Hace semanas que un hombre hace doler mi corazón. No, no estoy enamorada, el corazón tiene varias razones para dolerse. Es alguien que grita desde alguna casa, en la misma manzana. Grita vago de mierda, la concha de tu madre. Y después golpea. ¡Pá! Con un palo, pareciera, o un cinto. Imaginaba, no sé por qué, a un laburante esforzado. Alguien que madrugaba lo suyo y debía lidiar con un hijo rebelde. Pero no es forma de educar, no es la manera. Durante días los gritos y golpes se repitieron, a toda hora, al punto que no entendí cómo no lo denunciaban los vecinos. Tendrán miedo a su fiereza, pensaba. Porque el tipo mete miedo.
Ayer se salió de madre, totalmente desaforado. Esta vez la destinataria fue una mujer. PUTA, TE VOY A MATAR!!! Lo escuché desde casa, a través de dos puertas cerradas. Y salí a la terraza. Parada ahí, mirando hacia donde venían los alaridos, comencé a gritar a mi vez: BASTA!!! BASTA YA!!! Me desgañité, grité por mí, por mi madre, por mi abuela, grité por todas nosotras. El hombre no escuchó, siguió en lo suyo. ¡¡¡Pá, pá!!! TE VOY A MATAR, PUTA, PUTA!!! ¡¡¡Pá, pá, pá!!! Entré a casa y llamé al 911. "Ya le mandamos un patrullero". Lo esperé en la puerta, coincidiendo con un vecino que me preguntó si los gritos venían del edificio. Los míos sí.
El patrullero llegó cinco minutos después (cinco eternos minutos después) y el policía que descendió cruzó la calle a paso cansino. Le faltaba el termo bajo el brazo, nomás. Le expliqué, lo hice entrar, lo llevé a la terraza, le mostré la casa donde yo supongo se vive el infierno. "Porque el sonido se distorsiona, vio". El policía caminó unos pasos y señaló un pasillo. "Si es ahí, tenemos varias denuncias, es un borracho". Mientras salimos le cuestioné que se hubieran demorado, no pude menos que pensar que si una mujer acciona el botón antipánico, la asesinan tres veces hasta que ellos llegan. "Nosotros vinimos enseguida, es del 911 que tardan en avisarnos". Me pidió los datos y luego dijo "Vamos a ver si alguien se anima a hablar..." A mi entender, la nada misma.
A la noche los gritos arreciaron. Un femicidio cada treinta horas, un femicidio cada treinta horas, un femicidio... Dejé la luz del pasillo encendida, así y todo tuve insomnio.
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