jueves, 11 de octubre de 2012

Elegimos hacer esto

Estoy en Once, esperando el colectivo. Una mujer, con gesto determinado, arranca uno por uno los papelitos pegados sobre un cartel publicitario. Otra la imita con igual resolución. Demoro unos instantes en comprender de qué se trata y entonces yo también me sumo. Es alentador percibir la fuerza de nuestra pequeña movida. "Es todo trata. Mientras esperamos el colectivo, no nos cuesta nada...", dice la de la iniciativa. Viciosas ardientes, Leopardas de Once y Nuevitas en la Zona, desaparecen dentro de nuestras carteras y bolsos. En uno de los folletitos se ve la silueta sinuosa de una mujer desnuda, de espaldas. "Llamame...", ruega al pie. Y aclara, bajo el número telefónico, Elegimos hacer esto.

A los pocos minutos veo un par de zapatillas sucias asomando por debajo del cartel publicitario, a toda velocidad su dueño está pegando carteles. Me asomo a decirle que no se moleste, los vamos a quitar a todos. Pero se trata sólo de la promesa de arreglarnos los dientes torcidos. Debajo de los tres afiches nuevos, asoma la publicidad paga, una de bon o bon para el Día de la Madre. El hombre, de aspecto gastado, cruza Rivadavia con su rollo y su balde.

miércoles, 10 de octubre de 2012

¿Inocencia política?

Estoy escuchando Radio América y coincido 100%.

Difícil creer en la inocencia política. Esta mujer de 35 años, víctima de trata y violación y, como se lee en Clarín de hoy, "embarazada de nunca sabrá cual consumidor de prostitución", es defenestrada por un grupo religioso a la entrada del hospital donde se le iba a practicar un aborto no punible. Macri está haciendo campaña, claramente, para captar el apoyo de esos sectores. Suelen ser los mismos que, refiriéndose a la gente de bajos recursos, dicen cosas como: "Yo no sé para qué tienen tantos hijos, si después no los pueden mantener..."

Por empezar, a pesar de su anuncio con bombos y platillos en la Sociedad Rural (quién, dónde), no es el primer aborto legal practicado. Miguel Angel Cappiello, ministro de Salud de Santa Fe, aseguró que en su provincia ya se realizaron 14 abortos no punibles en lo que va de este año. Sin problemas y sin publicidad. Pero además, en el país se interrumpen 400.000 embarazos "ilegales" al año, dos por cada nacimiento. Muchos de esos abortos se realizan en condiciones deplorables, muchas mujeres mueren a causa de esas condiciones. ¿Qué grado de hipocresía y perversión podemos alcanzar como sociedad? Si esta mujer -de escasa educación sexual, que tuvo al primero de sus tres hijos a los 16 años- tuviese recursos económicos, no estaría en las noticias.

Fue engañada en una de tantas agencias de empleo truchas, sin control de las autoridades, donde le prometieron trabajo como empleada doméstica. Lejos de dárselo, la drogaron y secuestraron. Fue llevada al sur, donde están varios de los destinos más frecuentes de víctimas de trata. Cuando por fin pudo escapar del tercer prostíbulo santacruceño donde la sometieron, se refugió en casa de sus padres, a quienes no contó toda la verdad. Sus hijos tampoco la conocen.
Vale decir, pobre mina. Encima que vivió lo que vivió, tener que soportar ahora que su caso salga a la luz públicamente y que la traten de asesina. Se la revictimiza, con una falta de respeto rayana en lo increíble.

Los abortos van a seguir existiendo. No es de buen cristiano llevar a esta mujer a una situación límite, en todo caso sí brindarle atención médica y psicológica, contención y opciones. No se trata de estar a favor o en contra del aborto (¿quién puede estar a favor?) Quisiera saber si tanto niño bonito no se ha enfrentado nunca a ese trance.
Y si le hubiese gustado que su caso tomara estado público, o ser hostigado por moralistas de golpes bajos.

¿Por qué no tratan este tema los legisladores, por qué no se ponen los pantalones largos? A favor de la vida, sí. La madre violada también la tiene.

martes, 9 de octubre de 2012

Energía, frecuencia y vibración

Qué voy a hacer con mi marido

Semanas insistiendo. Como un perro que se aferra a su hueso, me prendo a la idea de ir en pareja a ver Qué voy a hacer con mi marido. El Hombre, justo es decirlo, pelea hasta el último aliento. "¿Y si vemos Infancia clandestina?", propone a dos pasos de la boletería. En la fila vemos otras parejas, las mujeres diciendo cosas como "a ver si aprendemos algo", los hombres (imagino) resignados. Una japonesa sube la escalera con su novio. Mirá la japonesa, le digo al Hombre. Japonesa, coreana, china... tanto da. Es global, la cosa.

"Odio estas películas, bastardean al cine... es un arte maravilloso, completo, y lo usan para estupidizar gente". Lo dice el Hombre, claro. La película se ve borrosa. "¿Soy yo, o se ve mal?" "Se ve mal". El tipo de público tampoco ayuda. A mi derecha hay dos pibas con tremendas bolsas de pochoclo, parloteando sin descanso. "Chicas, por favor, ¿van a hablar toda la película?", exploto al fin. Sí, contesta con descaro y sin mirarme la que tengo al lado. Se callan, pero no puedo evitar que rían tontamente en las partes más emotivas. Unas filas más abajo, un boludo expresa a viva voz su machismo, aquí y allá suenan celulares.

