenis, mientras cabeceo de un lado al otro de la línea de texto, se me termina el game!
ResponderEliminarJa. No me quejo, relato con realismo. ;-)
ResponderEliminarIgual fuimos a ver "Infancia clandestina". Ahí sí, si es argentina, primero en la cola. Pero si es una comedia romántica y para peor yanqui, se demora hasta que quiero pegarle en la cabeza. "Qué va a haber cola para ver eso...", dice. Y aunque me apuro, arrastra los pies y se pone (literalmente) pesado.
Me hace acordar a mi viejo, la única vez que recuerdo haber ido al cine con él, cuando Lavalle era Lavalle y no se podía caminar de la cantidad de gente. Fuimos a ver "La fiesta inolvidable", se rió a mandíbula batiente, pero ya en la calle dijo: "Bué... no tan inolvidable". Por qué, Señor, por qué.