El pasado 3 de junio se publicó en Clarín una nota más que interesante sobre el autoritarismo de la población estadounidense. Según la Encuesta 2011 de Worlds Values Survey, el 34% aprueba "tener un líder fuerte que no tuviera que molestarse con el Congreso o las elecciones". Significa, ni más ni menos, que uno de cada tres votantes de EE.UU. preferiría un dictador a una democracia.
Como resulta comprensible (sigue la nota), los votantes son reacios a admitir abiertamente tales preferencias. Cuando se les pregunta, intuitivamente saben que admitir inclinaciones autoritarias es dar una respuesta que no corresponde. El politólogo Stanley Feldman se dio cuenta de que la manera más sencilla de superar esa barrera era formular cuatro preguntas en apariencia no relacionadas con política sino con educar a los chicos. ¿Qué es más importante que tenga un hijo: independencia o respeto por los mayores? ¿Respeto o seguridad de sí mismo? ¿Tendencia a ser considerado o a portarse bien? ¿Curiosidad o buenos modales? De forma sorprendente, la investigación reveló que 44% de los estadounidenses blancos demuestran ser autoritarios, con un 19% de ellos que se ubica "muy alto" en la escala del autoritarismo. En su mayoría estos sentimientos "autoritarios" permanecen dormidos. Pero se "activan" cuando los votantes de tendencias autoritarias están bajo estrés, en especial cuando el orden social o la jerarquía que valoran se ve amenazada por un cambio. Ese cambio puede ser el pasar a una diversidad étnica mayor, puede ser el matrimonio homosexual, puede ser el salario que se estanca; cualquier cosa que parezca poner en peligro el statu quo que alguna vez proporcionó a esos votantes un lugar seguro en la sociedad.
Si el cambio social y la amenaza física coincidieran en un mismo momento, podría despertarse una población enorme de autoritarios, que exijan un líder fuerte y las políticas extremas necesarias. Cosa que suena mucho a Trump. Las encuestas exhiben que el mejor factor de predicción de apoyo a él es la vía autoritaria. Si alguien pone la crucecita en la casilla del autoritarismo, es probable que vote a Donald.
Hasta aquí, parte de la nota de Jonathan Freedland para The Guardian. Hoy explicaba un analista internacional que el miedo genera cambios electorales. La masacre de Orlando, perpetrada por un afgano (¿comandado por el Isis?), constituye ciertamente una "amenaza física". Las imágenes transmitidas una y otra vez, los altísimos niveles de rating...
Una tristeza, la masacre. Y más triste aún sería que el shock resultante favoreciera a Trump en las próximas elecciones presidenciales.
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