lunes, 4 de mayo de 2015
La felicidad
Avenida Nazca al 1600, media mañana. Espero el colectivo. Con toda tranquilidad, una señora en silla de ruedas avanza por su carril. En el cesto delantero lleva un yorkshire movedizo, sonreímos al cruzarnos. Aprovecho que se detiene ante el semáforo para acercarme. "La felicito, qué bien se maneja". La señora andará por los sesenta años, tiene una de esas caras despejadas que invitan a conversar.
-Ah, además vivo sola. Trabajo...
-Qué bien.
Y soy muy feliz, agrega. "Tengo dos hijos maravillosos". La señora arranca y yo vuelvo a la parada. Dice que es muy feliz, le comento a un eventual compañero de espera que ha seguido con atención nuestro encuentro. "Y uno se queja...", murmuro todavía incrédula. Minutos después me asalta la duda: "Esa era una silla de ruedas, no? Digo, porque iba tan feliz que parecía una moto..."
La felicidad resulta de la superación de nuestros límites, supongo por enésima vez. Como si nunca me hubiese dado cuenta, como un pensamiento nuevo.
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Tan difícil saberlo. Quizás para algunos tenga que ver con eso, con superar los propios límites, "ganarle" a los obstáculos- de cualquier índole- y llevar a cabo lo que se supone que uno no podría llevar a cabo, o lo que sería muy difícil. Pero, ¿eso será siempre sinónimo de felicidad? ¿Hay alguien que viva en estado de felicidad? Entiendo que cierta actitud ante la vida ayuda, pero aún así... los momentos de felicidad pueden responder a causas más pequeñas, más banales, es tan subjetivo...
ResponderEliminarLe mando un cariño, tanto tiempo doña.
Tanto tiempo, de veras. Hoy supe de una mujer que sufre una enfermedad que impide que los músculos crezcan. Mide alrededor de 1,80, con un peso de 40 kilos. Está en silla de ruedas, claro. Y tiene una traqueotomía hecha. Estudia ciencias económicas y se comunica moviendo con esfuerzo el brazo y apretando un botón en su garganta. Quien la conoce afirma que es feliz y que siempre se interesa por el otro, como si ella no tuviese problema alguno.
ResponderEliminarLa verdad es que no sé por dónde pasa. Hace ya unos 15 años pasé unos días difíciles, en todo sentido. Los aproveché para meditar y centrarme. Al día 10, lo recuerdo como si fuese hoy, tuve urgencia de escribir no supe qué (y pareció que mi mano lo hacía sola): "Yo, ser espiritual, valgo por lo que soy. Si soy fiel a mi naturaleza, mi condición estable es la felicidad". Hasta el día de hoy lo recuerdo, y lo que es más importante, lo creo.
Cariños, piba.