Ya en la calle, el Hombre opina que la película está llena de lugares comunes, una comedia yanqui que sabíamos cómo iba a terminar antes de siquiera verla. "Es lo que hubiese dicho él", respondo refiriéndome al personaje de Tommy Lee Jones.
A mi modo de ver, en todo este asunto hombre-mujer hay una diferencia de base: el hombre supone que sólo a partir de tener buena cama la relación puede encaminarse, en cambio la mujer precisa que la relación funcione antes de poder disfrutar del sexo. En ese atrincherarse, si ninguno cede, el abismo puede volverse infranqueable.

Impotencia

-Buenos días...

"¿Qué tienen de buenos?", contesta Dani, el librero anarquista. Tiene razón, llueve. Con Suray aprovechamos el farol y el cordón de la vereda para ensayar un torpe remedo de Cantando bajo la lluvia. Agitada, me siento al lado de Dani.

-Leí una frase que me voló la cabeza, del inventor de la radio y la corriente alterna: Si quieres descubrir los secretos del Universo, piensa en términos de energía, frecuencia y vibración.
-¿Vos sabés dónde probaron la corriente alterna?
-No.
-En la silla eléctrica...

Ah, cuando se pone así... "¿Y el enema?", pregunta Pato. "El enema originalmente se probaba en la boca", sigue muy seria. Una compañera se arrima a contar viejas historias de oficina. El relato es largo y está plagado de nombres, Pato bosteza sin disimulo y yo aprovecho el llamado de Caritas para alejarme. Al rato se acerca Pato. "Me dejaste sola", recrimina.

-No podés bostezarle así, en la cara... ¿no viste que empecé a tentarme?
-Es que ya lo había contado.
-¿Y por qué no le dijiste?
-Porque pensé que vos no lo sabías.

Un par de puestos más allá comienzan a armar una estructura de metal, los mismos que dijeran en su momento que la mía ocupaba demasiado espacio (yo era egoísta, no pensaba en mis compañeros). Busco a Suray.

-Suray, preciso apoyo moral.
-¿Qué te pasa?

Cabeceo hacia donde un pibe encastra los caños.

-Están armado una estructura grande, tanto quilombo que me hicieron por tres centímetros de diferencia.
-No te amargues, la vida es corta.
-Ya sé, pero los quiero matar.
-Pensá en terminos de energía, frecuencia y vibración.
-...
-La estructura de ellos es más grande.
-Sí.

La sonrisa de Suray se vuelve ancha.

-Y más gruesa y erguida.
-jaja! Sexo es vida.

Es verdad, me siento impotente.

lunes, 1 de octubre de 2012

Estos días

Cristina

Camino al centro voy pensando en las adhesiones y críticas que cosechó Cristina por estos días. No me gustó en Harvard. Siento que perdió una buena oportunidad de brillar, que la pedantería y el maltrato a los pibes le quitaron puntos. Por otra parte, cuando alguien alrededor mío la ataca, mi primer impulso es salir en su defensa. Sí, me caen mejor los k que los anti-k. La conspiración de los medios es una realidad, no sé si hasta el punto de darle letra a los estudiantes, pero existir, existe. Para dar un ejemplo de tantos: el noticiero de Canal Trece comenzó con la gente yendo a cacerolear a Plaza de Mayo y una hora y media después seguía con esa única noticia. Hasta el más dormido puede darse cuenta de que hay un deseo innegable de esmerilarle el poder.

Sin embargo se me hace cada vez más difícil apoyarla. Cristina defiende un modelo de país donde las grandes trasnacionales mineras y pooles de soja son los máximos beneficiados. Un país donde Monsanto, Cargill y compañía nos envenenan con glifosato y son dueños de casi todas las tierras. Como si no fuera suficiente infierno -¡y qué infierno!- Pascualama, La Alumbrera y Barrick Gold saquean nuestros recursos y destruyen nuestras ciudades. Es obvio y triste: la producción no está al servicio de las necesidades de todos, sino de la ganancia de unos pocos. Por eso cuando el gobierno habla de la necesidad de profundizar este modelo, me corre frío en la espalda.

Declaración de principios

Un hombre de unos setenta años sube al colectivo. Pantalón azul, cárdigan de lana gris, camisa de cuello corbatero, pelo corto. Un señor correcto. Al frente de su portafolio, debajo de un hule transparente, resalta una gran hoja blanca. En medio, la cara de Evita.

Leo a su izquierda, abajo: EN. Subiendo la mirada: LA. Sobre su imagen: PUTÍSIMA VIDA, a la derecha de la foto: SERÁN y por último, abajo: ASÍ. Me lleva unos segundos comprender el mensaje, escrito como está en el sentido de las agujas del reloj.
Río sin disimulo, con alegría, es toda una declaración de principios. El viejo me mira y masculla la concha de tu madre.