De chica tuve una amiga a quien le habían construido una casita de material, con techo inclinado de chapa acanalada y puerta y ventana "de verdad". La casita estaba en un patio de tierra, justo al lado de un árbol, Rosita se me antojaba entonces la más afortunada del mundo. ¡Una casa toda para ella, para leer y jugar y tener sus cosas!
El Hombre, por ejemplo, quería ser jugador de fútbol o campeón argentino de algo relacionado con el deporte. ¿Cual era tu sueño?, me pregunta ahora. Le cuento de la casa en el árbol. "Sueño de pajarraca", opina sonriente.
No conozco los sueños de Fausto, pero imagino que al menos uno se ha cumplido.