"Buen día, a cuánto está el americano?" "¿Cuánto sale?", se asegura el mozo. "Sí", afirmo con valentía (es de esos lugares donde mejor preguntar antes). "Veintiocho pesos". Fair enough. "Está bien... un americano mitad y mitad, por favor". El mozo se aleja y vuelve enseguida con el pedido, el gesto serio, casi adusto. Lo conozco de años y no recuerdo haberle visto una sonrisa.
"Sabe, sería tan lindo que sonriese al saludar...", me encuentro diciendo. "¿Sonriese?", repite. "Pero van a creer que soy un payaso, si ando sonriendo..." El final de su frase se pierde entre las mesas, el hombre ya se va, tan serio como siempre, más enojado que nunca.
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